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En un país unitario como el nuestro, el anuncio del presidente Alberto Fernández disponiendo que el AMBA pasa a una etapa de distanciamiento, social preventivo y obligatorio dejando de este modo atrás la cuarentena (en realidad, el aislamiento social, preventivo y obligatorio) provoca una clara confusión que repercute en toda la geografía.

Así por más que el gobernador de Santa Fe, Omar Perotti, confirmó el viernes que en nuestra provincia el aislamiento social, preventivo y obligatorio (la cuarentena) continúa, hace rato que por acá son pocos los que cumplen. Solo es necesario darse una vuelta por las calles de nuestra ciudad para comprobar que el miedo ya fue y que los venadenses circulan con escasos cuidados (esto ocurre en la mayoría de las localidades del país). Lo mismo sucede en los comercios que poco a poco comienzan a distender sus protocolos. Algunos ya ni obligan a refregarte las manos con alcohol en gel antes de ingresar.

Mientras, por ahora los números no justifican dichas distensiones, por más que en los diarios reportes de la Provincia y del Municipio local los casos de coronavirus hayan bajado, estamos muy lejos de  suponer que la pandemia ya pasó. De hecho, basta considerar lo que sucede en Europa con una segunda ola, que parece que puede ser peor que la primera, para tomar las precauciones debidas.

Por supuesto que a esta altura es imposible retroceder a una cuarentena estricta, sobre todo porque el endeble sistema productivo argentino no lo toleraría. Además, aunque los números todavía están lejos de ser certeros (recién en el 2021 podremos evaluarlos en su verdadera dimensión), el viernes Argentina superó en cantidad de muertos por millón de habitantes al EEUU de Trump, lo que demostraría que la cuarentena más larga del mundo no logró 100 por ciento su cometido.

De todos modos, como sostiene el sociólogo Miguel Ángel Forte parece ser que ingresamos en una etapa en donde naturalizamos la distopía y esto es peligroso.

La pandemia como excusa

Lo cierto es que nuestros gobernantes por un lado empiezan a actuar como si la pandemia tuviera cada vez menos importancia y priorizan la recuperación de la reclamada libertad de los ciudadanos. (Qué lejos quedó aquella frase de Alberto Fernández: “La libertad se pierde cuando uno muere, cuidemos la vida”). Pero a la vez, reflotan la pandemia en sus discursos cuando tienen que justificar los escasos resultados de sus gestiones. Las desordenadas palabras de Omar Perotti en su reciente visita a Venado Tuerto, es un claro ejemplo de esto.

La pandemia ya fue”, parece ser el enunciado triunfante a pesar que los contagios no desaparecieron (solo disminuyeron) y las muertes continúan.

La salvación de las vacunas

A la vez no hay duda que esta naturalización de la pandemia mucho tuvieron que ver las distintas declaraciones de Alberto Fernández manifestando que pronto llegan las vacunas rusas Sputnik 5 para “todas y todos”. Es más, dio diciembre como fecha del comienzo de los operativos de vacunación.

Dicha aseveración parece ser más una expresión de deseo que una realidad, es que por ahora por más avanzada que esté la Sputnik 5 todavía no pasó la fase 3. Ojalá atraviese dicha fase con éxito pero lo certero es que hay que esperar que eso suceda. Entonces, ¿por qué el apuro del anuncio del presidente? La respuesta parece que tiene que ver más con la necesidad de otorgarle una ilusión a la “gente”. Esa misma “gente” que al comienzo de la pandemia todas las encuestas indicaban que apoyaban en masa al gobierno, hoy la cosa parece haber cambiado.

Encima el mandatario nacional -en otro grosero error comunicacional- destacó que él ya tiene en su poder dos dosis de la vacuna rusa, pero que no se la iba a aplicar porque no le parecía justo hacerlo antes que “otros argentinos”. Lo que inmediatamente fue leído por una gran porción de los habitantes del país como una actitud de desconfianza y no de generosidad. Más de uno recordó que el presidente de la Federación Rusa, Vladimir Putín, en un gesto diametralmente opuesto difundió que una de sus hijas participó en los ensayos de la Sputnik 5.

Así las cosas, ni siquiera la vacuna parece poder culminar definitivamente con la pandemia y va a resultar casi imposible volver a nuestra vida “normal” (esto es, ante de la pandemia).

Mientras tanto, la decisión de naturalizar la actual distopía es demasiada peligrosa. Porque, entre otras cosas, esto provoca que se distiendan todas las medidas de prevención y aceptemos como “natural” que este maldito bicho siga haciendo de las suyas dejando enfermos y muertos en el camino.

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