A una semana de las elecciones, el ruido de la campaña se apagó y el agua corrió bajo el puente. Quedó espacio para los análisis más serenos, y también para que el oficialismo provincial empiece a digerir una derrota que, aunque relativizada en los discursos, marcó un antes y un después en la gestión de Maximiliano Pullaro.
El 26 de octubre fue un punto de inflexión para el gobernador oriundo de Hughes: por primera vez desde que llegó a la Casa Gris sufrió una dura derrota. Apostó parte de su capital político en una elección de medio término que históricamente resulta incómoda para los oficialismos provinciales, y perdió. La apuesta incluyó su propia figura, la de su vicegobernadora Gisela Scaglia y una exposición personal que, a la luz de los resultados, terminó siendo un error de cálculo. El saldo fue contundente: tercer lugar, lejos, detrás de La Libertad Avanza y Fuerza Patria.
Una derrota con pocos consuelos
En el plano provincial, el único alivio fue el no triunfo del peronismo, ni siquiera en Rosario, donde la alianza Peronismo–Ciudad Futura aparecía como favorita. Pero el revés golpeó igual, porque lo que Pullaro intentó presentar como un plebiscito de gestión terminó convertido en una señal de alarma.
Del otro lado, tampoco sobran motivos para celebrar. En Ciudad Futura deberán repensar cuánto los favoreció realmente la alianza con el PJ: lo que parecía una oportunidad histórica de conquistar la intendencia rosarina a futuro derivó en una derrota que confirma que, en política, uno más uno rara vez es dos. Y que el voto antiperonista, más que un fenómeno circunstancial, se consolida como una constante inédita en la historia reciente de la Argentina y de Santa Fe.
La volatilidad del voto
Las urnas del 26 de octubre dejaron una lección que atraviesa a todos: nadie tiene el voto asegurado.
La volatilidad domina la escena y las encuestas ya no miden fidelidades sino humores momentáneos. Las lealtades partidarias se diluyen y los ciudadanos votan con una mezcla de cálculo, cansancio y miedo.
En esta oportunidad, el electorado no le dio un cheque en blanco al gobierno nacional, pero sí priorizó cierta estabilidad económica ante el temor que provocaba una derrota que se podía reconfigurar en una fuerte incertidumbre económica y política para los días venideros.
Y, por supuesto, el miedo al empoderamiento kirchnerista también jugó su parte. En definitiva, los argentinos demostraron que ya dieron vuelta la página; ahora les toca a los dirigentes políticos estar a la altura de las circunstancias.
La Libertad Avanza capitalizó como nadie ese clima. En Santa Fe arrasó: 12 puntos sobre Fuerza Patria y 22 sobre Provincias Unidas. Una victoria demoledora.
Más llamativo aún: la mayoría de sus votantes probablemente no reconocerían a Agustín Pellegrini, el primer candidato de la lista libertaria, ni a los demás electos. El verdadero candidato fue Javier Milei.
Pullaro y la resaca de una apuesta fallida
Pullaro, en cambio, aparece prima facie como el gran damnificado. La polarización entre libertarios y peronistas licuó a Provincias Unidas y dejó a Santa Fe con una performance peor que la de casi todos los gobernadores aliados, salvo Santa Cruz. El oficialismo provincial perdió el relato de invulnerabilidad que había cultivado desde 2021.
El consuelo, por ahora es la tranquilidad de saber que al peronismo no le alcanzó, ni siquiera guarneciéndose detrás de la figura de una extrapartidaria como Caren Tepp. Esta vez el escenario de tercios no favoreció al peronismo.
El golpe tiene derivaciones concretas. Hasta hace unos días, el entorno del gobernador confiaba en un horizonte de reelección asegurada. Hoy, la pregunta que sobrevuela es otra: ¿qué pasará si Milei logra sostener la calma económica —ayudado por su amigo Donald Trump— y convierte a LLA en una fuerza competitiva también a nivel provincial?
Claro que también es cierto que las elecciones provinciales son muy diferentes y terminan pesando, sobremanera, los nombres de los candidatos. Es difícil imponerse en una elección a gobernador llevando como cabeza de fórmula a un ignoto e inexperto como Agustín Pellegrini. Pero, en dos años, todo puede pasar: el gobierno nacional podría recurrir a alguna figura mediática para disputar el voto santafesino.
No hay que olvidar que, en 2015, el cómico Miguel Del Sel terminó perdiendo la gobernación con Miguel Lifschitz por apenas 1.776 votos.
El frente sur también se resquebrajó
En el sur santafesino, el panorama no fue menos inquietante. Por primera vez desde la creación de Primero Venado, luego reconvertido en Unidos para Cambiar Santa Fe y ahora en Provincias Unidas, el proyecto local sufrió el sabor amargo de la derrota.
Venado Tuerto, bastión histórico del pullarismo, votó 40,8% a La Libertad Avanza, 30,8% a Provincias Unidas y 19,2% al frente peronista–Ciudad Futura.
Ni el esfuerzo militante del intendente récord de la provincia, Leonel Chiarella, que literalmente se puso la campaña al hombro, alcanzó para revertir la tendencia.
De esta manera, General López no fue la excepción: si bien, a diferencia de lo ocurrido en los demás departamentos y grandes ciudades, por acá les quedó el consuelo de haber vencido al Fuerza Patria, los libertarios se impusieron en 16 de los 19 departamentos provinciales.
Nuevamente, todo análisis al respecto quedaría trunco resaltando que esta fue una elección nacional y que nada ponían en juego los lideres locales. Sin embargo, el mandato político de Pullaro provocó que, como nunca antes, intendentes y presidentes comunales se pusieran al frente de la campaña.
Un malestar que también se vota
El 26-O también evidenció un malestar interno que el gobierno santafesino ya no puede ignorar. En ese sentido, es imprescindible que desde la Casa Gris se impulse una autocrítica profunda.
En la nota publicada en la misma noche del domingo advertíamos que era necesario ponderar cuánto tuvo que ver con este resultado el descontento con las políticas salariales de los trabajadores estatales y jubilados provinciales, en especial los docentes, un sector que en 2023 lo acompañó masivamente. Una clara muestra de lo evidente de dicho descontento fue el mal momento que pasó el ministro de Educación José Goity en el marco de la apertura del Segundo Congreso “Santa Fe en Movimiento”, que se realizó en Rosario. Pese a que fue el propio ministro quien informó que “se va a reconocer el descalce salarial” que padecen los trabajadores, lo que piden los trabajares estatales es un poco más que eso.
De todos modos, el proyecto de presupuesto provincial presentado esta semana ratifica la continuidad del rumbo económico para 2025: no se vislumbran cambios significativos en la política salarial.
Una advertencia escrita en las urnas
El 26 de octubre fue, en Santa Fe, mucho más que una elección de medio término. Fue una foto del humor social, una advertencia sobre los límites del control político y un recordatorio de que la empatía ciudadana se evapora al primer síntoma de desconexión.
A partir de ahora, el oficialismo provincial y local deberá decidir si interpreta el resultado como un tropezón táctico o como una señal de advertencia. Porque lo que las urnas dijeron con claridad es que nadie tiene garantizado el voto a futuro.
Y, como suele pasar en política, el verdadero costo de una derrota no se paga el día después, sino en las decisiones que se tomen a partir de ella.
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