Columnista invitadoOpinión: La Rutina de la Perplejidad

Tomás Lüders14/11/2015
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Por Silvina Buljubasich 

La nota de hoy tiene un tinte especial porque supone que cuente algo personal. Además de periodista soy cantante desde hace varios años. Para divertirme un poco y tratar de que la actividad no se me vuelva repetitiva, trato siempre de encontrarle un nombre en particular a cada show. Aunque muchas de las canciones puedan ser las mismas, de acuerdo a las características y el contexto que veo, cada show se gana un nombre diferente.

Pero, como sucede con la mayoría de las cosas, la rutina suele ganar. Me pasa lo mismo con el momento que vive nuestro país, que está a pocos días del “histórico” balotaje del que resultará electo el próximo presidente por cuatro años, tal como lo establece la Constitución.

Si me permiten jugar un poco con las asociaciones, creo esta etapa política en la vida de nuestro país se parece en algunas cosas a lo que puedo percibir cuando estoy en el escenario, antes y después de cantar. Hay gente contenta y gente disgustada, hay gente que está como ausente, algunos incluso se molestan con el “ruido”. Otros están muy divertidos. Y nunca faltan los emocionados.

En fin, sumergiéndonos en lo realmente importante, el nombre elegido para el show argentino de hoy es “Rutina de la Perplejidad”. Una sensación de anestesiamento parece ser el sentimiento inevitable. Vuelan por el aire las pasiones por los candidatos y las propuestas más banales. Y a la inversa con lo que parece importar. Como cuando desde el escenario no entendés cómo a veces algunos no se emocionan con esa canción tan hermosa, y en cambio enloquecen por esa otra que preferirías no cantar.

Pensemos en la presidenta, anunciando casi las diez plagas que cayeron sobre Egipto, pero para la Argentina, si no gana el candidato del modelo (innombrable, por cierto). Es decir “nosotros o el abismo”. ¿Scioli o el abismo? ¿Posta? 

Así y todo, con el ex motonauta como mascarón de proa, es imposible no percibir como se persiste con el discurso religioso. Para esta oportunidad, véase Lucas, 16, Nuevo Testamento, la historia del rico y Lázaro: estando el rico muerto y en el infierno pide un poco de agua para refrescar su lengua, atormentado por las llamas.

Abraham le recuerda que él ya recibió sus bienes durante la vida mientras que Lázaro recibió males… “Además entre ustedes y nosotros hay un abismo tremendo, de tal manera que los que quieran cruzar desde aquí hasta ustedes no puedan hacerlo, y tampoco lo pueden hacer del lado de ustedes al nuestro” (Lucas 16:26)

Esta parábola ilustra la división entre ricos y miserables, que se invertirá en una supuesta vida después de la muerte en la que habrá justicia.

¿Creen que exagero? Cristina Fernández comparó a Macri con De la Rúa y reclamó:“Después no me vengan con que se vayan todos”. A buen entendedor… la actual presidente amenaza a los votantes (analogía con Abraham) de la imposibilidad de cruzar un límite a consecuencia de caer en el infierno por las propias elecciones hechas durante la vida (nuestras elecciones). Al revés de cómo se refirió a los 90s y nuestras decisiones de entonces como sociedad, esta vez la culpa por el sufrimiento habrá de ser solo por nuestra culpa. Esta vez no habrá FMIs ni Buitres a los que culpar. “Habrán sido ustedes, como el rico”, nos dijo la presidente.

Pero si ella es Abraham (la que guía al pueblo) ¿quién es Dios? Sabrá estimado lector que tengo mi respuesta pero prefiero que usted la responda por sí mismo…

Igual lo ayudo: está en el Cielo, jugando con satélites, y la justicia está en sus manos y en las de sus representantes aquí en la Tierra. Por eso el mensaje es “el que no está conmigo está contra mí; y el que no recoge conmigo, desparrama” Lucas 11:23.

Hay una lógica religiosa que impregna el discurso político y que logra sostener identidades con su simbología. Algo peligroso, que nos debería dejar perplejos, pero que ya es rutina.

Así y todo, tanto milenarismo parece estar en absoluto exceso con la realidad concreta de las opciones: ¿Por qué de repente pienso que no sería una locura esta fórmula presidencial? Scioli presidente Macri vicepresidente o al revés, porque Scioli parece el más obediente de los dos.

¿Y Macri quién es? ¡Es Menem!, dicen desde el púlpito! ¿Pero el que funcionario de Menem no fue Scioli? Cambiemos sería la Alianza también, dicen, ¿pero no era que el FPV tiene en sus filas más funcionarios de la alianza que el PRO? El señalamiento parece expresar más una expresión de deseos antes que un pronóstico. Pienso además que si mañana las tempestades no se siembran claramente desde arriba, alguien hará lo posible para sembrarlas desde abajo. Algo peligroso. Ya se dijo, las amenazas son apenas veladas. Otra vez: debería dejarnos perplejos, pero ya es parte de la rutina.

