El republicano, contra las cuerdas por un vídeo sexista, totalmente denigratorio de las mujeres, redobló la apuesta, durante el debate de ayer amenazó con encarcelar a su rival, la demócrata neoliberal Hillary Clinton, si es elector presidente.
Lo cierto es que durante el segundo debate –en donde los candidatos se veían obligados a interactuar con el público y responder varias preguntas de los “moderadores” periodísticos (que, inevitablemente, actuaron más como fiscales de Trump que como periodistas) el candidato republicano se vio obligado a redoblar su apuesta.
No es para menos, ya que hasta su candidato a vice-presidente, el gobernador de Indiana, Mark Pence, lo ha cuestionado duramente tras la difusión por parte del diario Washington Post de un audio en el que el magnate afirma que gracias a su poder puede “tomar a las mujeres de su cunt –la forma más vulgar de decir vulva en el inglés estadounidense– y hacerlas a hacer lo que él quiere”.
Anoche, en uno de los duelos presidenciales más tensos que se recuerdan, Trump insinuó que, si gana las elecciones, intentará encarcelar a su rival demócrata, Hillary Clinton. También sacó a relucir los escándalos sexuales de su marido, el expresidente, Bill, que, según Trump son “más que palabras” como las suyas, y fueron, además “tapados por su esposa”.
La reciente filtración de una grabación con comentarios sexistas del magnate neoyorquino ha abierto una fractura en el Partido Republicano.
Si no fuese porque Trump ha acostumbrado a su país y al mundo, a ofensas y salidas de tono insólitas en boca de candidatos a la Casa Blanca, la amenaza de investigar y encarcelar a un rival merecería entrar en los anales de la historia electoral estadounidense.
En el debate en San Luis (Missouri), Trump prometió que, en caso de victoria el 8 de noviembre, instruirá al fiscal general —cargo equivalente al de ministro de Justicia— que nombre a un fiscal especial para investigar los correos electrónicos privados que Clinton envió cuando era secretaria de Estado, entre 2009 y 2013.