Politica“Me importa una mierda”: un fugitivo y una familia muerta en Venado Tuerto

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José Daniel Nacre, había robado un auto. La policía lo perseguía por las calles de Venado cuando en un cruce atropelló y mató en el acto a Natalia, Rocío y Leo. El ladrón manejaba a más de 80 kilómetros por hora. En su sangre había rastros de cocaína y marihuana. Esta semana la Cámara de Apelaciones confirmó la sentencia otorgada en primera instancia a Nacré, aunque bajó la pena de 17 a 15 años.

Crónica: Pablo Rodríguez/ Transmedia Venado

La noche del miércoles 7 de octubre del 2015, José Daniel Nacre consumió cocaína y marihuana. El coctel lo ingirió antes de subirse al Volkswagen Bora negro, patente trasera FEC 798. Lo robó horas antes, en Venado Tuerto, Santa Fe. Para las 23:15 de ese día, el auto era un arma. Y quien conducía un asesino al volante. Poco antes de la medianoche, mientras era perseguido por la policía su auto impactó de lleno en la moto donde iban Natalia Gavaciuti (29), Rocío Gavaciuti (12) y Leonardo Díaz (30). Los tres fallecieron en el acto.

Antes del accidente, Natalia, Leonardo y Rocío, se habían reunido con otra familia para cerrar la venta de una moto. Laburaban temprano al día siguiente y la nena iba al colegio. No querían regresar tarde a su casa. A la vuelta, Natalia llevaba a Rocío en su moto. Y a poco de salir, pinchó la rueda. Decidieron volver de sus amigos. Les ofrecieron llevarlos en auto pero no quisieron. Se fueron los tres en un solo vehículo. La noche se prestaba para un paseo en moto.

– Ellos venían para acá. A la mañana habían estado con nosotros. La nena no había ido a la escuela -, dice Antonella, hermana de Natalia.

– ¿Qué te acordás de ese día?

– Comimos al mediodía y se fueron. Estuvieron en su casa. Mi hermana limpiaba y la nena con el teléfono como era de costumbre. A la noche cenaron con unos amigos.

– ¿Cómo se enteraron de lo qué pasó? -, digo girando mi cabeza hacia la izquierda para mirar fijamente a Susana de 63, la mamá de Natalia.

– No nos enteramos por la policía. Yo me entero por la radio.

– ¿Y qué más?

– La nena tenía que venir a dormir acá. Nunca llegó, – interrumpe Antonella.

Antonella y Rocio
Antonella y Rocio

***

La casa donde nació Natalia queda en Esperanto al 600, entre Chaco y Formosa. Es simple, del tipo de “familia trabajadora”. Apenas se ingresa, hay una mesa con mantel de plástico. A la izquierda un sillón de dos cuerpos de cuerina. Y la tele de tubo, sobre una mesita con ruedas. Un poco más al costado contra la pared, el clásico modular que en la mayoría de los hogares guarda cubiertos, platos, vasos o también sirve para apoyar portarretratos. Más adelante, una puerta corrediza separa el comedor de la cocina. En el momento que fui, había olor a comida, hecha hace un rato.

Susana, está sentada perpendicular a la mesa. Mira hacia abajo permanentemente. Junta los dedos de su mano derecha en forma de puño y golpea la madera. Uno, dos, tres golpecitos leves. Atesora los últimos momentos con su hija. De la nada me cuenta que hablaban mucho de trabajo y que Natalia estaba contenta con lo que hacía. Le daba mucho orgullo ver como se ocupaba de su nieta. “Todo lo que necesitaba la nena lo tenía”, dice. Y sostiene que desde el 2002 Natalia padecía de dolores en el cuerpo. Pero nunca dejaba de cumplir con su trabajo.

– ¿Qué te acordas del 7 de octubre?

– La nena se fue a las 2 de la tarde y me dijo: “Abuela esperame que esta noche vengo a dormir y mañana voy a la escuela desde acá”, – traga saliva, mira hacia el ventilador blanco que cuelga del techo.

Susana aguantó hasta la 1 de la mañana, ya 8 de octubre. Se acostó y recién por la am local, LT 29, cerca de las 8, empezó a escuchar noticias que le llamaron la atención. Había tres personas en la morgue judicial esperando a ser identificadas. Una mujer, un hombre y una nena con menos de 16. Tuvo que ir. Tenía un mal presentimiento.

