CiudadCulturaSocialesAbandono, resurgimiento y auge: el camino de estos 30 años del Teatro Ideal

Juan Miserere16/08/2019
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Este sábado a las 21.30 se cumplen exactos treinta años del estreno de la primera obra teatral que significó la recuperación del Teatro Ideal, que había estado cerrado y en estado de abandono durante 12 años. Para celebrarlo, se realiza una convocatoria para disfrutar de un espectáculo de nivel: la presentación del Octeto de Cuerdas de Buenos Aires, que cuenta con las violinistas venadenses Violeta Videla y Sara Tubbia Ryan, coorganizado con el grupo Orpheus. Por supuesto que la noche incluirá evocaciones a la mítica recuperación y homenajes a quienes  hicieron posible que la sala de calle Pellegrini hoy luzca impecable.

Oscar Barotto es el símbolo de esta historia. “Hoy mantenemos las mismas ganas y el convencimiento del momento en que decidimos recuperar la sala del Teatro Ideal, mirando hacia atrás nos sentimos contentos y con responsabilidades. Lo que parecía una utopía o una locura de un grupo de teatro y de hacedores de un hecho cultural, se transformó en una responsabilidad muy grande, llegando al día de hoy en el que el Ideal es la única sala grande que está funcionando”, señaló el actor y director teatral.

Mientras el Verdi sigue atravesando el proceso de recuperación que encara con gran esfuerzo la Asociación Italiana y el Centro Cultural Municipal supera los dos años con las puertas cerradas, el Ideal “cargó sobre sus hombros buena parte de los hechos culturales, más allá de las salas alternativas más péqueñas que gracias a los teatreros existen”, destaca Barotto desde el presente.

Hace treinta años no había nada, ni siquiera las puertas de entrada que estaban arrancadas y tiradas sobre un espacio vacío en el que no había telas ni butacas, con el piso roto. Sólo había palomas y murciélagos

Hace treinta años

En el hoy lejano 1989 la sala del Ideal era un verdadero desastre: “La única forma de hacer algo era entrar, si esperábamos hacer todo cumpliendo los pasos formales, tal vez el presente no sería el mismo. Hace treinta años no había nada, ni siquiera las puertas de entrada que estaban arrancadas y tiradas sobre un espacio vacío en el que no había telas ni butacas, con el piso roto. Sólo había palomas y murciélagos”, repasa Barotto.

Aquellos entusiastas que ingresaron en su momento no solo asumieron el compromiso de convertir la sala en un espacio habitable, sino que además “enseguida empezamos a ensayar una obra de teatro y a los nueve meses pudimos estrenarla. En lo que dura un embarazo, parimos el teatro con sillas prestadas por Franco que tenía un servicio gastronómico, con la visita de Lito Cruz y de Víctor Reviglio que posibilitó la compra de ese lugar abandonado, porque nosotros insistimos en que ese teatro no podía terminar siendo una agencia de autos o un supermercado”.

La obra fue “Moreira”, y miles de personas la vieron gracias a que se trabajó con los gremios: “Se convirtió en un evento cultural significativo, uno de los que más prepotencia y fuerza tuvo en torno a la recuperación de una sala. Fue inolvidable lo que pasó, me acuerdo que estrenamos un 17 de agosto y al día siguiente hubo función y llovía, y llegaban chatas con gente atrás tapada con un nylon y se bajaban en la puerta de la sala para presenciar esa obra”, repasa hoy Oscar Barotto.

En su momento se preocuparon mucho algunos porque pensaban que el Ideal era un espacio de desarrollo político para algunos, como es mi caso, y se olvidaron que se les estaban cayendo los teatros.

La resistencia

Pero recuperar la sala no sólo implicó entrar y producir teatro, sino que hubo varios años de resistencia ante un poder político que daba la espalda: “Tuvimos ocho años de reutemismo olvidables, donde no se le prestó nada de atención al lugar; al contrario, si nos íbamos era mejor. Después no tuvimos buenas experiencias con Obeid, hasta que llegó Jorge Llonch como subsecretario de Cultura y pudimos resolver algo que nos desvelaba a nosotros: que llovía adentro. Pudimos hacer los techos nuevos y empezó otra relación con el poder político, porque hasta ahí la Provincia no pagaba ni la luz, ni el gas ni a nosotros”, recuerda.

Con el acceso del Frente Progresista al poder, Chiqui González asumió como ministra junto al venadense Alejandro Tejeda, y allí empezó otra etapa: “Con mucho respeto, sabiendo donde estaba parado políticamente cada uno, convivimos 12 años sin una sola discusión. Trabajamos mano a mano, y si bien uno siempre quisiera tener más cosas para el teatro y que los proyectos sean más grandes, se fueron logrando cosas”.

Tampoco fue sencilla la convivencia con el poder político de la ciudad: “En su momento se preocuparon mucho algunos porque pensaban que el Ideal era un espacio de desarrollo político para algunos, como es mi caso, y se olvidaron que se les estaban cayendo los teatros. El tema era trabajar todos juntos, y recién en esta última etapa con José Freyre lo logramos, y estamos tendiendo la mano para generar un proyecto conjunto con quienes vienen a gobernar Venado Tuerto, porque creemos que el hecho cultural es una herramienta útil para generar concordancia. Por eso festejamos estos treinta años”. Sobran los motivos.

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