AméricaEl expulsado director del FBI aseguró que Trump lo presionó para que no investigue sus nexos con Rusia

Tomás Lüders07/06/2017
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James Comey presentó un escrito entregado al Comité de Inteligencia del Senado las presiones a las que fue sometido por el presidente de Estados Unidos: “Necesito lealtad, espero lealtad”, afirmó el expulsado de la principal agencia de seguridad estadounidense, agencia independendiente del poder ejecutivo.

De esta manera Comey confirma punto por punto las presiones que sufrió por parte del presidente Donald Trump por la investigación de la trama rusa. En un escrito de siete folios enviado al Comité de Inteligencia del Senado, Comey repasa los tres encuentros y seis llamadas que mantuvo con el mandatario en cuatro meses. De todas tomó nota y en todas Trump quiso de una forma u otra reducir la presión de las pesquisas. “Necesito lealtad, espero lealtad”, le llegó a decir en una reunión privada en la Casa Blanca.

Trump ha encontrado su propio muro. Una barrera que no cede y que puede acabar con él. Es James Comey. Un hombre alto, que habla claro y de integridad probada. La declaración presentada ante el Senado, y que mañana será leída ante el Comité de Inteligencia, está destinada a la historia. De sus palabras puede derivar un caso de obstrucción. La piedra de toque de un todavía remoto impeachment.

El documento es la peor pesadilla para la Casa Blanca. Con meticulosidad, Comey revela los detalles de cada encuentro. La mayoría de ellos ya han sido filtrados a la prensa. Y el relato de lo publicado coincide sustancialmente con lo aportado como testimonio por Comey. No hay desviación.

El primer encuentro a solas se registró el 27 de enero en la Casa Blanca. El presidente le había invitado personalmente. Era de noche. Acudió solo. “Ocupamos una pequeña mesa oval en el centro del Salón Verde. Dos asistentes de la Marina nos atendieron. Solo entraban en la habitación para servir comida y bebida”, recuerda Comey.

En este ambiente, Trump le recordó que “muchos querían su trabajo y que entendería que quisiera irme”. “Mis instintos me dijeron que en esta comida cara a cara… estaba tratando de crear una relación tutorial. Eso me preocupó mucho, debido a la independencia del FBI”, detalla el escrito.

Comey intentó salir del paso señalando que “no era fiable en el sentido político”, pero que le podía ser sincero. Fue entonces cuando el presidente le dijo: “Necesito lealtad, espero lealtad”. El director del FBI se negó a contestar. “No me moví, ni hablé ni cambié mi expresión facial en el incómodo silencio que siguió”. Antes de la partida, Trump volvió a insistirle. Comey entonces respondió: “Siempre tendrá mi honestidad”.

El siguiente encuentro ocurrió el 14 de febrero. También fue en la Casa Blanca. Terminada una reunión de seguridad, el presidente se quedó a solas con Comey. Ahí fue cuando el mandatario le pidió que cerrase las pesquisas sobre el consejero de Seguridad Nacional, Michael Flynn, destituido la víspera y personaje central de la trama rusa.

“Es un buen tipo. Espero que puedas ver la forma de dejar pasar lo de Flynn, espero que le puedas dejar ir”, le dijo Trump. Comey volvió a mostrarse parco: “Efectivamente es un buen tipo”, respondió.

Nada más acabar la reunión, el director del FBI preparó un memorándum de la conversación. A su juicio, el presidente le había presionado para poner fin a cualquier investigación relacionada con Flynn. “Pero no entendí que el presidente estuviese hablando sobre toda la investigación de Rusia o posibles vínculos con la campaña”, señala el escrito.

A lo largo de las conversaciones, Trump siempre defendió su inocencia y manifestó su malestar por la “nube” que suponía para su trabajo político la investigación. “El presidente me dijo que en el caso de que hubiese satélites asociados que hubieran hecho algo mal, sería bueno encontrarlos, pero que él jamás había hecho nada malo y que esperaba que yo encontrase la forma de señalar que no le estábamos investigando”.

De todas estas reuniones, el director del FBI guardó notas que pueden ser requeridas en un juicio como prueba. Cada memorándum, además, fue discutido con su equipo. Juntos concluyeron que el presidente había tratado de influir en el caso, pero decidieron guardar silencio para no afectar el curso de las indagaciones.

El escrito es clave para saber si la destitución el pasado 9 de mayo fue debida a la negativa de Comey a someterse a las presiones. El ex director del FBI, nada dice al respecto. No interpreta. Es puramente denotativo.

En principio el despido fue atribuido por la Casa Blanca a su errático comportamiento en el caso de los correos de Hillary Clinton, pero pronto el mismo Trump hizo saber que lo había fulminado harto de “esa cosa de Rusia”. Para remachar, el presidente le llamó “fanfarrón” y, al día siguiente del despido, en una reunión con el ministro de Asuntos Exteriores ruso, reconoció que con su marcha se “había quitado mucha presión de encima”.

Bajo estas coordenadas, la defenestración de Comey ha sido entendida como un ataque a la línea de flotación de las investigaciones sobre la trama rusa, el expediente del FBI que intenta determinar si el equipo electoral de Trump se coordinó con el Kremlin en la campaña de desprestigio que sufrió Hillary Clinton de la mano de los servicios de inteligencia rusos.

Al corroborar las filtraciones, el cielo se va oscurecer para Trump. La tormenta será sobrecogedora, pero la construcción de un caso de obstrucción aún necesita pruebas. El despido cae dentro de las atribuciones presidenciales y para que se dé obstrucción hay que demostrar la intencionalidad, un paso de enorme complejidad. Paralelamente, se espera que la Casa Blanca reaccione y apunte contra Comey bajo el argumento de que si sintió que el presidente estaba cruzando el margen de la ley, por qué no lo denunció o dimitió. La batalla está abierta.

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