Al llegar a la morgue en el barrio Alejandro Gutiérrez, no la dejaron entrar. Empezó a gritar. Vinieron dos mujeres policías. Y le gritaron. Ella solo quería saber si era su familia. No le quisieron dar información. Entonces agarró su teléfono y llamó a un policía conocido para que le diga si es cierto que era Natalia. Él se largó a llorar y le confirmó que si. Era su familia.

Susana se vuelve a quebrar. Se pausa al hablar. La voz se le pone espesa por la angustia. En el mismo diciembre de ese año, su nieta se iba de viaje de estudios a Entre Ríos. La estaban ayudando porque se iba con el primo. Eran dos viajes los que había que costear. Rocío dejó su bolso armado por miedo a no llegar con la plata. Aún hoy sigue tal cual la nena lo había dejado. Listo. Esperando para subir al micro.

Natalia y Leonardo se iban a casar cuatro meses más tarde, en febrero del 2016. El resto de la familia no lo sabía. Se enteraron después porque encontraron unos papeles.

– ¿Cuánto tiempo durmió ‘Mumi’ acá? ¿Dos meses? -, le grita Susana a Antonella que iba hacia la cocina a enchufar la pava eléctrica.

Rocío era abonada constante a la casa de los abuelos. La mamá se enojaba. Era un tire y afloje.

– Ella con mi marido a la siesta tomaban dos pavas de mate. Miraban tele. Y a la noche  estaban con dibujitos. Yo le decía ‘Mumi’ anda a dormir porque ya es tarde. Mañana tenés que ir al colegio. Me decía que me quede tranquila. Y a la una de la mañana, sentía que estaba otra vez tomando mates con el abuelo.

Susana, ríe. Lo hace por primera vez desde que entré en su casa.

Susana, mamá de Natalia
Susana, mamá de Natalia

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El día del accidente, Natalia, Rocío y Leonardo iban sin casco. Jamás lo hacían. Dejaron todo en casa de Susana. De todos modos, por la velocidad en la que venía en el auto de Nacre, hubiese sido imposible que se salvaran. Eso quedó demostrado con las posteriores pericias profesionales.

Susana era ama de casa. Hoy por diversos problemas de salud, es ayudada por sus hijas. En aquel entonces, cuando andaba bien, Rocio estaba todo el día con ella. Les gustaba charlar, tomar mate y mirar tele. En aquel entonces estaba “Gran Hermano” y lo miraban junto a su otro nieto, que hoy vive en Córdoba.

Hacían las compras juntas. Recuerda que iban a comprar a los chinos del barrio y a la nena le gustaba llenar el carro con mercadería para llevar a la casa de su mamá. Un chino joven las atendía siempre en la carnicería. Al regresar, Rocío le contaba a su abuelo que el asiático estaba enamorado de Susana. Bromeaban con eso.

Susana ríe por segunda vez.

***

Natalia trabajaba en Parques y Paseos de la Municipalidad. Tiene cuatro hermanos: Sonia (42), los mellizos Antonella y Alfredo (24), y Sofía (22). Conoció a su pareja, el “padre del corazón” de Rocío, por intermedio de un familiar, cuando la nena tenía seis meses.

En la mañana del 8 de octubre del 2015, Sonia esperaba a su hermana en Espacios Públicos de la Municipalidad, donde trabajaban ambas. Natalia llegaba con el horario justo. Pero ese día no apareció. Volvieron a insistir con los llamados. Sospechaban que se había dormido. Antonella recuerda que Natalia había dejado las luces prendidas de la casa donde vivía con su pareja e hija. Incluso la radio quedó funcionando.

Daniel, Natalia y Rocío
Daniel, Natalia y Rocío

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En la historia argentina, hubo muertes de tránsito “emblemáticas” como las que involucraron a Sebastián Cabello, que el 30 de agosto de 1999, manejando su Honda Civic “preparado” por la avenida Cantilo en Capital Federal, chocó a un Renault 6. En el auto, iba Celia González Carman junto a su pequeña hija Vanina, que murieron carbonizadas.

