Arte y espectáculosCulturaAndrés “Colo” Pieli: hacer teatro para no dejar de jugar

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Por designios de la naturaleza, Andrés Pieli siempre fue “el Colo”, y por una búsqueda personal y constancia, su nombre está asociado a la actividad teatral. Aunque ser actor sea solamente una de sus tantas facetas, porque el Colo también es alguien fuertemente relacionado con la política, con la actividad gremial y hasta con la gestión pública en algún momento de su vida.

El teatro fue parte de todo lo que uno hizo, porque se involucra a la familia, la política atravesando al teatro y los amigos con los que compartíamos las tablas también lo hacíamos en la militancia. Se amalgamó, es un combo donde fue todo junto y yo era y soy todo eso a la vez”, sostiene.

Por estos días Pieli se encuentra abocado a los ensayos de “Perfume de campeones”, la pieza teatral escrita por Paul Citraro y dirigida por Roberto Corvatta, donde comparte el rol protagónico con otros históricos de la actividad cultural local y regional: Oscar Barotto, Ñoti Martínez, Tato Záttara, Agustín Di Mella y Verónica Pipelo. Y últimamente se sumó Moli Paulinovich como “el sexto hombre”, listo para cualquier reemplazo de ocasión. El estreno ya está definido con sus tres primeras funciones los días 15, 16 y 17 de noviembre en el Teatro Ideal.

Los ensayos de Perfume de campeones avanzan pensando en el estreno. Foto: Gabriel Carlini

Como no podía ser de otra manera, el personaje de Pieli es “Rojo”, y según el intérprete “fue un tipo que la luchó como todos, y ha tenido sus cositas que se van a ver en la obra. Cuando está solo frente al espejo uno sabe qué cosas no tendría que haber hecho, dónde metió la pata y qué cosas hizo bien. Y a este personaje hay que ubicarlo donde está, y para componerlo pienso quién fue, qué hizo en su vida y cómo llegó a este lugar. Qué hizo en la vida para que le digan que es un titán, o si somos todos titanes… Son algunas de las preguntas”, cuenta.

 

Cuando recibió la convocatoria para participar de este proyecto, no dudó un segundo en aceptar: “El teatro se trata de jugar en la vida, y habría que tomarse las cosas de esa manera para que sea más llevadero. Me sumé a esta obra pensando en el disfrute de estar al lado de toda esta gente, creo que es un sueño para cualquiera que esté en el teatro. Después voy a pedir otra cosa, pero esto es maravilloso y lo disfruto porque además hay mucha euforia en todos”, asegura.

A pesar de las extenuantes jornadas de ensayos, especialmente cuando el Nene Corvatta llega a Venado Tuerto, el Colo garantiza que “lo importante es que todos están jugando, hay una motivación muy grande. Además el tema es importante, porque uno puede decir ‘cuando sea viejo voy a hacer de viejo’, pero esto es otra cosa porque ninguno piensa en la vejez, ninguno se lo plantea. Y salimos a jugar”.

Actuar y militar

Su camino en el teatro lleva más de cuatro décadas, y aunque no es muy certero para recordar fechas, el Colo lleva cada momento sobre las tablas presente en su alma de actor. Como otros protagonistas de esta historia, llegó al teatro en 1981 con el Tato Záttara y el Ñoti Martínez en la Biblioteca Ameghino, “nos conocíamos del básquet y me invitaron a sumarme”, cuenta de quienes hoy son sus compañeros de elenco, como si el tiempo hubiese quedado congelado.

Hasta ese momento su vínculo con el arte pasaba por la música, con una efímera experiencia adolescente como bajista de la banda Chorizo, que allá por el ’74 compartió con Quico Ajubita (el único que se dedicó a la música), Juan Paroli y el Negro Ditieri.

Pero sí circulaba (en el marco de una familia fuertemente atravesada por la política en esos años) por diferentes ámbitos de encuentro para la militancia, y el Colo siente que “el teatro completó la movida política, y lo tomamos de esa manera, como una forma de enfrentar la vida, luchar y transmitir algo, fue una forma de canalizar la militancia y transmitir algo ideológicamente. Y si miramos para atrás, hay una lógica y continuidad hasta el día de hoy, porque si bien no tiene que ser netamente político o partidario, siempre hay una ideología en las obras que uno ha hecho y en la cuestión de estar en grupos independientes y generar espacios nuevos”.

