Tomás LüdersPeriodismo: Una profesión incómoda e incomodante

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Hoy se conmemora otro día del periodista,  en homenaje a "La Gazeta de Buenos Ayres", publicada por primera vez un 7 de junio de 1810.

“La Gazeta” era un medio político y sectorial, porque daba difusión a las medidas de la Junta del Gobierno independentista recién creado. Mariano Moreno era parte de esa Junta, y del sector más radical de la misma. Pero sería anacrónico acusar a Moreno de “oficialista”.

El periodismo de aquellos tiempos convulsionados tomaba partido abiertamente, y no se debatía si debía ser fiel a una realidad externa a sus ideas. En épocas revolucionarias, cada parte reclamaba para sí tener la verdad, en términos actuales, cada parte se pretendía objetiva (aunque difícilmente hubieran usado esta palabra en aquél entonces). Nadie discute políticamente creyendo que su verdad es relativa: las revoluciones se hacían en nombre de la razón y contra el irracionalismo de los viejos regímenes.

La noción de objetividad que se asocia hoy al periodismo es posterior a todo este periodo conflictivo, emerge con la profesionalización y masificación del medio. La idea de objetividad viene de la independencia de cada medio de los diferentes grupos políticos de una sociedad. Lamentablemente, esta independencia se asoció rápidamente a intereses comerciales, cuando la empresa se consolidaba, o la necesidad de supervivencia económica cuando su posición en el mercado era más compleja.

Por eso esta noción de objetividad exigida al periodismo merece ser criticada, ya que a menudo por ella se entienden cosas muy diversas:

-Se le pide al periodismo que no opine si no conoce los hechos, pero lo cierto es que los hechos en bruto no existen para el sujeto humano, sino que son siempre tamizados por sus interpretaciones, y estas son inevitablemente subjetivas. Por eso hablar de subjetividad y dejarla explícita es un signo de honestidad. Quien cree hablar en nombre de la objetividad es a menudo alguien que se considera dueño exclusivo de la verdad.

-Como el periodismo reporta, opina y critica sobre diversos asuntos, sin pertenecer a un grupo particular de la sociedad (al menos idealmente) es posible que las partes criticadas sientan que la palabra periodística no se corresponde con la verdad. Un buen periodista es alguien que está dispuesto a expresar su punto de vista sobre todos los temas y actores sociales, y sólo a este tipo de imparcialidad debe aspirar. La imparcialidad que buscar no afectar a nada a ni nadie es simple obsecuencia o cobardía.

– La palabra periodística es entonces política, pues opina y critica sobre lo social. Pero no debe ser partidaria. Si el periodista toma parte, no debe hacerlo en forma permanente o atado por un vínculo de lealtad que le demande ocultar o callar críticas. Eso le compete a otro tipo de actividad, que es la del militante político.

Por eso a un buen periodista le resulta complejo generar simpatías amplias, o un grupo de partidarios. Un día dirá algo con lo que un sector acuerde, y al otro día quizá le toque decir algo que a ese mismo sector quizá no le cause ninguna simpatía. Por eso es común, muchas veces sin ser merecido, que se acuse al periodista de defender a un grupo un día, y de defender a otro al siguiente.

Ahora bien, hoy vivimos en un contexto en el que la profesión periodística está puesta en cuestión. Antes le pasó a la política. Y está bien que la profesión se ponga en discusión, ya que la nuestra es una actividad que atañe a lo público.

Pero quien enuncia la crítica debe hacerse responsable de sus propios dichos, ya que a menudo “la gente” opina con una impunidad que no pueden hacerlo quienes deben firmar sus notas. Hoy los medios asociados a internet le están permitiendo a "todo el mundo" aparecer en la arena pública. Pero una cosa es opinar desde Facebook o Twitter, y otra es hacerlo desde un medio o un artículo firmado. Todos podemos y debemos opinar y criticar, pero debemos hacernos cargo de nuestros argumentos. Desdecirse de algo dicho en las redes sociales es sencillo, se puede cambiar de opinión de un posteo a otro. Pero cuando se opina desde un diario la cuestión no es tan simple.

Hoy es positivo que el discurso de un medio que jamás dejó claro cuál era su ideario, y que variaba sus posiciones de acuerdo a sus intereses comerciales, esté siendo criticado y cuestionado. Pero en una época en la que las posiciones periodísticas están en discusión, lamentablemente muchos colegas se refugian en la legitimación y aceptación de la subjetividad para hacer prensa partidaria, para confundir propaganda con periodismo, y como dijimos antes, estas actividades son bien diferentes.

También es negativo que se acuse a un periodista de cómplice porque trabaja para uno u otro medio. Un redactor de Clarín no es Clarín, así como un trabajador de, supongamos, Techint, no es Techint. En la profesión hay de todo, hay buenos y malos trabajadores. Hay cómplices y están lo que hacen lo que pueden, como en cualquier otra profesión. Sólo que el hacer periodístico siempre es público, y por eso siempre se le puede exigir que rinda cuentas. Pero deben tenerse en cuenta las condiciones laborales desde las que se trabaja: es muy diferente intentar decir lo que se puede desde un medio, que firmar las notas de opinión que defienden al medio. A no todos los profesionales les cabe el mismo sayo.

Los periodistas, somos después de todo, trabajadores que intentamos vivir de una profesión que nos pone siempre en un lugar incómodo, porque muchas veces nos vemos obligados a incomodar.

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