Mauro CamillatoOpiniónJugando para el enemigo

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Hay que impedir que juegues para el enemigo”, cantaba Luis Alberto Spinetta (“El enemigo”, Silver Sorgo. 2002). Dos décadas después, por acá todos parecen jugar para “el enemigo”.

El enemigo, vale decirlo sin medias tintas, es lo que representa el líder libertario, Javier Milei. Y aclaró, no es este payasesco personaje de apellido Milei el problema, sino lo que representa.

En el presente año cumplimos 40 continuos de democracia, algo inédito en la historia de la Argentina. Atrás quedaron los que dieron su vida por lograrlo y, más allá de la evidente deuda que tiene esa misma democracia con nosotros es necesario revalorizarla. Sobre todo, porque existen generaciones que no vivieron (sufrieron) las oscuras etapas anteriores de nuestro país. Casualmente, esas mismas generaciones son las que, según sostienen estudiosos de la opinión pública, mayoritariamente apoyan al libertario.

A esta altura, es necesario insistir, por más que esté lejos de cumplir con aquella promesa fundante, realizada por Raúl Alfonsín en su discurso de asunción (“…con la democracia no sólo se vota, sino que también se come, se educa y se cura”), sigue siendo el menos malo de los sistemas políticos.

Claro que nuestros dirigentes tradicionales parecen empeñados en arrasar con toda esperanza y, en lugar de preocuparse por resolver los problemas de la gente, se encuentran encorsetados en sus pequeñas y egoístas disputas internas por espacios de poder. Disputas, además, que contribuyen a darle sentido a la marketinera y repetida adjetivación de “casta.

El panorama se repite en lo nacional y en lo provincial. Por un lado, oficialismos débiles y fragmentados; y por otro, grandes coaliciones opositoras con actores que se despedazan entre ellos.

Así las cosas, el oficialismo nacional prepara las valijas para guarnecerse en la oposición por cuatro años, pero no abandona las reyertas propias de cara al posicionamiento futuro de los diferentes referentes. Ahí anda Cristina pegándole por donde pueda al actual presidente, sin recordar que fue su dedo el que permitió que Alberto Fernández ocupe ese lugar. Mientras azuza la posibilidad de que el joven ministro del Interior, Wado De Pedro se convierta en el candidato del espacio.

Por su parte, el actual ministro de Economía y referente del Frente Renovador, Sergio Massa, quien sigue sin poder amesetar la inflación, se da el lujo de polemizar dentro del Frente de Todos(FDT) y amenazar con abrirse si no se llega a un acuerdo con las candidaturas. Eso no es todo, en un acto realizado ayer sábado, refiriéndose a sus pares del FDT, disparó: “Nosotros no extorsionamos, no presionamos, nosotros damos nuestra opinión como dirigentes políticos“. O sea, acusó a sus compañeros de extorisonadores.

Claro que, Juntos por el Cambio no se queda atrás y las diferencias entre sus dos lanzados precandidatos a presidentes (Horacio Rodríguez Larreta y Patricia Bullrich) son cada vez más amplias. A ellos hay que sumar a un Mauricio Macri que, a pesar de que no va a ser candidato, sigue siendo un actor protagónico. Y también acá es difícil encontrar puntos en común que los una, más bien lo que afloran son diferencias.

La última de ellas surgió posterior a la decisión de Horacio Rodríguez Larreta y sus aliados de sumar a JXC al gobernador cordobés Juan Schiaretti. Otra vez, se discuten nombres, no ideas.

A su vez, la campaña electoral santafesina a poco de arrancar se tornó por demás de virulenta. Sobre todo, en el frente de frentes opositor denominado oficialmente como Unidos para Cambiar Santa Fe, donde Carolina Losada decidió salir con los tapones de punta contra su principal rival en la interna Maximiliano Pullaro. Fue en un canal porteño donde realizó sus primeras filosas declaraciones acusando al oriundo de Hughes de haber montado una “campaña sucia” en su contra desde las redes sociales, lo trató de personaje oscuro y lo tildó de cómplice con el narcotráfico. A pesar de la polémica que suscitó, en los días posteriores no dio ningún paso atrás y, en su reciente visita a Venado Tuerto, ratificó todas sus declaraciones.

A esta altura, parece difícil imaginar que ambos caminen juntos posterior a las PASO. Lejos quedó aquella vieja máxima de Juan Domingo Perón que se convirtió en un mandato de política argenta: “El que gana conduce, el que pierde acompaña“.

A esta puja entre los dos sectores radicales que encabezan la intención de votos dentro de la coalición, hay que sumarle la que tienen los socialistas que culminaron dividiéndose y armando dos listas de candidatos a diputados. Además, a esto hay que agregarle otro sector del partido de la rosa que decidió ir por fuera de Unidos para Cambiar Santa Fe, y ser parte del Frente Amplio de la Soberanía.

Por su parte, el peronismo santafesino sufre las consecuencias de un devaluado gobierno de Omar Perotti. Encima, no es poca la diferencia entre los cuatro precandidatos a gobernador (Marcelo Lewandowski, Marcos Cleri, Leandro Busatto y Eduardo Toniolli). Lewandowski es el candidato que representa al actual gobierno, elegido como tal sobre el filo del cierre de listas. Pero, el gobernador, a pesar de haberlo elegido/aceptado, no parece dispuesto a hacer demasiada campaña por él. Es más, el rafaelino está más preocupado por alzarse con la categoría diputados (encabeza una de las listas), que por retener la gobernación. Acá se cumple la sentencia de la inefable Elisa Carrió, quien en los últimos días refiriéndose a Mauricio Macri y a su posición dentro de la pelea interna de JxC, sostuvo: “Todos los expresidentes, si ellos no pueden ser, quieren que el otro pierda”. En este caso habría que cambiar gobernador por presidente.

Detrás del relatado panorama desolador emerge el cansancio y el descreimiento de los ciudadanos comunes en la política. Situación aprovechada por aquellos que sostienen un discurso antipolítico y que prometen barrer con las instituciones democráticas. Si bien, es necesario no ser inocentes y aceptar que dichas instituciones lucen, en la mayoría de los casos, corrompidas e ineficaces, arrasarlas no parece una solución. De nuevo: nos costó demasiado contar con instituciones democráticas y sería más atinado intentar depurarlas, antes que barrerlas.

Claro que, mientras tanto, nuestros dirigentes deben de dejar de jugar para el enemigo.

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