Mauro CamillatoOpinión: Las nuevas formas de hacer política: “Lo pidió la gente”

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Por Mauro Camillato

La lógica de dejar que sea “la gente” (lo que los sociólogos llaman opinión pública) la que defina la orientación de las políticas públicas, suele funcionar bien en términos electorales. Sin embargo, y paradójicamente, esa misma lógica puede ser la que asesine simbólicamente la capacidad del Estado y -del propio político que promueve- de generar políticas públicas consistentes y de largo plazo. Es que ensanchar la participación, facilitar mecanismos para que los ciudadanos sean más activos en las decisiones de la cosa pública es valioso y/o interesante. Es lo que algunos politólogos llaman democracia de aproximación. Pero cuando se decide hacer política principalmente desde ese lugar, particularmente en pobres democracias representativas y delegativas como la nuestra, es decir en sociedades en donde no hay una cultura de la participación ciudadana activa, estamos en problemas. Caemos en una suerte de participacionismo a la carta, lleno de demandas de corto horizonte que suelen desinteresarse del mero interés particular o local.

Para en este tipo de decisiones tomadas desde ese arriba estatal que no se quiere mostrar como desigual -hoy todos los políticos intentan mostrarse como si estuvieran “en el llano”, hay dos explicaciones, por un lado muchas veces juega la comodidad del gobernante que se recuesta en lo que aparentemente le pide “la sociedad” y por el otro la necesidad imperiosa en la era de la información de tener en cuenta lo que aparentemente “desea la gente”.

Como bien lo dice el filósofo e historiador eslovaco Slavoj Žižek: “Hoy está de moda decir que la gente quiere tener voz, participar en política. No. La mayoría, no. Esto es lo problemático cuando se dice: ‘Necesitamos una ciudadanía más activa’. Que la gente debe participar en las decisiones, en reuniones, en sus comunidades locales, etcétera. (Pero) No es así, salvo en situaciones de emergencia, en estos hermosos momentos de revueltas y demás. En el largo plazo, lo que la gente quiere es un orden público, organización estatal, que las cosas funcionen y me permitan hacer bien mi trabajo. No me gusta este casi superyoico terror de ser un ciudadano activo, que participa todo el tiempo. No funciona de ese modo.”

Y en nuestra ciudad los ejemplos al respecto abundan… aunque ello no haya generado, ni por cerca, una ciudad más organizada o democrática. Solo para acotarlos, nos referiremos al debate de “nunca acabar” ni de concretar del embellecimiento del centro y lo sucedido dos semanas atrás con el cerramiento de la plazoleta del barrio Juan XXIII (perdón, quise decir del espacio público frente al Centro de Salud, que tiene juegos, que los chicos utilizaban para realizar actividades recreativa y que figura en el plano municipal como plazoleta, pero que como no hay ordenanza que decrete que así se debe denominar, para el municipio no lo es).

En nota realizada en el programa “La Cocina, para que la realidad no sea tan cruda” del miércoles 31 de agosto y reproducida en Venado 24, el ex concejal, funcionario y senador provincial del PJ, devenido en casi diputado nacional del Pro, Ricardo Spinozzi, había remarcado que “no puede ser que hace muchos años que se discuta el embellecimiento de la calle Belgrano y no se haga nada. Hay que tomar decisiones políticas porque dicha arteria no es de los frentistas es de todos”. Más allá del oportunismo de Spinozzi, que realiza críticas a un gobierno al cual perteneció hasta ayer y en el que mucho tuvo que ver en su génesis, la crítica es medular y habla de la forma de hacer política en los últimos años en nuestra ciudad.

Así, el debate por los proyectos de cambios en la principal arteria de Venado fueron varios, pero siempre terminaron obturados por las distintas posiciones de los frentistas y de un Estado recostado en la falta de acuerdo para no realizar ningún cambio. Resultado: no se hizo nada y hoy “la Belgrano” que es la vidriera de nuestra localidad, luce cuanto menos envejecida. Casi se podría decir que es un modelo de la Venado de los últimos años: se han renovado fachadas y edificios privados con un esplendor inédito, pero en lo que hace al público, ni nos hemos tomado el trabajo de arreglar las veredas.

