Tomás LüdersSi no hay mercado, que no se note

Tomás Lüders14/04/2019
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Este año el gobierno decidió pasar de la retórica de la “Revolución de la Alegría” al Vía Crucis del “Haciendo lo que hay que hacer”, contexto y convicción llaman a formar una masa crítica dispuesta a llevar la cruz que el Mercado exigiría que carguemos como pago por nuestros pecados populistas. Sin embargo, creyentes y no creyentes insisten comer y beber aunque sea lo mínimo en el mientras tanto. A regañadientes, Macri y Peña ceden a los “odiados acuerdos de precios” para poder retomar la carga de la cruz después de las elecciones.

Por TL

Aunque esta semana tanto el presidente Mauricio Macri, ante empresarios y dirigentes de primera línea, como el jefe de Gabinete Marcos Peña en el Congreso ratificaron que su gobierno no cree en los controles de precios, sería el alter-ego presidencial y sobrino del dueño de La Anónima –uno de los supermercados  que más incide en que los argentinos que vivimos en el interior pagamos por cada producto alimenticio y de limpieza que consumimos–quien anunciará este jueves un “acuerdo” que alcanzarían alimentos (refuerzo del descuidado “precios cuidados”), electrodomésticos (la vuelta del “ahora 12” e incluso “ahora 18”) y remedios. Todos los detalles serán dados ese día, uno antes de anunciarse que en marzo la inflación llegó al 4 por ciento (las casualidades, claro, no existen).

Antes, la llegada del “acuerdo” había sido ratificada por el ministro de producción Dante Sica, que está entre los menos ortodoxos funcionarios del gobierno y era de las primeras líneas que insistían en dejar atrás la tozudez anti-heterodoxa de Macri y Peña. En la mención del nombre elegido por Durán Barba y declamado por Sica resonó sin embargo lo que se trataba de ocultar: la autoritaria y populista palabra “control”. Y no solo resonó porque el contexto evidenciaba que se hablaba de controles relativamente acordados, sino porque el significante  “Acuerdo”, cualquier persona con mínimos conocimientos de historia lo sabe (no es el caso ni de Peña, ni de Macri), remite con igual facilidad a los fracasos populistas que el gobierno dice que viene a dejar atrás. Y es que la libertad y la meritocracia estarían detrás del Via Crucis que ya ni viene acompañado del globos y canciones de Tan Biónica. La melodía ahora sí explicita el sufrimiento, y Macri y Peña hasta se envalentonaron con que la retórica del sudor y el dolor podía persuadir a una masa crítica a la que imaginaron, de pronto, fervorosa creyente en un pathos ya sin el velo de colores estridentes.

Retroactivamente, el discurso del Vía Crucis podía generar entre los suficientes votantes una épica que no aportaron las buenas ondas, los mates con vecinos y el cotillón. El Haciendo lo que Hay que hacer desplazaba a la Revolución de la Alegría de 2015-2016.

Pero las tercas encuestas destacan que la masa crítica no alcanza a ser ni crítica ni masa, el masoquismo religioso-monetarista apenas si parece alcanzar para sostener la pasión de un porcentaje insuficiente del electorado (algo grotescamente propagandizado con los videos de empresarios pymes que se autoflagelaban ante cámaras por haber comido y dado de comer gracias al facilismo del pasado). Hay gente que, aunque coincida en el rechazo “a los 70 años de fracasos” y acepta que es necesario sufrir un poco como forma de redención, insiste que no se puede dejar de comer, beber, curarse y abrigarse mientras se paga por los pecados.

Argentina es el país en donde el empresario farmacéutico Alberto Roemmers figura número 3 en la lista de Forbes argentina –solo después del “metalero” Paolo Rocca (Techint) y el petrolero Alejandro Bulgheroni (Pan American Energy)–. Roemmers saltó a las revistas y programas de chimentos por realizar una multimillonaria y pantagruélica fiesta de cumpleaños 60 en el norte de África en febrero del año pasado, con invitados VIP y elefantes nadando en champagne Dom Perignon incluidos, o algo por el estilo. En este país es que el gobierno negociaría rebajas de precios en los medicamentos para jubilados y pensionados con “recortes” del 40 por ciento, apenas una atenuación considerando que, a pesar de los bienintencionados anuncios del gobierno para controlar los efectos de la cartelización realizadas por los laboratorios, los precios de los remedios siguen subiendo por encima de la ya de por sí elevada inflación.

Así y todo la estanflación (recesión con inflación, es decir, el peor escenario económico posible) fuerza al gobierno autoproclamado liberal a anunciar estos paliativos de cara las elecciones. Lo hace en el país de los empresarios que figuran entre los menos liberales del planeta: el mencionado ranking Forbes evidencia que del estado no solo dependen ensambladores-fabricantes de mediano tamaño (usualmente  “bancados” por ser grandes generadores de empleo a pesar de su nulo desarrollo de producto, su nula generación de dólares y sus altos precios por pésima calidad para el mercado interno) o carniceros-evasores como el conurbánico Samid, sino “grandes” referentes como Techint y Pan American Energy, cuyos dueños-lista-forbes vienen salvándose de diferentes causas judiciales por pago de sobornos en función del peso de sus activos.

En Argentina no hay que leer “La Acumulación Originaria” de Karl Marx para saber que el origen del Capital del meritocrático burgués es más que innoble. Alcanza con mucho menos, alcanza con leer las noticias, por malas e interesadas que sean sus prosas. A la pregunta entonces de si hay luz al final del túnel, los feligreses de estas Estaciones de la Cruz necesitan preguntarse, antes de seguir cargando la pesada madera, quiénes serán los Hijos que serán recibidos por el Padre Mercado en el Reino de los Cielos. Temo que la recompensa no será para los Justos. En economía, la justicia y el sacrificio propio raramente pagan.

 

 

 

 

 

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