Tomás LüdersOpinión: Carne para hoy

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Ante la llegada de 10 mil kilos de milanesas y otros cortes a Rufino, cabe realizar un breve análisis sobre la efectividad de estas medidas, y sobre todo, de las alternativas muy superadoras que hubieran sido posibles.

Por Tomás Lüders

 

Discrecionalidad y efectismo
El programa “Carne para Todos” tenía previsto, como sucedió antes con la venta de merluza, recorrer solamente las ciudades del Conourbano, allí donde el gobierno suele concentrar con fines electorales la mayoría de los recursos destinados a la asistencia social que escapan a las prestaciones universales.

Ante las críticas que esto suscitó entre distintos referentes del interior del país, el ministro Florencio Randazzo señaló recientemente que “había decisión política” de extender el programa a la provincias, y hasta llegó a anunciar que se encargaría a técnicos del CONICET la programación de la venta.

Lo cierto es que, dada la escasez de carne, el programa sólo puede vender 10 toneladas diarias (0, 15 % del consumo nacional), por lo que por más genialidad que apliquen los técnicos del organismo nacional, a menos que descubran cómo hizo Jesús para multiplicar los peces, resultará imposible abastecer a todo el país con los cortes a precio popular. El stock ganadero de Argentina perdió 10 millones de animales entre 2006 y 2010, y actualmente se faena la mitad de animales que hace tres años. La faena de vientres que se vino produciendo de parte de los productores hará además que la recuperación de las cabezas perdidas lleve varios años.

¿Objetivo a medias?
Hoy el camión está llegando con la carne a algunas ciudades del interior (ver nota anexa). Por lo que ocasionalmente, quienes viven fuera del conurbano pueden acceder al producto a un mejor precio. Lo cierto es que además de la intermitencia de esta oferta, los cortes a precios populares sólo están llegando a ciudades gestionadas por intendentes afines al gobierno nacional. Nuevamente la discrecionalidad electoral es el criterio, y no la necesidad de la población (lo mismo, por ejemplo, está sucediendo con las 3 millones de netbooks del plan “Conectar Igualdad”, que comenzaron a repartirse en el conurbano y luego, muy de a poco, entre las ciudades cuyos jefes municipales debieron hacer una acto de fe kirchnerista).

Pero más allá de lo que sucede con algunos programas específicos de amplio impacto público, ésta es la norma con la se reparten discrecionalmente los fondos del tesoro nacional que no se están coparticipando a las provincias (cabe recordar que bajo ambos gobiernos kirchneristas, Argentina está teniendo el piso más bajo de coparticipación desde la sanción de dicha ley a fines de los 60s). No es casual que en nuestra ciudad los fondos nacionales para obras tan esenciales como las cloacas para los barrios alejados del centro hayan aparecido sólo cuando el intendente Freyre se definió, hace no tanto tiempo, como leal al gobierno. Ésta, y ninguna otra razón de genial estrategia política, es el motivo por el que el kirchnerismo ha logrado captar a la mayoría de los referentes provinciales y municipales del país.

Carne al alcance de pocos abastecida por unos pocos
La empresa frigorífica encargada de distribuir los cortes vacunos a precios populares se llama “El padrino Don Corleone SA”. Esto parecería una mala cargada anti-k, si no fuera estrictamente cierto. “El Padrino” es el único abastecedor de los cortes. Su dueño, Ricardo Bruzzese, es un empresario que supo militar antes en las filas del menemismo, aunque hoy se declara “nacional y popular”.

No es para menos. Su cercanía con el poderoso secretario de comercio interior, Guillermo Moreno, no sólo le permite monopolizar este programa, sino también obtener los escasos y deseados permisos de exportación (ROE) que otros tienen bloqueados.

Es decir que mientras se producen permanentes despidos en las empresas frigoríficas del país y la zona, muy ocasionalmente, sólo algunos ciudadanos tendrán la posibilidad de acceder a estos cortes. Ni siquiera un aliciente frente a la destrucción de la industria cárnica. La soja, aquel “yuyo” denostado por emplear poca mano de obra, tiene en esto otra de sus causas para seguir extendiéndose.

¿Lomo para todos?
Posiblemente el abastecimiento, luego de algunos duros años para los consumidores y los trabajadores del sector, se recuperará. Los empresarios sobrevivientes harán una buena diferencia. Pero si no se prevé una política ganadera de largo plazo, que permita sostener precios elevados para la carne de exportación y precios bajos para los cortes no exportables (que son en general los elegidos por el consumidor argentino), en poco tiempo el ciclo volverá a repetirse.

Lo cierto es que con la corrección política de un arado, los voceros vedetes del sector agropecuario habían dicho que los argentinos debían pagar el lomo a 80 pesos el kilo, de acuerdo a su elevado valor internacional. Preocupados por quedar bien con sus representados, no se preocuparon en plantear que desregular los precios y exportaciones de los cortes premium permitiría, como sucede en Uruguay, bajar los precios de los cortes no exportables (por ejemplo, todos aquellos que tienen hueso).

El Gobierno, decidido a quedar bien con todos los consumidores salió a responder que quería que los argentinos comieran lomo al menor precio posible. Una ecuación imposible de sostener para el sector cárnico. No se tuvo la mínima creatividad para aplicar un programa que permitiera diferenciar entre lo exportable y lo no exportable. En lugar de responder con alternativas inteligentes, el Gobierno decidió que era más importante articular el tema a su estrategia confrontativa. “El lomo de los argentinos para el pueblo, y no para los negocios de los oligarcas”. No se trataba de idealizar a los productores ganaderos que, como todo empresario, buscan rentabilidad sin fines solidarios, pero si la preocupación era sostener una industria tan importante, y a la vez conservar “la milanesa” en la mesa de los argentinos, había alternativas a la mano que no fueron exploradas porque parecía más importante ganar la aprobación de las masas. No existieron entonces las propuestas posibles, que eran muchas.

Lo que terminó sucediendo entonces fue el remate de los vientres de parte de productores que no se encontraban satisfechos con la rentabilidad de su industria (posiblemente nunca perdieron dinero, pero es cierto que ante la opción de dedicarse a un negocio más simple y de rentabilidad más rápida como la soja que a otro más complejo y de menor rentabilidad como la carne, optaron lógicamente por lo primero). Salvo excepciones, es cierto que pocos productores propusieron un esquema alternativo entre la desregulación total del mercado y el cierre total. Todos jugaron su juego.

Hoy los argentinos no pagamos 80 pesos el lomo, está aún más barato que en otros países en los que es un producto ultrapremium que se vende bajo el sofisticado nombre de filet mignone. Pero su precio superior a los 40 pesos promedio (o más), igual lo hace inaccesible para la mayoría de los consumidores criollos -como siempre lo fue-. En cambio, sí se paga carísimo un corte que no tiene valor en el extranjero como es la costilla, para mencionar sólo uno.

Ver más en Venado24: "Carne para todos en Rufino"

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