La gestión de Macri en Capital dista de ser ideal (no habría sido mi candidato ni él ni su sucesor de vivir yo en Capital).Pero sin embargo no revela el mismo autoritarismo, manejo clientelar y corrupción que el que sabíamos tenía el matrimonio Kirchner como antecedentes de gobierno en Santa Cruz. Sin mencionar que el cultor del cambio llega a ser candidato a través de acuerdos con miembros de otros partidos políticos.

Ya sé, se perdió querido lector, haga un esfuerzo más. ¿Hay realmente un lado bueno y un lado malo? ¿Y si fuera así quién estaría de qué lado y porqué? ¿Es realmente “el pueblo” capaz de ser guiado, lo desea? Quienes se atribuyen la voz del pueblo fueron sin embargo los que sacaron mayor cantidad de votos, 37 por ciento para ser exactos. Pero sacaron muchos menos que antes. Con el 54 por ciento de 2011 era otra cosa. Pueden, entonces, seguir diciendo que hablan en su nombre , ¿o será que el Pueblo ahora ya no es la mayoría y lo son solo los fieles?

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De números y relato
Es difícil no registrar una fuerte dicotomía entre lo que desde el gobierno saliente se festeja como logro y lo que en primer lugar, el sentido común y luego el análisis de tales cuestiones, deja como verdadero colofón.

Detrás del relato y del sentimiento religioso de los kirchneristas entre sí y hacia su líder (que no es Scioli, no hace falta aclararlo de nuevo) se visibilizan dos cuestiones: la desesperación ante la inminente pérdida del poder, y los números.

Mientras se pregona la redistribución de la riqueza se destinan 6500 millones de dólares y otros 1500 millones en subsidios, para el gas son 8 mil millones por año para las transnacionales y para sus socios locales, amigos, vinculados a los hidrocarburos (todos favorecidos por el clientelismo vip con el que se reparten las áreas de explotación).

El precio internacional del barril de petróleo bajó a 45 dólares promedio, Argentina es el único país que reconoce 32 dólares más por barril es decir 77 dólares. ¿Pero como YPF “es nuestra” eso nos beneficiaría a todos y todas? Piense de nuevo, señor lector.

Un gobierno que se dice Nacional y Popular pero destina una buena parte de sus reservas en el BCRA a financiar a la clase media y media alta en sus viajes y gastos en el exterior, vía tarjeta de crédito. No es necesario explicar que el consumo (hablo de los que pueden)se realiza fuera del país porque la inflación en Argentina lo favorece.

Es el mismo gobierno que se adueña del Estado, desembarca en canales y radios públicas. Tiene amigos, cuando no socios, en canales privados y compra voluntades de toda índole. Tiene una Secretaría de Coordinación Estratégica para el Pensamiento Nacional e intelectuales orgánicos.

Y como defensor y representante de los pobres no los cuenta, los invisibiliza. Ataca al capitalismo desde el discurso pero imprime todo el esfuerzo posible en el estímulo del consumo. Y la lista “popular” sigue: Barrick Gold, Chevron, Exportadoras multinacionales de Granos, molineros en lugar de productores, supermercados en lugar de tamberos, bancos de todos los orígenes con utilidades récord, nueva timba financiera con el dólar, casinos hasta al lado de las villas, etc., etc..

No crea que hay sólo dos miradas y que una es la buena y solo la otra es mala. “Los malos” están en todas partes, el mal forma parte de cada uno de nosotros. Es imprescindible que sepamos que existe una responsabilidad de la que tenemos que hacernos cargo. Pero entonces esto de jugar a puros e impuros es cuanto mínimo un ejercicio de cinismo o de fanatismo o, ¿por qué no?, ambas cosas.

Personalmente no creo en una ciudadanía boba que se deja influenciar o tomar por las fuerzas del mal sin oponer resistencia alguna. Creo que hemos aprendido, creo que esa ciudadanía que supo adquirir sus derechos será también capaz de defenderlos. No la juzgo si la alternativa al oficialismo no me cuadra: me parece un signo de madurez que se le ponga un límite a ciertas cosas. Que se le diga basta al autoritarismo “en el nombre del Pueblo” y al disfrazar como “redistribución” un cortoplacismo que no se lograría sostener por seis meses más. Nada garantiza –ni mucho menos– que Cambiemos sea, efectivamente, el Cambio. Pero no me parece para nada demonizable que, con solo esas alternativas en la mano, se opte contra el oficialismo.

No es necesario retar y mandar a odiar al otro sólo porque está del otro lado del puente, no nos separa ningún abismo, nos separa la ceguera, la intolerancia, la omnipotencia y imposibilidad de autocrítica.

Le recomiendo que vote a quien crea que tiene votar, aunque como en mi caso, su candidato no esté en el balotaje. La democracia es mucho más que la existencia de procesos eleccionarios, es acceso libre a la información pública a través de mecanismos que la favorezcan, respeto por las instituciones y alternancia en el poder, entre otras “menudencias” que ahora, que vemos los efectos de no tenerlas, ya no parecen tan nímias.

 

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