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Por Maria Juliana Bottaini (*)

“..pienso que un psicoanalista sólo tiene derecho a sacar una ventaja de su posición, aunque ésta por tanto le sea reconocida como tal: la de recordar con Freud, que en su materia, el artista siempre le lleva la delantera, y que no tiene por qué hacer de psicólogo donde el artista le desbroza el camino”

Lacan: Homenaje a Marguerite Duras. Del rapto de Lol V. Stein (Intervenciones y Textos 2).

 

Al contemplar la obra de Alejandro Avakián, que titula “La pérdida”, no puedo más que reconfirmar esta maravillosa frase de Lacan. El artista siempre nos lleva la delantera, precede al psicoanalista. ¿A qué se adelanta un artista? Tal vez, quiere decir que esta creación artística, más que explicar la “psicología” del jugador, la engendra, y a partir de ella aprehendemos el punto más álgido e insondable en la lógica del jugador: la pérdida.

En el acto de jugar y apostar se repite una y otra vez un conflicto intransitable para el sujeto. Así que juega para perder, no para ganar, toda vez que la pasión que pulsa, que ilumina, que enciende ese acto del jugar y apostar, es precisamente, la posibilidad de perder. Ello nos conduce a pensar qué se pone en juego en esa pérdida. Salir del taedium de una vida apagada para entrar en una montaña rusa llena de sensaciones en el cuerpo. Sentir que se entra en un climax infinito, que puede tocar el cielo con las manos, que es todopoderoso, que su felicidad no tiene límites, para caer, inmediatamente, en el abismo más oscuro y mortal. Goce de la pérdida. Esto está absolutamente plasmado en los trazos de Avakián, a pesar del riesgo en el que podemos caer cuando intentamos poner palabras a una obra de arte o dar sentido a una poesía. En la significantización algo se pierde, algo no logramos asir, afortunadamente. Cada mirada inventará algo con esta creación artística, dispuesta a sentirla, a despertar el cuerpo y a sorprenderse.

 

“La pérdida” de Alejandro Avakián, exhibido en la Cámara de Diputados del Congreso de la Nación junto al presente texto. (Fundación WGM)

 

El artista aquí puede mostrarnos cómo un mismo sujeto, desesperado, quebrado, desolado, es también los efectos de sus sombras, una, más otra, y otra…caminante autómata, sombras oscuras que terminan en la figura de un borde sin contenido, en un primer plano que invade y captura toda la atención. Es el momento final, que posiblemente relanza nuevamente el circuito, volver a jugar para recuperar lo perdido.

La pérdida, la perdida, lo perdido, el jugador que pierde la cabeza. El sustantivo que objetiva una acción. Jugar para perder.

Perder, perderse… quedar adherido a una práctica, sin sustancia, que esclaviza a un sujeto, desubjetivándolo. Solo quedan sombras, bordes, un vacío. La desesperación de las manos en la cabeza, las sombras sin rostros, son un tiempo que define al juego, son el tiempo final, y también, el buscado.

Sujetos errantes, sin rostros, caminantes que recorren una sala de juegos, los Walking Dead de esta época.

(*) Psicoanalista  –miembro fundador de Red Ludopatía Rosario, integrante de T y A Rosario, Campo Freudiano (Toxicomanías y Alcoholismo)–

Facebook: Red Ludopatía Rosario

redludopatiarosario@gmail.com

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