El peronismo es el movimiento de masas más importante de la historia argentina. Esta aseveración no significa que su paso por el poder haya sido siempre exitoso. Lo que es certero es que el país se movió en los últimos 70 años al ritmo que el peronismo impuso. En la próxima elección el peronismo se enfrenta a una posible derrota que lo podría arrastrar a un fin de ciclo. Aunque, la historia demostró que dicho partido se la rebuscó siempre para, mutación mediante, volver al poder.
El ejemplo de lo sucedido en Venado Tuerto es un espejo posible al que el peronismo nacional podría reflejarse. Por acá, después de gobernar 24 años seguidos, hoy el partido se encuentra completamente desarticulado y, de no ocurrir un milagro o un gran error de la actual administración, se encamina a pasar varios años a la sombra del poder. Hoy ni siquiera es la principal oposición (fue superado por la joven fuerza Ciudad Futura) y no tiene a la vista un nuevo líder que reemplace al alicaído José Luis Freyre, y pueda aglutinar fuerzas.
Lo cierto es que, a nivel nacional, desde 1946 el peronismo participó en doce elecciones, ganó nueve y perdió solo en tres. Es más, en las dos que estuvo proscripto, incidió y condicionó a los gobiernos electos con la considerable cifra de votos en blanco. En tanto, mientras el peronismo logró perdurar en el tiempo (eso sí, con denominaciones que fueron mutando) otros partidos desaparecieron de la escena pública o se convirtieron en distritales.
Es cuanto menos llamativo las distintas metamorfosis que el peronismo fue realizando durante su historia para permanecer en el poder. El contraste con el otro gran partido popular, el radicalismo, es por demás de evidente. Mientras a los boinas blancas les costó horrores reestructurarse posterior a gobiernos fallidos, al PJ nada parece hacerle mella.
De hecho, la UCR todavía está pagando el desastroso mandato de Fernando De la Rúa, que culminó con el trágico 2001, y desde 1999 nunca más ganó una elección nacional como tal. Solo en 2015 aliándose con el PRO logró volver a la Casa Rosada, aunque su participación en dicha administración fue menor.
Así las cosas, posterior a un fracasado gobierno de Alberto Fernández, el peronismo se enfrenta a una elección que podría ser trascendental para su futuro. Algunos analistas se apuran a vislumbrar su posible fin. Quizás lo más preciso es que lo que culminé sucumbiendo es la variante del PJ que es el kirchnerismo, que viene hegemonizando el partido desde el 2003.
Claro que para que esto suceda, habrá que esperar para comprobar quién se impone en la elección. Vale la pena recordar, lo ocurrido en 1999 o en 2015, donde el peronismo perdió, pero los posteriores y pésimos gobiernos no supieron/pudieron superar la crisis heredara y culminaron habilitando su inmediata vuelta al poder. En 1999 el propio partido se reconfiguró y dejó atrás al menemismo para volver en el 2003 como kirchnerismo.
De esta manera, a pesar de la crisis, todavía el peronismo sigue siendo competitivo en las elecciones que se vienen. Pero, paradójicamente, un posible triunfo de Sergio Massa simula ser un resultado que podría perjudicar al kirchnerismo como el espacio hegemónico dentro del partido. Es que el oriundo de Tigre parece mucho más ambicioso que Alberto Fernández y, es viable que intente inaugurar su propia variante del peronismo.
Mientras tanto, si triunfa algunos de los otros dos candidatos opositores (Patricia Bullrich o Javier Milei, son los que tienen más posibilidades) tendrán el desafío de evitar repetir lo sucedido en el 1999 y en el 2015.
En este caso, también el espejo de Venado Tuerto sería una opción para reflejarse. Claro que, la administración nacional es mucho más compleja que las locales y/o provinciales.