Tomás LüdersImaginarios políticos y elecciones santafesinas: el incómodo lugar del oficialismo

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En esta columna no nos detendremos a analizar los proyectos o currículums políticos puestos en danza ayer. Mucho menos datos de la macro o la micro economía. Con esto no estamos diciendo que el objeto abordado sea secundario. Todo lo contrario, lo simbólico-imaginario es constitutivo de lo social, porque es la dimensión en la que se articulan las identidades sociales y políticas. Es, en consecuencia, el terreno en donde se definen las elecciones. Lo que pase en esa esfera tiene en definitiva amplia influencia sobre proyectos y currículums políticos, y también claro sobre la economía.

Por Tomás Lüders

Las elecciones provinciales y la gente
Hablando estrictamente en términos electorales, el Frente Progresista no acertó del todo con su discurso. La ajustada victoria sobre Miguel del Sel mantuvo a los oficialistas en situación de espera hasta que las cifras de Rosario empezaron a ofréceles el porcentaje necesario para superarlo por apenas tres puntos.

 

Los frentistas se acordaron tarde además de reforzar la asociación entre su lista de diputados y la lista ejecutiva. Aunque perdieron por apenas dos puntos, la polémica cláusula de mayoría le otorga al victorioso PJ -de una muy floja elección en el segmento gobernador- 28 sobre un total de 50 bancas. El sistema es antidemocrático pero, paradójicamente, la inversión de su sentido original -otorgarle la mayoría automática en diputados al Ejecutivo durante el reinado de la boleta sábana- fue producto de la liberación del voto facilitada por el nuevo sistema electoral.

Es cierto que antes era legal “cortar” la boleta, pero la tarea se presentaba dificultosa, sobre todo para un electorado que asiste a las urnas mayormente desinformado y bastante apático. Vivimos tiempos de erosión de identidades partidarias e ideológicas y la mediatización de la política sólo favorece el reconocimiento de “personalidades”. Los nombres de agrupaciones y listas son resultan totalmente extraños. Si bien Hermes Binner logró capitalizar el fenómeno “personalización”, Santa Fe no tiene medios de comunicación con el nivel de penetración de los capitalinos. La política local también es mayormente escenificada en las cámaras y los estudios porteños. El Frente Progresista no lleva su marca como el PRO lleva la de Macri. (Apunte sobre el caso: Estoy revisando esta columna y Binner dice ante las preguntas del canal TN –que insisten con la sal en la herida que significó la excelente elección de Unión Pro – que la performance de Del Sel no se previó porque mucha “gente decide a último minuto su voto”. Estratégico, evita atacar al votante del Pro, pero habla también del “efecto Susana Giménez” durante la veda electoral. Menciona también cómo perjudicó a su fuerza no ser él el candidato-.

Volviendo sobre el hilo que veníamos desanudando, es preciso señalar que, más allá de los votos convencidos o planificados (después de todo la concejal rosarina es percibida como una dirigente lúcida y se le reconoce trayectoria propia por parte de sus votantes), la figura de María Eugenia Bielsa posee como gran capital un apellido de resonancias mediáticas. El socialista Lamberto en cambio sigue siendo mayormente un desconocido…

Además, la identificación de gestiones con nombres propios lleva que este el gran elector desinformado casi ni recuerde, hasta poco antes de votar al menos, que también debe elegir legisladores – a nivel nacional sólo el mal llamado conflicto “campo-gobierno” logró concentrar temporalmente las pasiones sobre la desprestigiada arena parlamentaria nacional -.

Lo cierto es que la fulgurante figura de alguien como Del Sel resulta un llamado de atención para toda la dirigencia política profesional. Construyó de hecho su imagen de candidato insistiendo en “venir de afuera”. Durante la campaña él mismo dijo poco más que “saber que la provincia está mal”, agregando que las soluciones serían entregadas por un eventual equipo técnico a sumar de apuro ante la eventualidad de una victoria. No tuvo necesidad de construirse a sí mismo como un dirigente con formación teórica y técnica, todo lo contrario, insistió –e hizo bien parece- en proyectarse como uno más de los santafesinos desilusionados con “la política”.

En una época de dirigencias desacreditadas e idearios sin creyentes, la “gente” a la que apela “Miguel” es el único colectivo identitario con peso electoral. La “gente” busca que “la política” afecte lo menos posible cada una de sus trayectorias individuales. Las soluciones colectivas, básicamente, no seducen. Los sectores de ingresos altos, medios y no tan pobres se procuran los servicios de salud y educación en el sector privado.

Un frente que busca, con mayor o menor astucia electoral, captar el voto de quienes sienten pertenecer al “medio”, no logra seducir cuando hace referencia a los proyectos reformistas a concretar en 20 años.

Por otro lado, los excluidos del mercado ya no reconocen a la educación como un dispositivo de ascenso social, y en todo caso las soluciones a sus demandas alimentarias y de salud las buscan negociando dentro de las estructuras clientelares. Votan en consecuencia con esa racionalidad. Aunque desde la Nación se vuelva hablar de redistribución y justicia social, la actual lógica asistencial-clientelar se diferencia muy poco de la construida a lo largo de los 80s. Estando el PJ en la oposición provincial, este votante no tenía por qué sufragar por el “justicialismo oficial” –sin idealizar las políticas de promoción social frentista, es cierto que al menos los socialistas vienen intentando armar, con dispar éxito, políticas de promoción social que reduzcan la discrecionalidad en el reparto -.

Pero para quienes están en o se identifican con el “medio” (la “gente” siente que pertenece mayoritariamente a la cada vez más exigua “clase media”) el voto no es una herramienta para conseguir la satisfacción de demandas. La “gente” tampoco es conservadora, si por conservadurismo entendemos un ideario político de tal signo, es, en todo caso, bastante mezquina a la hora de pensar en lo público. Esto no implica un juicio moral de nuestra parte, y más allá de la global tendencia al individualismo, convengamos que los administradores de lo público criollo han hecho mérito suficiente para desprestigiarlo. El asco que ciertas posiciones expresan hacia el “individualismo burgués” amerita también una revisión de las propias elecciones y trayectorias personales (¿desde dónde se decide quiénes son los malos y quienes son el sacrosanto pueblo?).

Nosotros contra ellos

El llamado conflicto "agro-gobierno"  agregó también un factor que complejizó aún más la estrategia de seducción centrista del oficialismo provincial. El significante “campo” funcionó como un articulador de descontentos y frustraciones múltiples, logró cohesionar pasionalmente a quienes rechazaron la simplificadora polarización construida por el gobierno –que esperaba sin dudas que quedaran más segmentos de su lado que del contrario-. Más allá de los objetivos que había detrás de una medida tan controversial y apurada como la 125 –no entra en este análisis la cuestión- el discurso del gobierno nacional generó un relato épico que narraba sobre una supuesta confrontación entre “justos y pobres” e “injustos y ricos”.

Quienes se ubicaron de un lado sintieron que Binner y el Frente fue timorato en su defensa contra “el despojo gubernamental”, para quienes en cambio creyeron en la intención redistribucionista de la medida, el binnerismo no se habría jugado por “el pueblo”. Las pasiones arrastraron cualquier propuesta de discusión y análisis sobre el tema. Había que tomar partido, y tomarlo tajantemente. Los odios demandaban binarismo.

Atrapado en el tironeo, el oficialismo se vio imposibilitado de construir un discurso que no lo hiciera aparecer como “demasiado pro-campo” –se escuchó esa acusación- o “demasiado amigable con el kirchnerismo anti-campo”. Por ese canal se le fueron entonces votos hacia un lado y hacia otro.

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