Tomás LüdersChina: Trump y Milei y los parecidos de familia

Tomás Lüders15/01/2024
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Sigue siendo común escuchar la perplejidad de muchos analistas ante la cercanía que hay entre Donald Trump -a la sazón un nacionalista-proteccionista- y el ultra-liberal Javier Milei. ¿Cómo los referentes pensamientos económicos tan diferentes, con todo el peso ideológico que lo económico tiene en contextos críticos, se parece tanto? Se pierde de vista que las identidades se definen por aquello a lo que se oponen y no por su contenido positivo particular. Es en su enunciación, en la forma de lo que dicen (a quién se lo dicen, contra quien hablan y desde dónde hablan) y no en los enunciados abstractos, en donde deben buscarse los parecidos de familia.

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En este punto, tanto Trump como Milei se definen por oponerse a “minorías privilegiadas”, a quienes saldrían mejor parados de una situación injusta que se ha vuelto status quo mientras quienes los siguen se sienten injustamente en desventaja. Así por caso, no importa entonces que para uno China sea un competidor comercial (Trump) y para otro un enemigo ideológico al que ahora hay que hacerle guiños porque es el principal destino de nuestras exportaciones.

Para ambos China es o fue, en el plano identitario, un significante vacío -más importante para quien tiene la patente de MAGA, menos para el que patentó las siglas VLLC-. Es decir, un nombre que condensa frustraciones, un objeto simbólico-imaginario que permite unificar malestares no siempre fáciles de localizar.

Por eso Milei, a pesar de sus elogios a Margaret Thatcher puede capturar mejor los ánimos nacionalistas que cualquier cosa que se parezca a la izquierda nacional. Aunque ésta última sea más abiertamente soberanista, para alguien enfrentado con las cosas como son, es menos sospechoso desde lo ideológico el fundador de la Libertad Avanza que alguien como Juan Grabois.

Si bien fue el primero que eliminó las restricciones para la posesión de tierras por parte de extranjeros y el segundo quien realizara un bloqueo al tristemente célebre “Lago Escondido”, desde esta lógica fuertemente antagonizante, el primero facilitaría tierras para los que laburan, el segundo se la daría a “los vagos”. Peor enemigo de la patria sería el “planero interno” que el inversor extranjero.

Por eso tanto Donald Trump, como Javier Milei, a pesar de las diferencias que existen en sus programas económicos, son dos radicales de la reacción. Ambos prometen volver a un esplendoroso pasado. Tiempo pretérito en el que los justos eran los recompensados y las corruptas minorías castigadas.

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