Por Mauro Camillato
Tener en cuenta el Otro, respetarlo, aceptarlo es fundamental para el funcionamiento social. Más aún en un sistema democrático.
El Otro existe, y a partir de ahí nos constituimos como sociedad. El no tener en cuenta al otro nos convierte en fundamentalistas.
Peor aún, defenestrar el Otro, no aceptarlo, negar las diferencias, no tolerar al que piensa diferente, considerarlo un enemigo y luego escracharlo es una actitud cuasi fascista.
De hecho, el teórico alemán Carl Schmitt sostenía que en política “el Otro es el enemigo”. No había espacio para los consensos, solo para la anulación (incluso física) del adversario. Poco después Schmitt se convertiría en uno de los principales intelectuales del peor régimen padecido por la humanidad moderna, el Tercer Reich nazi.
Y esto le cabe a todos los sectores por igual, no existe un sector legitimado para imponerse sobre el Otro, nada le otorga dicha legitimidad en un sistema democrático. La obtención de la mayoría de los votos no habilita a quien gana una contienda electoral a avasallar los derechos de las minorías. Salvando las distancias con los hechos narrados, la historia nos da tristes ejemplos al respecto: casi todos los totalitarismos del XX tuvieron la aprobación de las mayorías, que fue utilizada para aniquilar minorías (nazismo alemán, fascismo italiano, la Unión Soviética de Stalin)”
Por eso es tan deplorable que se le tire huevos a un dirigente político, solo por pensar distinto. Como también lo es (aunque en menor escala, si se lo compara por el nivel de violencia) que se le silbe y abuchee sin sentido en un acto público.
Rechazamos en su momento que se le hayan tirado huevos al diputado nacional Agustín Rossi a la salida de un acto político en el Club Chanta Cuatro Sarmiento de nuestra ciudad, en medio del llamado conflicto campo – gobierno. Fue lamentable ver en aquel momento a señores y señoras bien empilchados tratando de escrachar a un dirigente que, mal que les pese, fue elegido democráticamente. Nada justificó semejante y cobarde acto.
De la misma manera fue lamentable observar como asistentes a uno de los eventos más importantes ocurridos en Venado Tuerto en los últimos tiempos, silbaron y abuchearon a la máxima autoridad política de la provincia, sólo por no pertenecer al colectivo K.
Contrariamente a lo buscado, fue el acontecimiento que terminó opacando en parte una jornada inolvidable para los venadenses. Es que no es común que la presidenta, integrantes del gabinete nacional, gobernadores de otras provincias, dirigentes de instituciones productivas de todo el país y empresarios varios se reúnan aquí todos a la vez y en el mismo lugar. Y encima para anunciar un plan (Plan Industrial 2020) que más allá de las valoraciones al respecto, posee una magnitud importante para el futuro de la Argentina.
Y más aún, el abucheo fue, contrariamente a lo planeado por sus realizadores, funcional a Binner, ya que le sirvió para victimizarse y tener mayores espacios en los medios nacionales en plena campaña electoral.
Lo cierto es que después del acto en Venado Tuerto se armó una discusión a veces banal y sin sentido alrededor del no-discurso del gobernador santafesino. Todavía no está claro si se negó a hablar o no lo invitaron a hacerlo. Lo que es real es que lo dejaron en un segundo plano adrede (sólo hace falta mirar el lugar que le guardaron en el escenario y ni hablar en los discursos: De Mendiguren, Iraola y Cristina lo obviaron por igual).
Sin embargo, insisto, lo más preocupante en una novel democracia como la nuestra, continúa siendo el rechazo del Otro, no importa de qué sector provenga.