Rodrigo “La hiena” Barrios, el 24 de enero de 2010, chocó a dos vehículos que arrollaron a la joven Yamila González, embarazada de seis meses, en la esquina de Independencia y Ayacucho, de Mar del Plata. Huyó y en el recorrido protagonizó otros dos choques, y continuó su fuga.

O el caso del hijo del periodista Eduardo Aliverti, Pablo, que atropelló y mató a una persona en la Panamericana en 2013. El hombre manejaba borracho: tenía 1,45 gramos de alcohol en sangre, casi el triple de lo permitido. Además, llevó el cuerpo de la víctima 17 kilómetros en el capó del auto.

En Venado Tuerto, el homicida, José Daniel “El Gato” Nacre, mató a tres personas mientras escapaba de la policía por haberse robado un auto. El impacto fue superior a 80 kilómetros por hora, cuando la velocidad permitida en el radio urbano no debe superar los 40. En su cuerpo, había rastros de cocaína y marihuana.

***

Natalia, Rocío y Leonardo, salieron de su casa los tres en una sola moto. Al llegar al cruce de Avenida España con Agüero, a pocos metros de la virgen, tenían doble prioridad de paso. Venían por la mano derecha e iban por la calle principal. También iban en el vehículo de menor porte.

Perpendicular a ellos, iba Nacre, sin carnet, sin patente delantera, sin pisar el freno en la intersección y sin conocer el vehículo que había sido robado esa misma tarde. Nacre tuvo en su accionar la posibilidad de evitar la muerte de las tres víctimas. Nacre podría haberlo previsto.

Nacre no lo hizo. Nacre tuvo desprecio por la vida. Nacre hizo abandono de persona como fue probado por la justicia, porque al impactar con la moto y arrastrarla, dio marcha atrás y se fue hacia adelante para tratar de zafar de esa situación y seguir su escape. Nacre destruyó literalmente los cuerpos de las tres víctimas.

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***

En la esquina de España y Agüero hay un autoservicio, que se llama “España”. Funciona a reglamento desde hace 15 años en horario de comercio: de 8 a 12 y de 17 a 21. Una imagen de la virgen y un salón vecinal en la vereda de enfrente. En la otra esquina, a escasos 10 metros de donde están las tres estrellas pintadas sobre el asfalto de Natalia, Rocío y Leonardo, hay un salón en alquiler. Hasta no hace mucho, funcionaba para la venta de comida.

Un vecino de la cuadra, recuerda que el día después del accidente, el negocio de la esquina pudo abrir pasadas las 11, cuando el personal policial terminó de recolectar todo en la escena del hecho. Dice que en los años que está ahí, no recuerda accidentes de tránsito en esas calles. Pero si reconoce, que una cuadra más atrás, en Saenz Peña y España, suelen producirse algunos.

Cuenta que el 8 de octubre, las calles que rodean a la zona del choque estaban cortadas por personal policial: España y Avellaneda, Agüero y Almafuerte, España y Saenz Peña; y Agüero y Saavedra.

Cuando se le pregunta por datos de ese día, lo primero que nombra es a su madre. La señora vive en la misma cuadra y cuando sus familiares se fueron enterando de lo que había pasado, enseguida pensaron en ella. Luego, con la mirada hacia calle Agüero, señala hacia la vereda de enfrente: “Allá, contra la pared, dicen que estaban los restos de la nena”.

Reconoce al igual que otros vecinos de la cuadra, que aún hoy, con el cambio de sentido de la calle, hay gente que sigue doblando en contra mano. “Algún día va a pasar otra tragedia”, afirma.

Si se circula en auto por Agüero, a la altura del 350 según el GPS, la visión de los vehículos que puedan circular por ambas manos de España, es nula. Es decir, a unos 40 metros aproximadamente. El único reductor de velocidad en ese cruce, solo está sobre España, casi al borde del salón vacío. Es el lugar que Natalía, Rocío y Leonardo, nunca llegaron a pasar. Hasta el momento de la tragedia, nunca hubo un siniestro de esas características en la zona.

Hasta hace un tiempo, Agüero era doble mano. Cruzaba la ciudad desde avenida Santa Fe hasta Ruta Nacional Nº 8. Luego por pedido del Concejo, la mano se volvió única para reordenar el tráfico. Paralelo a ella, corre Avellaneda, en el mismo sentido. Son las dos únicas calles de la ciudad que se ven tocadas por esta particularidad.