Su debut fue con “El árbol de las botellitas”, una propuesta infantil, que luego le dio paso a “Historias para ser contadas”, la interpretación de las obras de Chéjov, entre ellas “Petición de manos” en los primeros concert que se hicieron en la Biblio. “Fue muy fuerte esa experiencia”, recuerda el actor a la distancia.

Después vino “El jorobadito” que “fue un estandarte del grupo Apertura y que la hicimos para los 100 años de Venado Tuerto en el teatro Verdi que estaba en su esplendor”.

Actuar y gestionar

La historia fue contada varias veces. Todo ese grupo terminó siendo partícipe de la creación del Galpón del Arte, “empezamos con limpieza porque era todo una mugre, pero fue un trabajo que hicimos con mucho placer y mucha fuerza; los talleres que se dieron dos años seguidos fueron un semillero y muchos de los que surgieron ahí siguen haciendo teatro. Estaban Rodolfo Aldasoro, Ñoti, Tato… Yo nunca me dediqué a la dirección ni a la docencia, solamente me involucré desde la actuación que es lo que me gusta”, explica.

Andrés Pieli en La razón blindada.

Pero en un momento, casi sin darse cuenta, Andrés Pieli se alejó del teatro: “Tuve un parate de varios años después que me fui del Galpón porque me casé, vino mi primer hijo y un día me di cuenta que no estaba yendo más”. Sin embargo, volvió a acercarse un 10 de enero, justamente para la celebración de los diez años de la sala de calle Chacabuco y esa misma noche Roberto Mora le propuso reponer la Petición de manos. Enseguida Tato Zattara lo convocó para la Opera do Malandro y “ahí volví después de cuatro o cinco años sin haber ido ni siquiera a mirar una obra. Y volví con el grupo Teatro Libre, no teníamos un espacio pero se fue rotando por diferentes salas hasta que se desembocó en 2010 en la sala Malandra de calle Colón”, donde el Colo fue clave gestionando las butacas del Teatro Provincial de Santa Fe que se habían reemplazado y Alejandro Tejeda y Chiqui González (del Ministerio de Innovación y Cultura de Santa Fe) se las ofrecieron. Y ahí están todavía funcionando.

Actuar y trascender

Uno de los personajes que más satisfacción le dio al Colo fue el Quijote, que interpretó para la obra “Ladran, Che”. Con su barba característica, el papel parecía hecho a su medida, y además había un traje muy bien preparado por Claudio Oliva y alumnos de El Industrial. Fue así que más tarde lo convocaron para la muestra de danzas de Susana Bosio sobre el personaje de Cervantes, junto a Raúl Mori que hacía de Sancho Panza; y después también su Quijote apareció en las escuelas… Un hit.

Otras obras que Pieli recuerda con especial cariño son “El animador”, junto a Mili Lerotich y la dirección de Tato Záttara; y “El Argentinazo” que presentaron con una puesta en escena especial en el Teatro Ideal, donde intérpretes y público estaban sobre el escenario.

En el recuento de trabajos actorales también guarda un lugar importante “La razón blindada”, un drama muy fuerte que interpretó junto a Zattara, y –en un tono diferente- “otra experiencia que me marcó fue El conventillo de la paloma, donde me convocaron y había una reunión de mucha gente, como Tito Visentín, Roberto Mora y fue una experiencia maravillosa. Hicimos 12 funciones en un mes a sala llena en el Ideal”, resalta.

Foto: Gabriel Carlini.

También supo incursionar en el cine con Roberto Corvatta y Walter Bustos, y con Atlio Perín hizo junto al recordado Dodi Alvarez un corto llamado Dios y el Demonio, que reclama que “nunca lo pude ver terminado”.

En el CV de Andrés Pieli hay un lugar importante para su paso como director de Cultura en el final de la gestión de Roberto Scott y los primeros cuatro años de José Freyre, período en el cual cuenta con el orgullo de haber recuperado la sala Braier en el piso superior de la Terminal y haber gestionado la Casa del Bicentenario.

Ahora va a sumar una nueva experiencia como presidente del centro de jubilados de ATE en General López, que se forma por primera vez. Pero sin descuidar la posibilidad de seguir jugando arriba de un escenario, como un verdadero campeón de las tablas.

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