Este ejemplo sirve para mostrar cómo este tipo participación estimulada artificialmente desde arriba se equivoca, pues concibe parte de concebir a los vecinos como átomos que se solo unen fugazmente para definir sobre sus asuntos individuales (su barrio, su calle, su acera…), lo que lleva a reducir el espacio público a eso: fracciones individuales. Una calle como la Belgrano, un plaza cualquiera, y hasta una vereda no es entendida erróneamente como el resultado exclusivo de la iniciativa individual, cuando en realidad es el producto de toda una dinámica social previa, que puede ser más o menos organizada. Si la calle Belgrano es la arteria comercial céntrica por excelencia, ello no lo es solo porque un comerciante x o z tenga el escaparate más atractivo o las mejores ofertas. Es al revés: los más atractivos comercios se instalan allí porque un trazado urbano que preexiste a los frentistas estableció que allí estaría el centro de la ciudad. Ergo.. esos locales convocan también porque tiene buenas vidrieras, o precios o productos, pero primero lo hacen por una decisión y una acción colectiva que no dependió de uno u otro comercianteo. Siendo así, ¿por qué entonces el embellecimiento de ese espacio de todos debería depender de lo que opine aisladamente cada uno de los frentistas? No es que no tengan que tener un lugar destacado en la toma decisiones, pero ni por lejos su opinión debe ser la única a tomar en cuenta.

Por otra parte, yendo al otro extremo de la ciudad algo parecido se puede destacar lo sucedido hace un par de semanas con el cerramiento del “espacio público que funcionaba como plazoleta, pero que no lo es” del barrio Juan XXIII (ubicada en Sáenz Peña y Monteagudo). Más allá de las toscas justificaciones de funcionarios municipales queriendo explicar que se alambró por que no era una plaza (olvidando que más allá de las ordenanzas y decretos los lugares se constituyen por su uso social), lo más llamativo fue la explicación del intendente, José Luis Freyre quien remarcó que semejante hecho se realizó porque “lo pidieron los vecinos”. Esto es lo pidieron algunos vecinos, en todo caso, nuevamente “la gente” aparece como el fundamento de la determinación. De paso vale la pena recordar, salvando las distancias, que algo parecido hizo Mauricio Macri en la Ciudad de Buenos Aires con muchas de sus plazas y parques, lo que generó la reprobación del oficialismo nacional con el que se alinea nuestro intendente.

Democracia representativa vs democracia directa

Lo cierto es que recurrir a la excusa “lo pidió la gente” suele ser últimamente uno de los recursos más utilizado para justificar decisiones o indecisiones políticas. Terminamos entonces en que el Estado-gobierno se excusa en “el abajo” para no hacer el trabajo que debería hacer desde arriba. Claro está (lo repetimos una vez más) que el gobernante debe partir de la voluntad ciudadana, pero esto no es lo mismo que responder demandas de invididuos interpelados como si fueran sujetos aislados.

Si nos señimos a lo formal, nuestra democracia es un régimen representativo. Desde esta perspectiva, y como sostiene el politólogo Norberto Bobbio, esto “quiere decir que las deliberaciones colectivas, las que involucran a toda la colectividad, no son tomadas directamente por quienes forman parte de ella, sino por personas elegidas para ese fin”. Y agrega que la idea de la democracia griega o directa (visión idealizada de democracia), resultaría difícil de recrear por la complejidad de las sociedades modernas.

A diferencia de Bobbio, nosotros entendemos que, al menos a nivel local, una mayor participación directa no sólo es deseable, sino incluso hace a la esencia misma de la democracia. Pero para ello estado y sociedad deben trabajar conjuntamente en la construcción de una cultura política en el que el ciudadano se conciba a sí mismo como parte de un espacio colectivo. No hay sociedad viable de otra manera.

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