El Bora impactó de lleno a la moto. Por la velocidad a la que venía, la arrastró a lo largo de 60 metros. Y no solo eso. Sino que al detenerse el vehículo por la fricción misma de la moto debajo de las ruedas, Nacre seguía acelerando. Quería escapar. Al bajarse, intentó huir. Se defendió a piñas y patadas de la policía. Parecía que no tenía idea de lo que había pasado. Fueron necesarios cuatro policías para esposarlo.

Nacre, foto gentileza Santiago Córdoba
Nacre, foto gentileza Santiago Córdoba

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Durante el juicio, el oficial del Comando Radioeléctrico, Mauro Gabriel Albarracín, dijo que vio como el Bora embistió a la moto, una persona que “voló” y quedó entre los arboles (Rocío), un hombre contra la pared (Leonardo) y una señora que estaba en el cordón de la calle, “despedazada” (Natalia). Su testimonio coincide con el de su colega, Juan Carlos Carabajal. E incluso es mucho más crudo: “Al momento del impacto veo que las personas salen volando por encima del vehículo. Una de ellas pega contra una columna y los demás estaban muy mal. A una le faltaban una de sus extremidades. Ninguna se movía”.

El deceso de las tres personas fue constatado por el médico de policía Cristian Lange, en el lugar del hecho. Recomendó  que se hiciera la autopsia, que estuvo a cargo del doctor Gustavo Mancini. Este último, concluyó en que la muerte de Natalia, Roció y Leonardo, fue por “arrollamiento y arrastre”. También participaron peritos e ingenieros mecánicos quienes dejaron constancia que la velocidad del auto era excesiva.

La defensa solicitó una condena por el delito de homicidio doloso con dolo eventual, encubrimiento, desobediencia y resistencia a la autoridad, entendiendo justa una pena de 20 años de prisión. En cambio el viernes 16 de febrero del 2018, la Cámara de Apelaciones confirmó la sentencia a Nacre, aunque la pena es de 15 años de prisión por ser “el autor penalmente responsable del delito de homicidio simple con dolo eventual de tres personas, en concurso real con encubrimiento y resistencia a la autoridad”. Algo así como “5 años de cárcel por cada persona que mató”. Parece que eso valía la vida de Natalia, Rocío y Leonardo.

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El oficial Albarracín, contó durante el juicio que su patrullero frenaba en cada esquina, pero que el Bora de Nacre no lo hacía. Asegura que al auto del prófugo, nunca se le encendían las luces de stop. Cuenta que el Volkswagen pasaba los badenes a alta velocidad sin tocar el freno y que incluso veía “chispazos” contra el asfalto del auto que iba delante suyo.

Los dichos fueron corroborados por el informe del sistema de GPS que llevan los móviles policiales, llamado “Gestya”, que registró velocidades variables del móvil policial: 117 km p/h, 98 km p/h., 22 km p/h y 30 km p/h. Por su parte la empleada policial de Criminalística, Andrea Verónica Gallo, aseguró al llegar que no encontró huellas de frenada. Y el oficial de Gendarmería, Carlos Eligio Ferreyra, redundó en lo mismo: no había frenadas y que el Bora había quedado detenido en la cuarta velocidad.

Nacre (foto Santiago Córdoba)
Nacre (foto Santiago Córdoba)

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En todo este proceso, Susana recibió un fuerte apoyo del barrio. Dice que todos querían  que condenen a Nacre. Y que sea ejemplar la pena. Afirma, dolida y se le nota, que su marido “no opina”. Que no habla, no escucha, ni come. Está en la cama desde que falleció su hija, su nieta y su yerno. No sale porque tiene miedo. Recién ahora cae de todo lo que paso. Con la muerte de Natalia se estaba recuperando un poco. Pero al tiempo falleció Alfredo, su otro hijo. Se le terminó el mundo. En 15 días adelgazó 14 kilos.

– Si te fijas en el Facebook es terrible. Yo quisiera que vos hubieses visto el acompañamiento que tuvo Natalia. ¿Vos viste fotos? -, me mira y me pregunta bajándose los anteojos.

– Estuve revolviendo en internet. Si, vi…

– La cantidad que tenía. Yo te voy a decir algo (nuevamente se quiebra). Y como puede me cuenta: “Patricio Marenghini (actual Concejal, ex jefe de Natialia y Alfredo) siempre se acuerda de ellos. Me decía que nunca faltaban al trabajo. Llueva o truene estaban los dos”.

