Tomás LüdersOpinión: Ucrania de estado tapón a “marcada de cancha” de Putin

Tomás Lüders24/02/2022
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En esta época de tiempos interesantes (vivimos, después de todo el Fin del Fin de la Historia), todo puede pasar. La Pax Liberal era un zombie antes del Brexit, y no lo sabíamos.

Como bromeábamos en un chat con amigos… con todo lo que viene pasando, falta que a Jair Bolsonaro se le dé por jugar a ser Pedro I y lance una invasión sobre La Banda Oriental. Me preocuparía la situación de los uruguayos etnicamente argentinos como Su Giménez, Marcos Galperín y Gustavo Grobocopatel… No sé, después lo mandamos al bastante limitado de Cafiero junior junior a negociar, hace la gran Manuel García y terminamos con Berni poniéndose en modo Lavalle y se arma alto lío de este lado de la orilla del Plata.

Nada, la ocurrencia surgió como un chiste, pero enseguida nos dimos cuenta la realidad que oculta. No porque Brasil piense en invadir Uruguay (o sí, quién sabe) sino porque el mundo ya no parece descansar sobre sistema hegemónico alguno.

La prematura muerte del consenso Americano-Soviético, sucedida por la más imprevista desaparición del breve establecimiento de Estados Unidos como gendarme único del Mundo dejó totalmente abierto el juego del tablero mundial. Todo eso, tan reciente, que alguna vez pareció tan estable, se ha evaporado.

El trasfondo de lo que sucede en Ucrania viene, claro por ese lado. Vladimir Putin no es Boris Yelstin. Aunque dejó casi intacta la economía oligárquica posoviética, demostró que la política (sí, autocrática, sí, homicida, pero política del poder soberano al fin) puede pesar más sobre la economía cuando se tienen los suficientes recursos naturales. Y Rusia los tiene. Le basta cerrar un par de canillas para dejar a toda Europa del este y centro sin gas.

Putin fortalecía su poder autocrático, revitalizaba el herido orgullo ruso mientras Europa y Estados Unidos seguían jugando a la globalización, confiado en que el mundo global, de economías deslocalizadas, no iba a generar rivalidades fuertes, a lo sumo la emergencia de algún estado semi-paria con ánimos belicosos o al que se le atribuían tales (que Irak, que Irán, que el conflicto Palestino….). Pero se equivocaron y feo.

Así las cosas, China no fue un mero receptor de inversiones occidentales, sino que las capitalizó para apuntalarse como nueva gran potencia económico-militar. Bill Clinton debería estar masticándose sus palabras sobre las bonanzas de un mundo unido por flujos sin límite de capital (así como le dijo a su rival electoral en su momento “es la economía, estúpido”, a él habría que decirle “es el poder, estúpido”).

Aunque paralelo, el caso de la ya no tan nueva Rusia es diferente al chino, sus recursos naturales excedentes, su enorme territorio, la herencia del aparato militar soviético y su gran, pero no excesiva, población le permiten ser un jugador de peso en el tablero mundial sin necesidad de tener un PBI mayor al que de una potencia media del Occidente rico.

Por eso Putin se permitió –como los rusos cuando se decían soviéticos en su tiempo sobre Hungría o Checoeslovaquia– evitar que continuara la sangría de la ahora Federación.

Y Occidente, con sus políticos que no saben de poder sino que se creyeron su propia chachara del Fin de la Historia a partir de la universalización del capitalismo liberal, no tomaron debida nota de cómo eran las cosas. El nuevo Tsar no se iba a quedar quieto ante el justo, pero poco realista, intento de los ucranianos étnicos de unirse a la OTAN para después intentar llegar la Comunidad Económica Europea.

Ucrania, debería saberlo cualquiera con un mínimo de conocimiento histórico, es lo que en geopolítica se llama buffer state, algo que por acá traducimos como “estado tapón”. La guerra de Crimea a mediados del siglo XIX es más que ilustrativa sobre los intereses Rusos sobre los puertos del Mar Negro. Allí todavía descansa la flota más importante de ese país desde la era soviética.

Los estados tapón son, claro, siempre estados que padecen los juegos de poder de los estados más grandes y poderosos. Armenia lo fue entre el viejo Imperio Romano y el Persa. Cada vez que alguno de los imperios trataba de incorporar o influir sobre ese reino bisagra más de lo que debía, se terminaban produciendo algunos de los enfrentamientos bélicos más costosos y brutales de la antigüedad.

Ya en antes de la modernidad, también fue un estado tapón la pobre Polonia, pero los polacos lograron atrapar, hacia fines del siglo XX, a los rusos con la guardia, el ánimo y los recursos a la baja. Así que saltaron rápido a Occidente. Se Mcdonalizaron enseguida, quien fuera ese país hacia mediados de los 90s hubiera visto una transformación parecida a la de Argentina acontecida en la misma época: shoppings, bancos, cadenas de comidas rápidas desplazaron comités y clubes de ciudadanos comunistas auspiciados por el Estado. Pero nuevamente, un Occidente que se creyó su propio relato sobre la bienaventurada posmodernidad sin ideologías se olvidó de lo importante que la religión católica era para la identidad y la unidad de un país siempre desgarrado territorialmente: hoy Polonia es una semi-teocracia que no se parece en nada al país que soñaban los Clintons, Bush o Blairs, aunque permanezca dentro de la CE.

Así las cosas, hoy, los pobres ucranianos vuelven a padecer el pisoteo de sus odiados rusos. No llegaron a occidentalizarse a tiempo. Pero la culpa de esta guerra no es de Vladimir Putin. Los tanques y misiles rusos son, sin dudas, un efecto de la ignorancia y soberbia de un liderazgo occidental que parece estar muy por debajo de estándares de antaño.

¿Qué pueden hacer los costosísimos e ineficentes CPU voladores F-35 que Estados Unidos le vendió a sus aliados europeos, cuando ante la mínima reacción militar de la OTAN, a Rusia le alcanza con cerrar una canilla para dejar más de la mitad de Europa sin combustible? (Nota: porque otra cosa que saben hacer bien los rusos son máquinas militares versátiles, duraderas económicas y fáciles de producir y mantener, como el Su-24 que ilustra la foto de arriba, un avión de la década del 70 que cuesta 20 veces menos que el futurista  F-35, tan difícil de ensamblar y mantener que necesita 15 técnicos especializados en aviónica digital por mecánico que demanda el viejo y confiable Sukhoi)

El único modesto consejo que se me ocurre para esos dirigentes: dejen un poco los bloggs de finanzas y los libros semi-autoayuda sobre economía global y lean un poco más de literatura histórica.

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