Tomás LüdersOpinión: Hechiceros

Tomás Lüders18/01/2015
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Hace unos días, durante una entrevista, Beatriz Sarlo citó a Pierre Bourdieu para explicar la “clave” del “poderoso atractivo” de alguien como el gobernador Daniel Scioli. Tomo el breve extracto de preguntas y repuestas de la nota realizada por Juan Ignacio Pereyra para ilustrar el punto:

Periodista-Hoy no está claro quién va a mandar en el PJ en el 2015.

Beatris Sarlo-No, pero tengo la impresión de que quien gane las PASO, presumo que puede ser Scioli, va a alinear el PJ. No lo va a hacer de la manera que lo hizo Néstor ni Duhalde ni Menem. Pero lo va a alinear. En ese sentido, creo que Scioli es un verdadero PJ.

Periodista-Lo ve con la suficiente…

Beatris Sarlo- (Interrumpe) Con suficiente nada. Como dice Bourdieu, vos colocás a alguien en un determinado lugar y hay una serie de cualidades o de propiedades que vienen con la posición.

Tras la contundente reelección de José Luis Freyre en 2011 me atreví a concluir algo similar sobre nuestro próximamente re-reelecto jefe de gobierno municipal. Mi fuente no era el sociólogo francés, sino más bien una interpretación propia –bastante poco rigurosa– de ciertas lecturas del Freud de Jacques Lacan. Como puede comprobar el lector, mi inteligencia y talento son bastante inferiores al de los de la reconocida ensayista pero creo que, después de varios rodeos, logré arribar al punto. No lo voy a aburrir a Usted con la pedantería de citarme, así que resumo:

Allí decía que no había que buscar en Freyre algún atributo personal “esencial” en el que resida su poder. Claro que tiene un estilo propio, pero la efectividad de su carisma, señalaba, no es algo que emane desde su “interior”.  La atracción que ejerce un dirigente tiene como condición necesaria el ocupar un lugar justo en un momento justo, sostenía similarmente a como habría de hacer Sarlo sobre Scioli

A diferencia de Sarlo, creo que alguien como Scioli tiene ciertos atributos que no le vienen con el lugar, cierta capacidad de lectura de las circunstancias, y lo mismo le cabe a nuestro intendente, pero para que esos atributos seduzcan se deben usar desde ese lugar, y sobre todo, deben responder a lo que demandan los que lo eligen.

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Es un movimiento idéntico al del enamorado: él ve en su amada algo que lo captura, ella tiene ese no sé qué por el que es capaz de dejarlo todo, y sin embargo “ese no sé qué” siempre estuvo ahí, pero no en su enamorada, sino en su propio inconsciente. Estando en el lugar justo en el momento justo, ella solo ofrece un rasgo mínimo, pero necesario, para que él proyecte eso que busca desde siempre. Después le parecerá que fue el destino, que hasta la llegada de la amada nada tenía sentido. Pero eso no es más que un movimiento retroactivo.

Lo mismo entonces le cabe a cualquier dirigente: el liderazgo es siempre una construcción grupal que se produces desde abajo hacia arriba, y no a la inversa: un X es ungido por grupo para proyectar sobre él sus deseos y expectativas de lo que debe ser un líder, y entonces el X logra, retroactivamente, aparecer como el hombre justo en el momento justo.

Antes que Jacques Lacan, pero después que Sigmund Freud, el padre de la antropología moderna, Claude Levi-Strauss, había dicho algo similar al hablar del poder del “médico brujo” en las sociedades indígenas. En “El hechicero y su magia”, Levi-Strauss comenzaba preguntándose cómo era posible que un individuo, solo a través del recitado de ciertas frases rituales y el uso de algunos instrumentos de confección muy elemental podía, entre otras cosas, anunciar con precisión la muerte de alguien de su tribu. Después de pasarse varios años ahuyentando mosquitos en la Amazonia brasileña, el investigador belga podía ofrecer una respuesta:

El hechicero tiene efectivamente una conexión privilegiada con los espíritus buenos y con los malos.  Además de poder predecir-decretar la muerte de un miembro de su tribu esta conexión también le permite curar graves enfermedades o incluso que su tribu logre una segura victoria sobre otra rival. Pero, ¿de dónde viene esta conexión mágica? Nada más y nada menos que de la creencia del grupo en que efectivamente alguien de los suyos debe y puede tener esa capacidad de comunicación con los espectros.

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Y no hay truco, la magia existe, porque todo sujeto, incluso nosotros, tan racionalistas que supimos ser, alojamos espíritus “buenos” y “malvados”. No son otra cosa que nuestras propias tendencias amorosas o destructivas que, intolerables para nuestra sana conciencia, se nos aparecen como viniendo desde vaya a saber qué misterioso lugar.

Es esa estructura grupal que unge a un “responsable” capaz de controlar ese mundo tensionante lo que “salva” al sujeto de tener que tolerar por sí solo la carga de angustia que genera tanta contradicción interior.

Volvamos entonces a nuestra propia condición de sujetos argentinos y venadenses. ¿Cuáles son los demonios y espíritus buenos con los que se conecta Daniel Scioli o José Luis Freyre? ¿Por qué los creemos tan imbatibles que hasta sus propios rivales se auto-destruyen antes de salir a competirles?

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Yo creo que esos demonios son el nombre que le damos al temor que nos da nuestra propia pasión por ser lo que somos, una sociedad que goza con la trasgresión pero no tolera admitir ese goce… de ahí la necesidad de espectros que la representen afuera (siempre el Mal viene del otro). Y tales espíritus oscuros no pueden ser dominados más que por los hechiceros  del Justicialismo, ya que, asumimos, ellos representan la quinta esencia de esa argentinidad: qué mejor brujo para controlar semejantes tinieblas que los más trasgresores de entre nosotros. Lo bueno de Daniel y José Luis es que además ellos parece también estár en contacto con el lado bueno del reino espectral. No son puro mal como Carlos Menem o Néstor Kirchner.

Usted me dirá protestando, ¡yo nunca los voté! Yo voté a Fulano, o a Mengano. Bueno, yo tampoco, pero los elegimos por omisión. Al candidato testimonial no lo inventó Kirchner en 2009, sino la oposición post-Alfonsín ¿O caso el no-peronista no se vanagloria siempre de votar al perdedor? Nos gusta vernos como los mártires de un movimiento del que somos cómplices. “Yo no lo voté (a Menem, a Néstor)… pero menos mal que lo votaste vos”. Nada nos daría más miedo que ganara ese dirigente que promete crecimiento con honestidad…. ¡Se lo van a comer los demonios!

No nos sumamos a una alternativa superadora, porque somos nosotros el demonio que se come la alternativa. Nosotros somos aquello que el líder tiene que domar. Si algo nos genera más malestar que el desaguisado que nos circunda es el tener madurar para comprometernos con cambiarlo.

Hace más de 30 años que en el país hay elecciones libres. O aceptamos lo que somos o habrá que creerle al niño Casey: los milicos recién se fueron con los Kirchner.

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