Tomás LüdersOpinión: La selección y nosotros

Tomás Lüders19/12/2022
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En estas semanas se han interpretado y sobreinterpretado gestos y decires de los jugadores del Mundial que acaba de terminar. De los nuestros y de los ajenos.

Para la mayoría de los intérpretes, es decir, los medios y los usuarios de redes sociales, la cuestión pasó por demostrar que los nuestros eran moralmente mejores y, a la vez y quizás contradictoriamente, más fuertes. Hubo, claro, medios que escribieron en contrario, al excepcionalismo positivo argentino se yuxtapone desde algunos medios un excepcionalismo de sentido inverso: seríamos peores que el resto. “Vulgares”, se dijo.

De cualquier manera, a pesar de estas voces criticonas que se creen preclaras porque se asumen como minoría selecta, y como no hacía desde hace mucho, esta Copa del Mundo pareció manifestar una casi unanimidad de adhesiones positivas. Casi sin matices.

Ríos de tinta podrían ser escritos de nuevo para analizar si, además de futbolísticamente (después de todo la Selección Argentina ganó con justica) nuestros jugadores son moralmente superiores a otros o no. Opinando a vuelo de pájaro, uno puede decir que han contado con buena prensa. Y es que el periodismo deportivo no sabe –con contadísimas diferencias–  hacer justamente lo que debería hacer: periodismo. Siempre pretende encarnar el “humor social”, lo intenta con poca sutileza, y por eso pasan de críticos criticones, exitistas y difamadores, a pseudo-representantes con micrófono de los hinchas. Así y todo, uno podría decir que Leonel Messi y los suyos son en general buenos tipos y, sin dudas, un equipo talentoso y unido a la vez (algo no fácil de ver en un ambiente tan competitivo). Y aunque no sean necesariamente mejores ni peores moralmente que la media de los seleccionados de los otros 31 equipos que disputaron el Mundial que quedó para el combinado argentino, lo cierto es que son nuestros jugadores. No importa lo que idealice positivamente la mayoría de la prensa o negativamente una minoría de ella.

Lo que sí sin duda encarnan los jugadores es poesía. En un mundo desangelado, desigual, donde los mecanismos que regulan mercados y Estados se ven cada vez más alejados del control ciudadano, donde los negocios se imponen por sobre las necesidades de las mayorías, los jugadores de fútbol emergen como representantes transparentes de las añoranzas de esas mayorías. Su poesía, no se mancha. Y eso a pesar de que su juego cargado de épica se despliega entre los contornos de una de las corporaciones de negocios globales más corruptas.

¿Ficción o representación? / Ficción y representación

Como decía un reconocido sociólogo del deporte argentino, es una ficción que un país participe de un mundial. Es cierto, no fuimos millones los que entramos la cancha. Es una ilusión sentir que participamos directamente del juego. Pero es esta ilusión, nacida de millones de deseos, la que hace posible ese juego en esas canchas. Nadie duda que Argentina le debe mucho al 10 de nuestra selección, sobre todo después de haber sido vituperado tantas veces por la prensa criticona y parte de la opinión pública que estimulaba a esta prensa. Pero sus gambetas, pases y goles no tendrían sentido sin ese deseo de representación, deseo que no mengua, sino que se acrecienta con el paralelo acrecentamiento de la ilegitimidad y desconfianza que generan quienes deberían representar el resto de los asuntos públicos.

Esos asuntos que no tienen la misma capacidad de generar poesía que el fútbol, aunque es cierto que lo político también ha suscitado y suscita también pasiones. Aunque generalmente, y sobre todo en las últimas décadas, éstas se motorizan por una violencia simbólica que el futbol, sino sublima, al menos logra transformar en rivalidades que no suelen trascender la cancha (ver el caso de la relación entre Argentina y Brasil).

Las pasiones políticas, por el contrario vienen siendo estimuladas por una dirigencia que no parece tener otro recurso que patear el avispero, porque es cada vez más mediocre, cortoplacista e interesada. No sabe, no puede y no quiere ocuparse de los temas acuciantes que no se dirimen con la pelota de cuero. Por eso, entre posteo y posteo, declaración y declaración, se abocan casi exclusivamente a defenestrar al rival. Entre tanto, omiten programas, consensos posibles y, sobre todo, genuino interés para ocuparse de las problemáticas que nos atraviesan. Esas de las que Messi y los suyos no pueden, y no tienen por qué, hacerse cargo.

 

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