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Uy, se fue al carajo el precio”, fue mi banal y ligero comentario lanzado posterior a que la propietaria del pequeño mercado barrial me dijera el costo del producto. “Sí, pero antes estábamos peor, ya va a mejorar”, me respondió seco la mujer.

No conforme con su respuesta, solo retruque: “Sí, claro, pero veo que estoy solo en el comercio a esta hora. Raro, otras veces vine y tuve que esperar”. Siguiendo la misma línea argumentativa, ella volvió a contestarme: “Es que en estos días me bajó mucho la venta, pero ya va a cambiar”.

Fue en ese momento que definí cortar el diálogo, solo le pedí la cuenta, revisé los billetes que tenía disponibles y comprobé que no eran suficientes (es que nunca alcanzan el dinero que uno tiene en la billetera) y tuve que recurrir a mi gastada tarjeta de débito.

Me fui mascullando preguntas y con ganas de rebatirle a la señora su infundada y hasta “religiosa” esperanza. Ya lo había anticipado Walter Benjamín en los principios del siglo XX, el capitalismo, lejos de ser simplemente un sistema económico, tiene características que lo asemejan a una religión.

Pocos días después ya me encontraba disfrutando mi viaje vacacional en Salta “la linda”. Es redundante contar la belleza de esta ciudad y sus alrededores, sus resabios de arquitectura colonial, paisajes increíbles, folclore sonando en cada rincón, el crisol de razas, que incluye a numerosos turistas extranjeros caminando por sus calles y mucho contraste… demasiados contrastes. Es que el norte argentino es el símbolo de un país que pudo ser y nunca fue. Duele ver a tantos “pobres de toda pobreza” intentando venderte lo que pueden, implorando por unos pocos y devaluados pesos. La mayoría de ellos pertenecen a comunidades autóctonas.

Las precarias viviendas enclavadas bajo las esplendorosas montañas que forman parte de pequeñas comunidades, son presentadas por guías turísticos como parte de la belleza del paisaje, aunque en realidad son otras claras muestra del fracaso argento.

Por supuesto, como todo turista, por la noche nos aprestamos a acercarnos a una de las tantas peñas que proliferan en el lugar. Peñas, donde se disfruta de espectáculos folclóricos acompañados de gastronomía local. Después de unos habilidosos bailarines gauchos, que desplegaron todo su histrionismo, llegó el turno del típico grupo de músicos (también vestidos de gauchos) que con sus vozarrones comenzaron conquistando a un público que se sumó a danzar bajo el escenario. Todo iba sobre ruedas, a pesar de que no es la música que escuchó habitualmente, el lugar y el momento habilitaba al disfrute. Pero, casi sobre el cierre del espectáculo uno de los músicos que oficiaba como el animador del evento, realizó una larga perorata pseudo patriota donde afirmó que le daba esperanza el cambio que está viviendo la Argentina. Encima, después de su berreta bajada de línea, contradictoriamente, se declaró apolítico.

Nos levantamos en silencio y nos fuimos. Aclaro, por si acaso (en momentos tan sensibles todo parece necesario de aclarar) que nunca me agradaron las bajadas de líneas de ningún artista desde arriba de cualquier tipo de escenario. Más aún, si gozaban de ciertas prebendas.

El reinado

Podría recurrir a varios ejemplos más de episodios similares atravesados en este corto período de “reinado” de Javier Milei. Y lo de reinado no es una metáfora, las atribuciones que se otorgó por intermedio del DNU y las que pretendió tener con la frustrada Ley Ómnibus, lo acercan a un monarca. Además, como en épocas medievales, se atribuye ser beneficiado por un poder divino (después de todo, que son “las fuerzas del cielo” a las que tanto hace alusión). Tampoco tolera las disidencias (los reyes nunca la toleraban), el triste episodio con la cantante Lali Espósito de estos últimos días es un ejemplo.

Se podría escribir un libro, solo con citas de insultos que el presidente propinó en su corta carrera política a todos sus enemigos. Párrafo aparte: aquellos que votaron a Milei para culminar con los atropellos kirchneristas (también trataban muy mal a los disidentes), terminaron apoyando a alguien que hace lo mismo y de manera más burda. Es muy triste que un presidente ocupé su tiempo insultando a sus “enemigos” (la lógica amigo/enemigo, sigue).

