Tomás LüdersOpinión: El progresismo de sillón y sus tormentas

Tomás Lüders11/10/2015
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Escribo esto a la 1.30 AM, a minutos de llegar a mi casa luego de una cena con amigos. Sabrán disculpar entonces la desprolijidad del texto o la imprecisión de alguna cita. Manejaba el auto con mi esposa a mi lado, tras una salida merecida hace tiempo. Ya habíamos buscado a nuestra nena de dos años de lo de su abuela, pero a pocas cuadras del mullido destino casi chocamos los tres contra una moto que dos muchachos tripulaban sin luces y a toda velocidad. Tuvieron suerte nos dijimos. Tuvimos suerte, también nos dijimos. Otra vez zafamos todos…. ¿y la próxima?

Uno se pregunta, ¿por qué esos dos chicos, a los que no les calculamos más de 20 años, manejaban a toda velocidad y sin luces? ¿Buscaban tentar al destino? ¿Desafiaban al sistema?

Esta última concepción de la realidad social parece tener cierta élite intelectual y política que, de espaldas a lo que hace más de 100 años dijo viejo Karl Marx, pretende analizar la cuestión social que nos atraviesa a todos.

Las ideas de espalda
Fue el padre teórico y moral de la izquierda contemporánea quien habló de la Miseria de la Filosofía (así se llamó un brillante texto suyo). Marx hablaba de los utopistas irremediables, quienes pretendían comprender y “resolver” desde sus cómodos escritorios, “voluntaristamente”, las injusticias de su tiempo. Pensaban el mundo desde su Amado e Impoluto Ideal, y si a los sujetos reales no les cabían sus recomendaciones, pues peor para ellos. “Así no cambiaremos nada, sino que prolongaremos la acuciante situación imperante”, podríamos parafrasear al hijo de Herschel Mordechai, que además de haber leído todos los libros, había recorrido las más paupérrimas barriadas de París y Manchester durante un pobrísimo exilio que le duró el resto de su vida. A esto último se refería Marx cuando suplicaba a sus compañeros de lucha que reconozcan “la realidad material” mientras la piensan.

Para este discípulo de Hegel, formado en las mejores universidades de su país, no se trataba de limitar la praxis de pensar a mera vanidad diletante, todo lo contrario, convocaba a los intelectuales de su tiempo, sobre todo a los que demandaban un cambio, a pensar reflexivamente. Les pedía que abrieran la puerta de sus claustros, que conocieran de qué se trataba todo, antes de reclamar lo que “debía ser” frente a lo que realmente era.

Pero en esa encerrona testaruda caen recurrentemente, por bien formada e ignorante soberbia, una gran cantidad de preconizadores y ejecutores de ideas. Desde sus cómodos sillones y salarios pontifican progresismo sobre una sociedad que desconocen, pero a la que no dejan de retar indignados. Así, hablan desde sus micrófonos de “un accidente” cuando tienen que referirse al homicidio de una familia completa por parte de un ladrón de autos, delincuente que corría a toda velocidad delante de una policía que lo perseguía a toda velocidad, también indiferente de todo, por el centro de la ciudad.

Al mismo tiempo hablan del “homicidio culposo” del homicida, es decir de haber matado sin quererlo. Lo hacen desde el cómodo y bien remunerado sillón de Juez de los Deberes y Derechos de Todos. Creen saberlo todo porque han leído mucha jurisprudencia, un saber que es totalmente abstracto, decía Marx, cuando se basa en hechos individuales que solo existen en “la idea” en lugar de en hechos que suceden en “una realidad concreta”. Nadie duda de que la desigualdad es el combustible del delito, pero a ellos, jueces de todos, no se les ocurre pensar que las primeras víctimas de esa desigualdad son aquellos que, siendo tan pobres como el delincuente, no delinquen. Aquellos que esperan que se reconozca el valor de su esfuerzo, en lugar de la permanente condencendencia ante la transgresión del vecino, de ese que vive a su lado, y no al lado del juez. Y eso que aquí solo hablo de lo que considero mezquindades “ideológicas”, no me pongo aquí a incluir a las otras que también abundan.

Con lo que voy a decir quizá me acerque demasiado al tan criticado sentido común, pero estimo que si la ley es justa y está bien aplicada no es represión, sino modelo de conducta, y acá hablo primero de las normas cotidianas antes que de las escritas. Pero así cómo la Justicia está haciendo cosas solo echan combustible a la “justicia por mano propia, que tampoco es justicia, sino una guerra de todos contra todos. Y no falta ya la leña de políticos oportunistas, que están a la espera de capitalizar la tormenta: “a río revuelto…

Si se descree de la posibilidad de aplicar justicia en una sociedad que se considera “autoritaria” y “estructuralmente injusta” (Zaffaroni dixit), entonces que se deje el traje de Magistrado de la República y se tome el de activista social. Sin embargo, nadie los ve luchando contra “la injusticia primera” o, por caso, para que haya mejores condiciones carcelarias. Claro, los ingresos y el prestigio del activista son algo menos sustanciosos que los de una magistratura.

Marx no dudaba en llamarlos a todos ellos “miserables funcionales al sistema más injusto”. Dejan sus conciencias tranquilas, urgan en las ajenas, pero no piensan si quiera en rozar el “barro y la sangre de la historia”.

Escuela Abierta para la Escuela Muerta
En una misma Torre de Progresista Marfil viven también ciertos burócratas de la pedagogía, que nos ordenan a los docentes discutir sobre cómo superar los viejos vicios de la educación “disciplinaria”. Pero, ejecutado el papá normalista durante el menemato, no supieron construir en doce años si quiera un modelo educativo de transición.

Y eso no es todo. Porque ahora parece que la cosa sigue siendo el autoritarismo de la generación del 80, y entonces pretenden que apliquemos las cálidas categorías recién traídas de Helsinski sobre la fría realidad de las escuelas argentinas. Asi por ejmplo, desde el programa “Escuela Abierta”, Nación y Provincia juntas nos exigen que no les exijamos a los chicos, “porque los chicos tienen que canalizar su deseo particular sin que el Docente le baje ordenes”. ¿De qué “deseo particular” hablarán? ¿Del de los chicos que son hijos de la indiferencia y el goce descontrolado de una sociedad individualista? Esos chicos no desean nada, buscan desesperadamente, oh tremenda frase fascista, que algunos de nosotros los ayudemos con el desorden de sus emociones y rencores. Que alguien les muestre que ganas y esfuerzo no son dos términos opuestos.

…..

Por lo pronto, el resultado del progresismo de los sillones no es ni la equidad anti-autoritaria, ni la lucha por un mundo mejor. Todos, estemos arriba, abajo o en el medio, estamos atravesados por una cultura de la no-cultura, por el individualismo inmediatista y descomprometido, no el libertario. La búsqueda de la propia satisfacción por la satisfacción misma suele no tener ni un camino ni una meta. Cuando la búsqueda de esta publicitaria felicidad no tiene una base de “trabajo transformador de la materia” (Marx dixit otra vez) deriva, y acá lo invito al psicoanálisis, en frustración homicida y suicida. Como las del ladrón de autos y sus perseguidores, como la de los dos pibes en moto y sin luces.

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