Susana asegura que su hija siempre “se cayó la boca” en su trabajo: no contestó nunca ni le faltó el respeto a sus jefes. Es más. Hablaban de la familia, del matrimonio. Los escuchaba y les contaba sus cosas. Siempre le remarcaron que tuvo dos hijos excelentes que trabajaron en la Municipalidad.

El 7 de octubre del 2017 se cumplieron dos años de que fallecieron. Susana armó una misa en la iglesia frente a la salita del barrio.

– ¿Te digo algo? De mi familia no fue nadie a la misa. Éramos mi marido, yo y mis dos hijas. No hubo más nadie.

– ¿Y por qué no fueron? ¿No les avisó nadie?

– Yo lo pasé por todas las radios. Y no fue nadie. Mi hija de Córdoba ni vino. Ella después de que paso todo esto se fue.

– También al poco tiempo, “se fue” tu otro hijo…

– El siempre venia acá. Vivía en la casa de Natalia. La cuidaba después de que pasó todo por miedo de que la usurparan. Ahí se ahorcó. Siempre me decía que extrañaba a Roció y a Natalia. Él no se pudo despedir de ellas.

– Literal vos hoy en día te apoyas en tus dos hijas que viven acá…

– Si

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El móvil policial N° 6323 del Comando Radioeléctrico, había recibido minutos antes de las 23 del 7 de octubre del 2015 el pedido de secuestro del Volkswagen Bora por parte de la Unidad Regional VIII de Policía. En calle España y Azcoaga logran divisarlo. Encienden las balizas, la sirena y realizan señas de luces para indicar que pare, dato que fue corroborado por testigos. El conductor no obedece. Huye. Y lo hace a gran velocidad. Mientras es perseguido por diferentes calles, alrededor de 25 por la zona de los barrios Malvinas Argentinas y Norte. Pierde el control del automóvil en dos oportunidades.

Prontuario de Nacre
Prontuario de Nacre

El auto había sido robado a las 16 del mismo día. Pero el hecho fue denunciado recién cinco horas más tarde por Federico Valentín, su dueño, en la Comisaría 2º. Al momento de ser detectado por la policía, Nacre desobedece la orden de alto y emprende su escape por las calles de Venado. Al llegar a la intersección con avenida Santa Fe, pudo haber optado por huir hacia Ruta Nacional Nº 33, pero decidió adentrarse en la ciudad. En cada curva había chispazos. La luz de freno nunca se encendió.

Federico Valentín comentó que el día del robo, dejó el auto estacionado en su domicilio por calle Alvear para ir al jardín, con la llave puesta porque la cerradura no andaba. Cuando se da vuelta, le llevan el auto. No vio quien era. Llamó al 911. llegó el móvil policial y salieron a buscarlo. Se acercó a la Comisaría Segunda y le tomaron la denuncia recién a las 10 de la noche.

***

En la Sala de Audiencia, Nacre aseguró que la policía lo perseguía por el simple hecho de ser “El Gato” (como lo apodan) y que el auto era de un amigo que falleció: Sergio Lucena. Contó que iba por Azcoaga y España, que de repente empezó a ser perseguido sin previo aviso por la policía. Y que escuchó disparos, se asustó y aceleró.

Durante su breve y corto diálogo con la justicia, reconoció que era una víctima, que quería salvar su vida y que fue el blanco de una “violenta” persecución policial. Nacre no se siente responsable de las tres muertes que ocasionó. Para él, los responsables fueron los policías que lo perseguían.

José Daniel Nacre, está actualmente alojado en el Pabellón de Resguardo, módulo E, del Complejo Penitenciario Unidad Nº XI de la localidad de Piñero, en el departamento Rosario. Según el Registro Nacional de Reincidencia (RNR), carga en su espalda con un total de ocho causas, registradas desde 1998 a la fecha.

La primera, data del 16 de junio de 1998, por evasión, privación ilegítima de la libertad, atentado y resistencia a la autoridad. Cinco años más tarde, el 17 de octubre del 2003, se le imputa un hecho de robo.