Claro que, Milei también se venga de quienes no lo apoyan. Posterior a la frustrada votación de la Ley Ómnibus arremetió contra los gobernadores retaceándoles fondos. Un detalle no menor, al recortar fondos a los gobernadores a los que termina perjudicando es a los habitantes de las provincias.

Así, entre otras medidas, eliminó los subsidios al transporte, el Fondo Nacional de Incentivo Docente (Fonid) y el financiamiento de los medicamentos de alta complejidad. Medidas que acompañó de consideraciones despectivas contra los mandatarios provinciales.

Retuiteó comentarios que hacían referencia al narcotráfico contra Maximiliano Pullaro y los diputados nacionales por Santa Fe del Partido Socialista (Esteban Paulón y Mónica Fein) que no votaron la ley. Nada diferente a lo que en algún momento hizo el entonces líder de La Cámpora, el inefable Andrés “Cuervo” Larroque, quien en plena sesión de Diputados llamó al gobierno santafesino, en ese momento presidido por Hermes Binner, como narcosocialista.

Lo más triste es que este clima beligerante propagado por el mandatario nacional se expande hacia abajo. La polarización extrema la sufre una sociedad civil que ya no soporta al otro (al que piensa distinto). A su vez, crece la angustia de un ciudadano que enfrenta la combinación fatal de los aumentos generalizados de precios y la sujeción de los salarios.

El costo del déficit cero

Mientras tanto, ayer sábado el presidente festejó un posteo en redes de su ministro de Economía, Luis Caputo quien manifestaba su algarabía por haber alcanzado en enero déficit cero. “VAAAAAAAAMOOOOOO TOTO…!!! El déficit cero no se negocia. VIVA LA LIBERTAD CARAJO”, escribió el mandatario. El registro representa, según el Ministerio de Economía, el primer superávit financiero desde agosto de 2012, y el primer superávit financiero en un mes de enero desde 2011.

Pocas horas después el Observatorio Social de la Universidad Católica Argentina (UCA), señaló que la pobreza en la Argentina habría llegado en enero al 57,4% de la población, impulsada por el fuerte aumento de la inflación y del costo de la Canasta Básica Total (CBT, que marca la “línea de pobreza) y de la Canasta Básica Alimentaria (umbral de la “línea de indigencia”), muy superiores al del ingreso de las familias. Esto significa que, actualmente en la Argentina hay 27 millones de personas pobres, de las cuales 7 millones viven en situación de indigencia (o sea, son 7 millones los compatriotas que no pueden satisfacer sus necesidades básicas. La libertad para ellos, es padecer hambre). Se trata de las peores cifras de los últimos 20 años.

A esto se unen otros estudios privados que indican que entre diciembre y enero el salario tuvo la peor caída en 30 años, el 35%. De este modo, el salario podría llegar a tener el mismo poder de compra que en el 2001 (o sea el piso histórico).

Y el otro dato que más preocupa es el de la caída de la actividad industrial, en diciembre fue la menor de los últimos 12 años, inferior al primer año de la pandemia y al 2019. También, desde Confederación Argentina de la Mediana Empresa (CAME) marcaron que la venta en los comercios disminuyó casi el 14%.

Así, podríamos seguir detallando datos adversos, sin contar que falta impactar el aumento de transporte que se vendrá (posterior a la decisión del gobierno nacional de quitar subsidios a las provincias) y los tarifazos en los servicios públicos, que recién comenzaron.

Mientras, analistas económicos sostienen que con el actual estado de recesión con inflación, lo que se viene es un considerable aumento de la desocupación (vuelven los 90).

Demasiados costos para lograr el aplaudido déficit cero. A pesar de que el mensaje del gobierno, sigue siendo hay que aguantar que después viene lo mejor” (otra vez la alusión religiosa. Posterior a los padecimientos, la recompensa es el paraíso), los que más están sufriendo son los que ya no tienen para comer.

Para ellos, no habrá fuerzas del cielo que los salve.

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