EstampasEstampas: Los edificios, los colectivos, los pensamientos

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Por Bernardo Maison

Ahora que de a poco llega el frío, y veo a una chica despedir a otra en el umbral del edificio, pienso en la noche abierta del cielo de la pampa. Allá en el pueblo nadie se quedaba charlando mientras sostenía la puerta para que no se cierre. Pero acá, a eso de las ocho de la noche, cuando vuelvo para mi casa, casi todos se saludan, mientras piensan ‘volvamos adentro’. Casi siempre es igual. Dos amigas después de una tarde, deciden terminar con el asunto, y en un momento una dice, ‘bueno… me tengo que ir’. Y ustedes ya sabrán, no hay nada más hermoso que ver a dos amigas despedirse por un rato, a las ocho de la noche. A esa hora les queda el pelo como el cielo de la pampa abierta.

– Andá buscar a Leticia, Carlos. Con este frío se va a congelar.

– Sí mujer, ya voy…si ese lechero entra en todos lados. Siempre se retrasa.

Leticia ya camina por el camino que separa la ruta de su casa bajo los árboles. Cuando se da vuelta haciendo fuerza con el bolso sobre la espalda, ve de nuevo la mole de hierro blanca y azul recortada sobre la soja verde, la ruta gris y el cielo puro celeste de las tres de la tarde. El día es tan claro como sus pensamientos. Por un momento ve la telaraña que será la ruta, con todos esos colectivos moviéndose, disparados hacía lugares que sólo imagina en forma de líneas, curvas y rectas. Desde los primeros días en Rosario su dibujo mental ha cambiado. Pero ahora se reencuentra con el camino ancho que la lleva de nuevo a sus padres. A él lo ve venir despacio manejando la camioneta. Y claro que sonríe.


Paula se refriega un puño contra el otro, y apenas se le asoman los dedos flaquísimos de la lana violeta. Acaba de poner la pava al fuego para darse calor y fuerza porque tiene la intensión de seguir estudiando toda la tarde. Mientras escucha el sonido que ya hace el vapor, se queda mirando la planta que tiene sobre el piso de baldosas rojas del balconcito.

“Qué linda la deja el sol”.    

“Leticia ya debe haber llegado”           

“Le voy a escribir un mensajito”

 Después Paula vuelve a mirar la pava y se da cuenta que tiene que apagar la hornalla.

 

 

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