Mauro CamillatoOpiniónMilei, el candidato ideal en “La época de las pasiones tristes”

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No hay duda que la sorpresa de la jornada del domingo fueron los arrasadores números que obtuvo en todo el país el outsider anticasta Javier Milei. Mayor aún es la sorpresa cuando nos acercamos a nuestro pago chico, donde el hombre de cabellera incontrolable, se impuso ampliamente. Lo hizo en Venado Tuerto, en el departamento General López, en la provincia de Santa Fe y también en la mayoría del país.

Párrafo aparte sobre el votante venadense, quien tan solo un mes atrás definió votar masivamente por el actual intendente, Leonel Chiarella. Hoy, de alguna manera le dio la espalda eligiendo a Javier Milei sobre Horacio Rodríguez Larreta, el precandidato que apoyaba el mandatario local

Claro, que vale la pena recordar que esto fueron las Primarias y que habrá que esperar las Generales para comprobar si el escenario cambia o se repite. En todo caso, si esto último sucede, habrá un seguro ballotage.

Así las cosas, no hay dudas que en las urnas los ciudadanos expresaron bronca y malestar, sin importar demasiado las propuestas (que no proliferaron) de los distintos candidatos. De lo contrario sería difícil aceptar que una parte de los argentinos culminaron sufragando a favor de un candidato que, entre otras cosas, propuso: legalizar la venta de armas, de bebés y hasta de órganos humanos.

Detrás de esto, aparece la decadencia de un país que lleva casi medio siglo (hace 50 años Argentina se encontraba entre las diez naciones más ricas del mundo y tenía 3% de pobres, hoy superamos el 40%) y que sigue profundizándose. Y por ende el desencanto con la política y con los políticos tradicionales (la casta, según la terminología de Milei) va a la par.

El reconocido sociólogo francés, François Dubet, denominó a la época actual como “La época de las pasiones tristes”, donde proliferan emociones como la ira, la indignación, la desorientación, el resentimiento. Donde el ciudadano desconfía de la democracia republicana, acusada de incapaz y corrupta, de estar lejos del pueblo. Dubet nos señala que estos sentimientos culminan desalentando las antiguas luchas por una sociedad mejor. Es decir, no se transforman en movimientos sociales, programas políticos, ni lecturas razonadas de la vida social.

Así sostiene que la política tradicional progresista debería de manera urgente encontrar la forma de transformar esa ira en estrategias colectivas de cambio social. Si esto no sucede, esas emociones culminarán alimentando salidas autoritarias, por fuera del sistema. Milei parece encarnar ese tipo de salida.

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