Tomás LüdersOpinión: ¿Nada que analizar?

Compartir esta noticia
Share on Facebook
Facebook
Tweet about this on Twitter
Twitter

Ayer por la mañana mañana escuchaba a un conocido locutor local señalar que, después del contundente triunfo de la presidenta, “no había nada que analizar”. El comunicador retomaba un argumento que resonó en casi todas partes: “habló el pueblo, ergo no hay nada que decir”.

Más allá de lo precario del argumento que entiende que toda coincidencia de votos equivale a un inmutable colectivo humano (“el pueblo”), si los enunciados “analíticos” se enmarcan en lo que hasta ahora viene apareciendo publicado, quizá el locutor estaba en lo cierto.

La discusión pública argentina –la mediática y la de los cafés- se ha visto reducida a un mero “a favor” o en “contra”. Los columnistas y los comensales se arrojan a la cara argumentos para infligirle la derrota al otro. La situación está tan polarizada, que cualquier cosa que se opine debe reforzar la propia postura. Si una interpretación sobre lo que pasa no sirve para demostrar que la virilidad de uno es más larga que la del otro, entonces se descarta. Y eso que la cosa no pasa por oposiciones tan radicales como “socialismo” o “liberalismo”.

Los antagonismos actuales tienen aspiraciones mucho más limitadas, casi como los que animan a tribunas futboleras rivales. Se trata de ganar o perder el juego. Como estamos, por suerte, bajo un régimen democrático, el argumento de las mayorías, como los goles en la cancha, son la mejor prueba de superioridad: “el pueblo no se equivoca”. La “minoría derrotada” no se anima en este caso a responder con la acusación de fascismo, pero a muchos ganas no les faltan.

Lo cierto es que los medios de comunicación vienen actuando desde hace tiempo como partidos políticos, y cualquier opinión producida aparece como la toma de partido por uno u otro bando. Un columnista-académico como Tomás Abraham admitió hace poco “estar en la trinchera opositora”, su argumento era que “ellos la empezaron”.

No se trata de invalidar los cuestionamientos o impugnar coincidencias. Tampoco de plantear abstractos consensos, como oportunistamente supo plantear la oposición más berreta ante la intemperancia oficial. No todo es negociable, porque hay demandas que son contradictorias.

De hecho este mismo medio viene sosteniendo una línea editorial muy crítica hacia el Gobierno Nacional y reivindica su derecho a expresarla, así como el derecho de otros comunicadores a manifestar un discurso más cercano a avalar medidas y estrategias oficiales. Pero la labor periodística e intelectual debe salirse de la dialéctica tribunera si pretende interpretar la compleja relación que se teje entre política y sociedad.

Sin embargo ahora, como después de las primarias, las interpretaciones de la “trinchera enfrentada a la victoriosa”  han callado u ofrecido lecturas casi partidarias frente a una derrota que no pueden evitar asumir como propia. Así por ejemplo, otro famoso intelectual -de reciente visita a la ciudad- reclamaba, desde su platea preferencial, cambios ante el equipo propio que no para de perder. Se indignaba porque “la oposición” había” jugado fragmentada”. ¿Alcanza el “anti” para definir un proyecto político?¿Qué tiene que ver Duhalde con Binner? ¿Fue mezquino el dirigente socialista por no firmar la re-edición de una alianza entre la UCR el centro-izquierda?

El problema de Binner es que ahora tiene que diferenciarse del gobierno”, señalaba un analista de llamada “La Corpo” –el nombre bajo el que el kirchnerismo apila a todo lo que ubica en la vereda del frente-. ¿Diferenciarse en qué términos? ¿siguiendo el estilo de la chicana al boleo en el que entraban quienes eran los candidatos preferidos de Clarín (hasta que dejaron de medir bien)?

A este cronista le sonó a signo de madurez política la apuesta a largo plazo del líder socialista y los suyos. Un rejunte electoralmente exitoso como la Alianza dejó pruebas más que suficientes de que los armados oportunistas no son alternativas políticas válidas. El socialismo y sus aliados de centro-izquierda se negaron a llevar la contra al precio de los principios y programas. Eso de por sí ya es una victoria moral y, aunque ahora el segundo puesto haya sido módico, también cosechó sus frutos en las urnas.

Ahora bien, dentro del arco opositor, es cierto que no es sólo la UCR la que tiene que clarificar su propuestas, ya que el propio socialismo santafesino, si bien se ha preocupado por la formación de cuadros técnicos, aún parece negarse proyectar un programa nacional consistente. En lo personal, temo que la timoratez de la socialdemocracia europea y de ciertos sectores del Frente Amplio uruguayo se conviertan en el camino a seguir.

Es cierto que para una alternativa democrática progresista tampoco resulta fácil que el justicialismo haya recuperado para sí el significante “pueblo”. Que la interpelación popular en clave setentista resulta más efectiva y seductora a ciertos sectores medios que al "más debajo" de la escala socioeconómica no le facilita las cosas a los de Binner, ya que desde que existe el peronismo, es dentro de este sector en donde la izquierda y el centro-izquierda cosechan su base electoral más consistente.

De Duhalde y Rodríguez Saá ya nos hemos expresado en otra columna, y la verdad es que a veces de lo que es tan obviamente grotesco mejor no seguir hablando (quien los eligió pudiendo elegir otra cosa, que se haga cargo, y a los súbditos puntanos mi mayor conmiseración).

Por su parte, más allá de las identidades que se les asignan, los sectores socioeconómicos menos favorecidos parecen demostrar que actúan con autonomía e inevitable pragmática. “Voto a Cristina porque tengo laburo” me comentaba hace poco un operario de una empresa contratista de Vialidad Nacional. El mismo argumento lo he escuchado entre trabajadores rurales e industriales. No he indagado entre los sectores pauperizados que ya no buscan sus medios de vida en el mercado laboral: sé que muchos en la ciudad se muestra agradecidos hacia la mano gubernamental local, que se encarga de hacerles saber que es ella la que les da de comer (y lo mismo pasa allí donde el asistencialismo se lleva puesta cualquier propuesta de promoción social). Pero entiendo que para quien está acostumbrado a vivir al día, las disputas de un “más arriba” social resultan extravagancias sin sentido. Ellos, que son múltiples y diversos, y no una sola identidad popular, no juegan al boca-river de los cafés del centro.

(TL)

https://www.venado24.com.ar/archivos24/uploads/2019/07/ESTEVEZ-BANNER-WEB-OKEY.gif