Columnista invitado: Pablo Nirich
La que pasó, la semana iniciada el 15 de agosto fue una Semana de Oro. Excepcional. Muy buena. Medalla de Oro Olímpica para la dupla de veleristas, la rosarina Cecilia Carranza y el porteño Santiago Lange; y luego, Medalla de Oro Olímpica para el equipo de jockey sobre césped, Los Leones. Pero hubo más.
El martes, en el Congreso Nacional fue interpelado por el Plenario de Comisiones de la Cámara de Diputados, el Ministro de Energía de la Nación Juan José Aranguren. Expuso y contestó preguntas, todo ello con un alto nivel, con información precisa y detallada y con preguntas, y también con requerimientos elaborados y meditados por los diputados de la oposición, donde finamente quedó en claro que la sociedad argentina tiene un serio problema energético. Fue un acto republicano. Ello, a pesar de que debamos darle un tirón de orejas a los medios (T.V., radios y diarios) que no encontraron mejor forma de describir la reunión, que resumiéndola a anécdotas y a chicanas, dos o tres, que en la realidad fueron pocas e insuficientes como para desmerecer el buen nivel que tuvo esa interpelación.
El jueves, el órgano superior del otro poder del estado, La Corte Suprema de Justicia de la Nación, dictó un fallo razonable, que más allá de sus detalles y tecnicismos, fue elaborado por un Poder Judicial independiente de influencias políticas partidarias y de presiones desde el Poder Ejecutivo, o sea liberado de amenazas, de presiones y de escarnios, que poco tiempo antes, apenas hace un año, eran algo frecuente en nuestra República. Pero hubo más ese día: apenas unas horas después de conocido ese fallo el Jefe de Gabinete y dos ministros, el de Energía y el de Justicia, dieron una conferencia de prensa en que se sometieron a las preguntas que libremente le formularon los periodistas, algo nuevo en nuestras prácticas públicas.
Los tres poderes del estado actuaron dentro de sus parámetros constitucionales, de un modo que debe reiterarse y transformarse en costumbre natural. Eso es la República en funcionamiento, y tal vez por esa esperanza muchos votaron en su momento al actual gobierno. No es que sea un “Salto Institucional”(*), pero al menos fue un paso en la dirección correcta, hacia el país soñado. Ese es el camino. Así se ve esa semana desde arriba, parado alto, o sea desde donde se puede ver la realidad. Es sabido que hay un sector de nuestra sociedad que no compartirá estos conceptos, ni encontrará en ello un motivo de felicidad; hace más de setenta años que no entienden ni comparten la idea de la decisiva importancia de la República (y así nos va).
En esta semana que pasó: Oro para los argentinos.
(*) Pablo Enrique Nirich es autor del libro “Un salto institucional”. Ed. De los Cuatro Vientos. 2010