Dos años más tarde, el 10 de noviembre del 2005, cayó por un hecho de robo calificado. Ya en el 2007, para el día de los enamorados, el 14 de febrero, robó a mano armada y fue condenado a siete años.

El 2013 fue su peor año, pese a que recuperó tiempo antes la libertad por la anterior condena que se le imputaba. El primer hecho -de robo-, fue el primero de mayo, seguido por el encubrimiento de otro ilícito, el 8 de junio. Dos meses después, el 22 de agosto, se le formó causa por atentado y resistencia a la autoridad. Ya el 8 de octubre del mismo año, fue imputado por el triple homicidio de Natalia Gavaciuti y su familia.

Vale señalar que el 26 de diciembre, envié una nota por escrito al director del Servicio Penitenciario de Santa Fe, Juan Manuel Martínez Oliva. Luego de saber que Nacre estaba alojado en la Unidad 11 de Piñero, tuve deseos de entrevistarlo. A la mañana siguiente, pasadas las 8:30 me llamaron desde la unidad penitenciaria y me preguntaron qué día yo quisiera ir. Me pareció todo muy rápido y acelerado. Por lo cual solo atiné a preguntar si ya le habían consultado al detenido. A la brevedad me dice que no.

El 27 al mediodía tuve la devolución Nacre no tenía intenciones de ser entrevistado por mi ni por nadie. La nota está firmada por el jefe de vigilancia del módulo E, Jorge Cáceres.

Nacre (foto: Santiago Córdoba)
Nacre (foto: Santiago Córdoba)

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El test “Multiscreen”, realizado por el médico forense Gustavo Luis Mancini, confirmó la existencia de cocaína y marihuana en la sangre de Nacre. Que el auto haya sido de un amigo, como dijo el detenido en un primer momento, fue descartado. Ni siquiera pudo ser probado por la defensa.

Es que no se registró ningún tipo de documentación del auto a nombre del acusado, ni autorización para conducir. Lo que evidentemente nunca pudo haber ocurrido, porque el vehículo en el que Nacre huía había sido robado a su dueño. Nacre huía porque sabía que manejaba un auto producto de un ilícito.

Son cuatro los testimonios, de diferente origen -dos testigos oculares, un experto y un perito-, que coinciden en que Nacre no frenaba en las esquinas y que en la encrucijada fatal no lo hizo. Dan cuenta de la velocidad excesiva en la que manejaba. No sólo los testimonios del personal policial que intervinieron en la persecución, Mauro Gabriel Albanacín y Juan Carlos Carabajal, los que se movilizaban en el móvil N° 6323, sino aquellos que lo hacían en el móvil Chevrolet Corsa que iba de apoyo: Mauro Becerra y Cintia Estefanía Orellanas, coincidieron en que el Bora iba a “muy alta velocidad”. “A gran velocidad”.

De los peritos calificados, propuestos por ambas partes, el ingeniero mecánico Juan Antonio Milausky, sugerido por la defensa, graficó que entre 53 y 60 kilómetros por hora, el arrastre llega a 19 metros. Pero que en 61 metros, que es la distancia final de frenado acreditada en España y Agüero por el perito de Gendarmería, equivaldría al orden de 90 a 100 km por hora. También, el Ingeniero y perito en Accidentes de Tránsito de la Policía Federal Argentina, Román Natalio Sgarameglio, dijo que según su experiencia, el Bora circulaba a 80 kilómetros por hora.

Carolina Ludueña, que vive en calle Agüero al 100, más precisamente en esquina Balcarce – a tres cuadras de donde se produjo el hecho- dijo ante la Justicia que generalmente escucha ruidos habituales de los autos que pegan contra el badén frente a su casa. Pero ese día escuchó uno muy fuerte. Era Nacre. Atrás, el patrullero.

Afirma que no escuchó disparos ni que tampoco había olor a pólvora. Esto fue ratificado por Personal de Policía Científica y Criminalística, respectivamente, quienes descartaron que en el exterior o interior del Bora, haya disparos. Remarcó por último que el móvil 6323 tenía las luces superiores encendidas. Y que venía atrasado en cuanto a la distancia que le llevaba el Bora de Nacre.

***

Susana, la mamá de Natalia no puede caminar. Tiene una enfermedad que le produce ampollas en todo el cuerpo. Salen y se revientan. Toma medicamentos y después se coloca una crema especial. Todo es por los nervios. Esta todo el día así y no se da cuenta.

