En la columna de opinión del domingo pasado aludíamos al dilema que enfrenta el gobernador de Santa Fe, Maximiliano Pullaro en su relación con el gobierno nacional de Javier Milei.
En ese sentido, resaltamos que, hasta ahora, Pullaro prefirió mantener la templanza y esquivar enfrentar al presidente. Así, soportó que el libertario lo relacionará con el narcotráfico posterior al fallido debate de la Ley Ómnibus.
También, toleró en la semana que pasó el desembarco de la ministra de Seguridad de la Nación, Patricia Bullrich, quien acompañada del subsecretario de Intervención Federal Federico Angelini (uno de los pocos dirigentes santafesinos del PRO que toma distancia del gobierno provincial de Unidos) bajaron a Rosario a vanagloriarse del éxito del “Plan Bandera”, resaltando que luego de dos meses del funcionamiento del programa lograron disminuir los homicidios dolosos en un 47.83% interanual y los homicidios en la vía pública en 57.14% interanual. O sea, Bullrich vinó a la provincia comandada por Pullaro a atribuirse, sin la presencia de ningún funcionario del gobierno santafesino, la baja de homicidios.
A esta altura el silencio del oriundo de Hughes empieza a hacer “ruido”, sobre todo porque no tiene la misma actitud puertas adentro. Por lo menos, esto lo puede inferir el colectivo docente. A quienes, no solo les ofreció un pobre 7% de aumento salarial, sino que decidió confrontarlos directamente insistiendo con que no habrá una oferta mejor y difundiendo datos sobre el ausentismo docente. Párrafo aparte: achacarles indirectamente a los gremios el ausentismo docente es un contrasentido, ya que quien debería controlar los posibles dislates sobre el tema debería ser el propio Ejecutivo.
Lo cierto es que a todo esto, Pullaro acaba de ser uno de los primeros gobernadores que salió rápidamente a manifestar su apoyo a la convocatoria para suscribir el Pacto de Mayo. Javier Milei llamó a los gobernadores a “deponer intereses personales” y “encontrarnos el 25 de mayo en Córdoba, para un nuevo contrato social”. Eso sí, antes anunció los diez puntos de enunciación que contendrá el acuerdo. Entre ellos, el reingreso a la jubilación privada (posible regreso de las AFJP, de la década del 90), la apertura indiscriminada al comercio internacional (ingreso sin límite de productos importados) y el compromiso de las provincias en avanzar en la explotación de los recursos naturales (fin a todas restricciones de cuidado del medio ambiente).
Claro que, previo a ofrecer esta apertura al diálogo, el presidente no pudo con su genio y acusó a los mismos mandatarios y a los legisladores de degenerados fiscales, de enriquecerse, de protagonizar una fiesta obscena, de corruptos y mezquinos, etc. O sea, los maltrató en la primera parte de su discurso, para luego cerrar invitándolos a firmar un gran acuerdo nacional. Original forma de llamar al diálogo,
A su vez, en sus palabras hubo cero autocríticas y ni una referencia a la caída de ingresos que está sufriendo gran parte de los argentinos. Solo el repetido pedido al aguante que le viene pidiendo a los ciudadanos de a pie en pos de un ilusorio paraíso que se vendrá.
La estrategia de Pullaro
Por ahora, Pullaro sigue eligiendo no confrontar con el Ejecutivo nacional (solo lo hizo tímidamente cuando rubricó el comunicado de gobernadores de Juntos por el Cambio en respaldo a Ignacio Torres) y prefiere apostar al diálogo. Por eso se apuró a aplaudir el llamado al Pacto de Mayo.
Pullaro se mueve casi como un ajedrecista, no toca una pieza sin una larga reflexión previa. Parece priorizar los intereses de la provincia. Necesita tener la mejor relación posible con Nación para lograr que fluyan los fondos, aunque Milei ya demostró que nada lo inmuta al respecto.
Mientras tanto, puertas adentro intenta diferenciarse del libertario en las formas, mostrándose tolerante con la oposición. Un ejemplo de esto, es la decisión de invitar a su antecesor, Omar Perotti, a participar de actos de gobierno.
Pero, también puertas adentro, el mayor desafío que se le avecina es mantener la cohesión dentro de Unidos, el frente de frente que tanto costó construir, y que lo llevó a ser el gobernador con más votos conseguidos en la historia de la democracia santafesina.
Por ahora, lo logró, con una generosa e inteligente distribución de cargos dentro del Ejecutivo. De la misma manera, hace equilibrio con sus decisiones de gobierno para lograr la aprobación de todos los partidos que componen Unidos. Así, por ejemplo, conforma a los sectores de derecha de la coalición (léase, integrantes del PRO y de partidos vinculados a evangélicos) con políticas punitivistas en el área de Seguridad, pero a la vez vuelve a poner en funcionamiento el Plan Abre, el programa de intervención barrial que diseñó y llevó a cabo el socialismo.
De todos modos, la complicación a futuro aparece de la mano de su relación con el gobierno nacional. Es que gran parte del PRO sigue apoyando las decisiones del presidente libertario, mientras desde el socialismo las críticas son cada día más fuertes.
Por ahora, Pullaro en tiempos de vértigo, sigue eligiendo moverse como ajedrecistas. Habrá que esperar para comprobar si dicha táctica le sirve a futuro para mantener la cohesión de Unidos, condición sine qua non para el éxito de su gobierno.