Arte y espectáculosMúsicaHay un túnel, una luz, una salida

Juan Miserere23/07/2021
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“La muerte no existe”, cantaba Palo Pandolfo en el tema que abría el disco Espiritango de Los Visitantes. Sabíamos que no era cierto, pero queríamos aferrarnos a la idea. Y ahora con la noticia encima, lo queremos cantando eso para siempre.

El camino del arte a veces no necesita mucha lógica, la emoción no tiene que ver con el músico más brillante, con el que toca más notas, con el poeta más lúcido ni mucho menos con la cantidad de discos vendidos (¡qué viejo!.. reproducciones en las plataformas sería ahora). Simplemente hay artistas que logran sensibilizar de una manera especial, donde se genera una conexión plena con lo que se recibe. Y la emoción y el goce son totales.

A mí siempre me pasó eso con la música de Palo. Desde los ’90 cuando descubrí a Los Visitantes, porque había canciones, había rock, había poesía, unos cruces tangueros-candomberos pero deformes, medio desafinados, medio salvajes. Completamente lúcidos.

No me importa si la obra de Don Cornelio, de Visitantes, de La Hermandad y los discos solistas son los mejores del rock nacional. No me importa eso, porque sé que son los que más me conmueven. Y eso no tiene precio.

“Cenizas y diamantes”, de Don Cornelio. De ahí se desprende la frase que titula la nota.

Palo era un tipo que vibraba arte. Hablaba mucho, casi sin parar, y siempre estaba desplegando alguna teoría, alguna idea ante quien quisiera escuchar. Siempre parecía estar creando, proyectando canciones, frases, sonidos.

Perdón por la autorreferencialidad, seguro hay un montón de notas repasando la historia de Pandolfo y lanzando teorías sobre la importancia de su obra ahora que pasó a la inmortalidad. Pero me enteré de la noticia y se me cerró el pecho, me quedé triste de verdad. Me llegaron un montón de mensajes al celular, los primeros informando la novedad y un rato después casi dando el pésame. Se ve que a mucha gente le hablé de mi amor por su música.

Como Spinetta, Palo siempre se encargó de reinventar su propio camino como regla. Con Don Cornelio grabó uno de los discos pop-rock más brillantes de los ’80 con su mayor hit nunca superado (“Ella vendrá”)… y enseguida hizo uno de los más oscuros de la historia del rock nacional (“Patria o muerte”).

Con Los Visitantes compuso gemas del cancionero popular argentino (“Playas oscuras”, “Gris atardecer”, “Estaré”, “El ente” y tantas más). Y su carrera solista lo llevó del rock rabioso a la canción criolla y el tango sin escalas, sin contradicciones. Eso era parte del universo Pandolfo, donde entra todo. Sobre todo la belleza.

¿Cómo iba a repetirse alguien que escribió que “hasta el mismo sol da vueltas impaciente, la rutina caracol lo destruye lentamente”?

Palo en el CIC, registrando a la murga local. Año 2016. Foto: Javier Cebrero.

Aproximaciones

Todavía guardo en el corazón una larga charla con Palo en Firmat, la primera vez que lo vi en vivo. Sentados en la chata de Gaspar Risso, realizamos una entrevista de más de 40 minutos con el colega Pablo Rodríguez antes del show en la mítica Pocilga. Por ahí está la foto y algún tema subido a Youtube. Palo estaba próximo a editar “Esto es un abrazo”, el primer material de La Hermandad, la última banda que tuvo. Era 2015.

Después vino a Venado Tuerto. Ese día me puse la pilcha de productor y junto a Paul Citraro nos embarcamos en la idea de hacerlo tocar en el Centro Cultural Municipal. Era octubre de 2016, justo la semana en que se clausuró la sala 2 del teatro donde iba a ser el show.

Aquella entrevista en Firmat.

Se tuvo que hacer abajo y no fue casi nadie. A pesar que el recital venía bastante subsidiado desde Cultura de la Municipalidad, perdimos plata. Enseguida entendí que no perdí nada, sino que compré felicidad. Comimos un asado post show con toda la banda y al mediodía siguiente Palo y compañía fueron al CIC del barrio Iturbide a conocer y saludar a los chicos de una murga que funcionaba en el lugar.

En la semana previa, cuando le comuniqué el plan, me dijo: “Si hay política tiene que haber choripanes”. Y Palo terminó tocando un bombo con los pibes… y hubo choripanes.

Militante de La Fede en la adolescencia, medio anarco en los agitados ’80 y cercano al kirchnerismo en el siglo XXI, Palo era tan inquieto como a la hora de hacer canciones… un poco revoltoso también para acercarse a la política.

Sus redes mostraban este mediodía que el concierto anunciado para el 8 de agosto en Buenos Aires ya tenía entradas agotadas, y la semana pasada estrenó un nuevo tema junto a Santiago Motorizado, adelanto de su próximo disco, que seguramente saldrá póstumo. Palo estaba activo, nada hacía imaginar este final tan repentino, tan abrupto.

Recuerdos

Los dos pilares de la música argentina de los últimos cincuenta años son Spinetta y García y ellos siempre estuvieron en una evolución constante. Ellos siempre fueron mis maestros en la música en castellano, y luego están Los Beatles, que en cinco años pasaron de ‘Please, please me’ al Album Blanco. Hay una búsqueda artística y no el encuentro de la fórmula del kiosco para salir a laburar. Muchas veces digo que me gustaría tener la pelota y que la cuenta bancaria me crezca porque tengo tres hijos, pero no lo hago para flagelarme, sino que me sale así”, decía con una risa estruendosa final en una entrevista realizada antes de su visita a Venado Tuerto, cuando presentó el disco Transformación. El disparador era una nueva mutación en su sonido.

En tanto, en aquella larga entrevista en Firmat, Palo desplegó una teoría tan lúcida como inquietante sobre la degradación social que atravesaba –y atraviesa- el país: “Me jode que la fiesta menemista se traslade al reviente en el siglo XXI y que un pendejo se fume un faso y me afane. El menemismo destruyó toda cultura posible. Y eso sumado a todos los Audi que andan por las autopistas, toda la gente que tiene esos autos… le tengo fobia a los Audi”.

Y cerraba cuestionando “la desigualdad atroz y enferma en la que tenés que vivir y la pérdida del símbolo en la pendejada. No hay un intermedio entre la realidad y el pensamiento, la cultura fue lapidada durante el menemismo por tanta cocaína y tantas boludeces, la negación de lo que somos, la dilapidación del Estado en manos privadas, la fiesta loca del 1 a 1 que fue luctuosa. Todo eso es muy visible en el Gran Buenos Aires, que es el pulmón electoral y fuerza de choque del peronismo; que de todos modos es maravilloso como movimiento”.

A esa frase le sucedieron varios años, el fin de ciclo kirchnerista, la nacionalización del macrismo y la era actual. No importa casi nada. Quedan las canciones. Y la tristeza.

 

La foto principal que acompaña la nota es de Javier Cebrero

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