Después que falleció Natalia, a los 15 días, comenzó con los síntomas. La trasladaron al Sanatorio Británico en Rosario donde la quisieron internar. Y la medicación que toma por esta enfermedad, se le junta con la de diabetes. Por lo tanto, debe esforzarse todos los días por tratar de equilibrar sus nervios.

– El médico de Rosario me dijo que mientras esté tranquila y serena, esto va a pasar. Caso contrario, no.

– ¿Tuviste oportunidad de cruzarte a Nacre?

– Nunca me miró. Por lo menos la última vez que lo vi en una audiencia.

– ¿Y qué palabras usas para definirlo?

– Nacre me robó mi familia. Me la arrebató. Si pegaba el volantaso, rompía una planta, no mataba a mi familia.

– ¿Y cómo vas a seguir?

– Mi vida continúa. Tengo a las dos chicas acá y mi nieto Rodrigo que es un amor.

***

La temeraria y violenta persecución de la que Nacre afirma que fue víctima, terminó siendo una furiosa y temeraria fuga. Con evidente desprecio a la vida, aceleró cuando debió detener la marcha por orden policial. Mantuvo aceleración en cada esquina intentando perder a sus perseguidores en el escape.

El fatal destino era previsible. Y cuando finalmente embistió a la moto, tampoco se detuvo. Continuó acelerando, precisamente porque no le importaba nada. Porque estaba jugado, tal como dijo haber oído el oficial Albarracín de boca de Nacre.

Los testimonios del personal policial que actuaron al momento de la detención, coinciden por su experiencia que el acusado se encontraba drogado, fuera de sus cabales. El testigo, Juan Roberto Marchetti aseguró en audiencia haber visto “un envoltorio que supuestamente era estupefacientes”, al que describió como “una bocha de papel blanco”.

Coincide con Sergio Claudio Sgariglia, que en el auto vio “una bolsita con polvo blanco” y Norma Beatriz Jara de Sgariglia, que describió “una bolsita con un polvo blanco”. Queda claro. Es contundente. Nacre estaba “calzado”.

Quienes entienden del tema, dicen que el estado de ánimo de quien consumió cocaína, provoca irritabilidad y altera las conductas. Provoca generalmente estado de euforia y peligrosidad. Brevemente potencia la capacidad intelectual. La cocaína es un psicotrópico que genera exaltación del ánimo, pérdida de la noción del peligro, produce estado de euforia, aumento de la autoestima, con exacerbación de los sentidos y perdida de la noción de tiempo y distancia.

Son este tipo de conjeturas de los profesionales en el tema, las que dan verosimilitud a los dichos del personal policial sobre el estado de Nacre a la hora de ser detenido: estaba eufórico, agresivo e incontrolable. Y en ningún momento (cosa que además no fue alegada ni por Nacre ni por su defensa) con pérdida o ausencia de la comprensión de sus actos. Nacre comprendía lo que hacía. Y se mostró indiferente.

***

El 22 de noviembre a las 11:07, José Daniel Nacre, llegó al Juzgado de Venado Tuerto para la audiencia de apelación que él solicitó. Fue tras ser condenado a 17 años de prisión. Al bajar de la camioneta de traslado policial e ingresar a la sala de audiencia en Chacabuco y Castelli, Nacre se enojó con la prensa que lo filmaba y dijo en palabras textuales: “No estoy arrepentido una mierda”.

