Tomás LüdersOpinión: más nostálgicos que el tango

Tomás Lüders30/09/2021
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Como lo escuché ratificar hace poco al gran historiador Juan Carlos Torre, somos un país regresivo. A pesar del “todes, pibis, las, les, lis, los, lus”, vivimos mirando al pasado. Siempre yendo a nuestros propios mitos. Queremos y logramos que los relatos del pasado nos encandilen. Elegimos lamernos heridas, pensar en lo gloriosos que pudimos ser “pero…” en lugar de construir lo nuevo.

Hace poco apareció un curso de reconocidos intelectuales que fueron jóvenes hace ya demasiado aleccionando desde el título, hablaba de “viejos progresistas y jovenes reaccionarios”. ¿No hay que leer en clave de rechazo algunas opciones electorales -duras, cuestionables- que ciertos jovenes toman frente a la permanente romantización de otras épocas de parte de quienes todavía hablan en nombre de “la juventud” cuando ya pasaron las seis décadas?

No llamo al silencio a los viejos pero pienso en lo poco que florece desde el progresismo hegemónico que muchos de ellos encarnan. En su compulsión a volver sobre sus años gloriosos y quedarse ahí y querer que todos entremos ahí, que lo sostengamos todos junto a ellos como una herida abierta sin lecciones que aprender (y cuántas que hay) y seguir reviviéndolo como una épica que sigue y vuelve sobre sí misma una y otra vez.

Pienso, claro que la cosa vale para ambos lados de la grieta. Porque si para la “izquierda nacional” la Edad de Oro fue la del 45 al 55, y después del 73 al 74, para el otro lado la Edad Dorada fue la que va desde 1880 a 1945… décadas, más de un siglo atrás. No vemos, no queremos ver, que nos remitimos siempre a dos modelos de país que quedaron truncos, que se autofagocitaron sin parir lo nuevo antes de que sendos golpes de estado los remataran.

Están claro, quizá más patéticos, los que se dan vuelta la gorrita, como si todavía se usara, y desde la izquierda autopercibida como trosquista proponen para “les chiques”  la celebración acrítica del “fasito” y la fluidez de los cuerpos en la cama. Pero nada más penoso con un tipo ya grande haciendose al adolescente. Nada más de viejo que  un viejo que no quiere crecer, como todo el resto de nosotros a la hora de hablar de política.

Se escuchan ideas… pero otras, nuevas, frescas. Es eso, o dejamos a los jovenes aturdirse de trapp y Milei.

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