Mauro CamillatoOpiniónUn cambio de actitud que debería ser el inicio de “un cambio” más profundo y urgente

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Los actos patrios forman parte de la tradición de un país que tiene varias figuras del comienzo de su historia que merecen ser homenajeadas (uno de ellos es Manuel Belgrano) y muy pocos del presente más reciente que en el futuro puedan ser reivindicados.

Es que no hay dudas que la Argentina viene sosteniendo en las últimas décadas una continua decadencia que no parece tener piso. Pero, más allá de la declinación social y económica que es la más visible, también existe una caída de valores más difícil de evaluar. Y sobre esto, mucho tienen que ver nuestros dirigentes, esos que nosotros elegimos para que nos representen. Aunque, vale la pena aclarar que nunca hay que olvidarse de aquellos que “no elegimos” y que fueron los que peores rastros dejaron en todos los sentidos.

Esto viene a cuento a la conmemoración por el Día de la Bandera que tuvo a Rosario como el escenario principal. En ese sentido, vale reconocerle al actual presidente Javier Milei su decisión de desembarcar con su gabinete para encabezar el acto. Desde 2016 que eso no pasaba. En ese año fue Mauricio Macri, el último mandatario que festejó el Día de la Bandera en el monumento. Restablecer una tradición que nunca debería haberse perdido forma parte de las obligaciones de un presidente.

Pero, más lo es respetar la ceremonia como un evento institucional. Por eso, vale recordar aquellas ocasiones donde se utilizó la oportunidad para realizar actos partidarios, dejando de lado los valores patrios que Belgrano enarbolaba. El más lamentable de ellos ocurrió en el 2011 cuando Cristina Kirchner bajó a Rosario acompañada de un importante contingente de militantes que rodearon el monumento a la Bandera con sus pancartas partidarias y se encargaron de silbar una y otra vez a un sorprendido gobernador de Santa Fe, Hermes Binner.

Tal fue el impacto, que el propio Binner definió desistir de dar su discurso, para luego quejarse públicamente sosteniendo que el entonces gobierno nacional “parcializó un hecho que es absolutamente integrador de todos los argentinos”.

Pocos meses después la situación se repitió en Venado Tuerto el 5 de octubre del mismo año, en un contexto completamente diferente, cuando Cristina vino a presentar el ampuloso y nunca concretado Plan Industrial 2020, volvieron a silbar y a abuchear al gobernador que impávido tampoco tuvo oportunidad de dirigirse a los presentes.

De todos modos, es cierto que los actos patrios culminan siendo una ocasión para que los dirigentes expresen sus pareceres y hasta confronten con sus pares presentes. Algo de eso ocurrió el último 20 de junio en Rosario.

Párrafo aparte, muy lejos de lo que sucede en Venado Tuerto, donde últimamente imperan actos asépticos, con alusiones de los discursantes puramente históricas y cero sobre la coyuntura, cuanto más algo referido a lo local, pero nunca más allá.

En el caso de Rosario, fue el gobernador de Santa Fe, Maximiliano Pullaro, quien eligió exponer sus diferencias con la administración nacional, solicitándole a Milei apoyo a la producción, obras públicas y más federalismo. Y hasta le marcó la defensa a la Universidad Pública. “Como santafesino le pido, señor presidente, que mire a ese país que produce desarrollo e innova, que necesita obras de infraestructura para explotar todo su potencial; que necesita que sus jóvenes vayan a la universidad y le pongan cabeza al desarrollo tecnológico, uniendo la producción con el conocimiento; que necesita un país con equilibrio fiscal y eficiente, y una mirada productiva, de educación y más federal”, le dijo. De todos modos, previamente endulcoró el reclamo agradeciendo el acompañamiento en la lucha contra el “narcoterrorismo”.

El presidente eligió no confrontar con el gobernador y acudió a leer su discurso de ocasión repleto de lugares comunes sobre Belgrano y aprovechó para convocar a firmar el Pacto de Mayo el 9 de julio en Tucumán. De la reprobación al gobernador y, principalmente al intendente de Rosario Pablo Javkin, se encargaron el grupo de libertarios, no muy numerosos, que acudieron a la cita.

Como sea, vale la pena rescatar la actitud de Milei que no solo se diferenció de antecesores yendo al acto, sino que también soporto sin inmutarse las consideraciones críticas del mandatario santafesino. Esta vez, por ahora, no hubo improperios para un dirigente que marcó sus diferencias.

Ojalá, esto sea el comienzo de un cambio de conducta de un presidente que debería escuchar a aquellos que le advierten sobre la inviabilidad de su plan económico. Es que ya no solo son los de otro “palo ideológico” los que lo hacen, sino hasta exasesores del propio Milei (Carlos Rodríguez y Domingo Cavallo, solo son un par de ejemplos).

Además, los números son contundentes, la recesión se profundiza día a día provocando un daño inconmensurable a la producción y, a la par, el crecimiento de la pobreza es vertiginoso. Distintos organismos y analistas indican que la caída económica que está sufriendo la Argentina en casi todas las áreas, solo es comparable con las que ocurrieron en tiempos de guerra o pandemia.

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