***

Carta de Alfredo a Natalia
Carta de Alfredo a Natalia

19/02/16 HERMANA QUERIDA TE DECEO

UN FELIZ CUMPLE TKM POR MAS DE LAS DIFERENCIAS

QUE TUVIMOS ESPERO QUE ME HALLAS PERDONADO

HERMANA, GRACIAS POR A VER COMPARTIDO 21 AÑOS

JUNTOS DE VIDA VOS SIEMPRE TE PROCUPASTE

POR MI SI ESTABA BIEN, O MAL Y ACONSEJANDOME

TKM HERMANA PARA MI SIEMPRE SERAS

MI HERMANA MAYOR APRENDI HACER TIO

CON ROCIO POR VOZ NAPU DESDE EL PRIMER

DIA QUE NACIO ROCIO HAY COMENSE HACER

TIO, POR SIEMPRE EN MI CORAZON TU HERMANO ALFREDO

(Carta del hermano de Natalia, Alfredo, el 19/02/16

***

Más allá de las consecuencias directas, la angustia no iba a terminar ahí para los Gavaciuti. El padre de familia, Alfredo, era al momento del accidente un policía de intachable conducta que se retiró luego de 35 años de servicio. Desde el 2006 sufre una patología bipolar y desde septiembre de 2016 cursa un cuadro depresivo severo a consecuencia del estrés por la situación de la familia. Pierde el pelo, la motivación, le cuesta expresarse. Bajó 12 kilos en 15 días. No come.

– No puede desempeñarse en lo cotidiano. Tiene problemas para procesar la información y de memoria -, dijo ante los fiscales el médico psiquiatra Jorge Del Grecco, quien también cuenta que su paciente se encuentra con tratamiento  en forma permanente.

En igual situación se encuentra su esposa, Susana Lucero. Una señora de 65 años quien al no padecer una patología previa, posee secuelas menores, pero con un cuadro de estrés profundo. Ese mismo estrés, se combinó con un estado permanente de nerviosismo que repercute directamente sobre su cuerpo. Tiene gran parte de los brazos vendados, al igual que las piernas. Con eso, camufla los pases de factura de su organismo.

Apenas camina. Pero es quien siguió adelante hasta el final con la causa. Sus hijas, ya no la llevan al cementerio porque cada vez es peor para su salud tener que ir a dejar flores a sus seres queridos.

Mientras Antonella ceba mates –demasiado dulces por cierto -, Susana habla y recuerda la última charla con su hija. Pero se lamenta de no haber sabido un secreto que Natalia tenía con su hermano. Los dos se llevaron el misterio a las tumbas.

– Me queda pendiente preguntarle un secreto que ella sabía de Alfredo que nunca me contó. Siempre le pregunté. Nunca me lo dijo. Le pregunté a Alfredo y me dijo que de su vida privada no habla. Y se fueron los dos y no pude saber. El psicólogo me dijo que esa respuesta no la voy a saber nunca. Me dijo que no me lo pregunte más porque no voy a encontrar respuesta.

Lo único que le daba tranquilidad a los Gavaciuti, es que a Nacre le hubiesen dado 17 años a cumplir. Se quedaban tranquilos. Saben que su familia no va a volver. Pero que el asesino, tiene que cumplir la pena.

– ¿Te quedaste con algún recuerdo material?

– Tengo los aritos de Roció de cuando era bebe. Los usó de chiquita y nunca más quiso ni anillos o pulseras. Nada.

***

ESQUINA 4

Natalia y su pareja nunca pudieron ser padres. En el 2013 ella perdió un embarazo. Y después por su enfermedad, no pudo seguir intentando.

– Me quedó de ella toda la ropa. Y ese sillón -dice señalando por arriba de mi hombro, hacia un dos cuerpos de cuerina negra que está bien justo debajo de la ventana que da a la calle-.

– Yo te voy a contar algo, – otra vez, le gana la emoción-. Tres días antes de morir, mi yerno, con el cual tenía una excelente relación, me dice: “Che vieja, vos sabes que me caí de la moto, no se cómo. Me caí, me maree y no me podía levantar. Y el me dijo ese mismo día que eso era una señal”. 72 horas después, Leonardo había fallecido.

– ¿Ibas al cementerio?

– Si iba

– ¿Seguido?

– Si

– Acompañada por tus hijas imagino…

– Si, pero ahora no me quieren llevar más porque dicen que me la paso llorando. Y no me quieren ver así. Por eso no me llevan.

– ¿Están los tres juntos allá?

– Si. Bajo tierra porque el día del velatorio hablamos con la madre de él. Mis hijas le dijeron que tomaron esa decisión porque andaban siempre así. Eran inseparables.

– ¿En qué parte están?

– Vos viste cuando vas al cementerio, la primera entrada, vas por el pasillo. Llegas a donde se tiran las flores. ¿Viste que hay un cosito redondo donde se tiran? Bueno, ahí doblas para acá (hace un gesto con su brazo vendado señalando la izquierda). Dos manzanitas me parecen. Acá nomas, están todos ahí. Si le preguntas al sereno sabe. 

Rocio

 

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