CiudadSocialesPuentes del Alma es parte de la emocionante historia que le cambió la vida a cuatro hermanos wichi

Juan Miserere21/04/2020
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En Miraflores, Chaco, la cuarentena se vive en viviendas precarias, hacinados y sin acceso al agua potable para bañarse y lavarse las manos. Por lo menos esa era la situación que tenían hasta hace poco los cuatro hermanos Palavecino, que viven en el Lote 63. Son huérfanos, el mayor se hizo cargo de los menores y se amontonaban en una casilla de paredes de adobe, maderas, plásticos y chapas y no tenían agua. Habían improvisado un baño en un árbol con telas y lonas, al lado de la casa. Ellos fueron unos de los protagonistas de Hambre de Futuro, un proyecto periodístico que muestra cómo viven los niños en los lugares más pobres de la Argentina.

El diario La Nación publicó la historia en enero de este año y eso redundó en que muchas personas se interesen por su situación y lograron construirle en apenas dos meses y medio una casa de material, con un aljibe, baño instalado y luz eléctrica. La ONG venadense Puentes del Alma sumó sus esfuerzos a este sueño y fue partícipe necesario.

Luciano (25), Dominga (23), Gabriel (18) y Florinda (15) Palavecino son wichis. Primero falleció su mamá, Daniela Enríquez, en 2014 de tuberculosis y luego su papá, Norberto Palavecino, en 2016, de Mal de Chagas. “Cuando mi hermana era chiquita mi mamá la trajo y nosotros la cuidamos. Mi papá llegó al hospital y no lo cuidaron bien. Por eso murió. Fue difícil tener que cuidar a mis hermanos. Me quedé solo“, dice Luciano en un castellano entrecortado y casi inaudible.

En la cultura wichi, cuando un integrante de la familia muere, su espíritu y sus recuerdos siguen presentes en la vivienda y por eso las personas deben abandonarla para empezar de nuevo en otro lado. Los Palavecino intentaron rehacer su vida en el norte de la provincia, en Nueva Pompeya, pero no lo lograron y volvieron a su lugar de nacimiento.

Ahí intervino la escuela. Se les dieron algunas chapas, colchones y alimentos. Hasta que se les hizo la entrevista y a partir de eso surgió todo lo demás. Mucha gente se acercó a colaborar y en menos de dos semanas teníamos toda la plata reunida para construirles su casa nueva“, explica Adriana Cragnolini, directora de la Escuela N° 1034, a la que asisten los Palavecino.

Ella, junto a Patricia Lugaro de Puentes del Alma y a Fabiana López, fueron las que se pusieron al hombro la gestión de toda la logística para poder hacer posible la construcción de la casa, que consta de dos ambientes (uno va a ser la cocina comedor y el otro la habitación), tiene piso de material, machimbre y el techo con canaletas para poder recolectar el agua cuando llueve.

Voluntarios de la ONG venadense se encargaron de hacer toda la instalación eléctrica y les llevaron camas cuchetas, ventanas y ropa de cama nueva.

Realidades

Personas de distintos puntos del país colaboraron, se juntaron 280 mil pesos y algunos aportaron contactos para agilizar los trámites necesarios vinculados con documentación, alimentación o acceso al agua.

La casa está lista. Ahora la urgencia más grande es conseguir que los hermanos tengan sus DNI actualizados para poder acceder a alguna ayuda del Estado. La Defensoría de la Nación estuvo haciendo grandes esfuerzos para encontrar las partidas de nacimiento de los hermanos y las de defunción de los padres. “Uno de los chicos había perdido el DNI y los otros tres lo tenían pero estaban todos mojados, no se leía el nombre, porque en su casa se les llovía todo con las tormentas“, dice Cragnolini, quien reconoce que a ella también le cuesta comunicarse con los hermanos.

Las personas que estuvieron trabajando en la construcción afirman que nunca los vieron comer a la noche. Los Palavecino desayunan y almuerzan en la escuela. “La última comida que tienen es la que reciben a las 12 en la escuela y después no comen nada hasta el otro día. Por eso cada vez que no hay clases o paros, se quedan sin comer“, afirma la directorai de la escuela.

Educación

Patricia Lugaro, referente de Puentes del Alma, está convencida de que el único camino para que los Palavecino y todos los niños wichi puedan salir adelante es la educación. “La escuela es el factor fundamental para los cambios que se produjeron en la comunidad: desde la limpieza de las casas, hasta su higiene personal y aprender a lavar la ropa y no tirarla. Son cosas que se aprenden a través de la educación. Y ellos no la tenían porque no la tenían sus padres ni sus abuelos y yo creo que las generaciones futuras sí las van a tener porque ellos ya lo incorporaron“, señala.

Luciano cuenta que le gusta mucho ir a la escuela y que le gustaría seguir estudiando. Para eso necesita poder contar con una bicicleta para llegar hasta Miraflores. “Ahora nos hace falta una chapa para hacer un techo cuando cocinamos en el fogón y una mesa de madera para poner adentro de la casa“, dice el mayor de los hermanos mientras muestra unas canastas que hacen entre los cuatro hermanos para poder tener un mínimo ingreso.

También sería lindo poder conseguirles una heladera porque como van a tener luz, van a poder conservar los alimentos y tener un horno eléctrico. Todo hay que enseñarles a usar. Lo que queremos es que ellos se sientan cómodos en su casa, que la quieran y la cuiden“, concluye Cragnolini.

 

Fuente: Diario La Nación

 

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