Tomás LüdersOpinión: “De paro”

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Por Tomás Lüders

Tal como escuchaba ayer a un periodista capitalino, yo también voy a comenzar atajándome. Soy docente, y lo soy por elección. Creo que esta es la profesión más noble, porque no es ni siquiera una profesión. Es elegir transformar.

También creo en el derecho a huelga. Es una de las principales armas de los débiles. También entiendo y me solidarizo con los motivos de los reclamos. Los de nuestra provincia, los de la provincia de Buenos Aires, los de todo el país.

De quienes desconfío es de muchos de nuestros representantes gremiales, no de todos, claro. Desconfío de su vocación docente. Desconfío de sus motivos para representarnos. A veces el gremialismo se vuelve una carrera en sí misma, y la legitimidad de nuestros reclamos, una prenda de cambio para obtener no-quiera-uno-saber-qué-cosas.

Pero para ser sinceros, me importa muy poco la pertenencia docente de quienes, viniendo de las bases son hoy otra cosa.

No voy a sermonear a nadie. Para nada, porque al hablar como docente creo que las decisiones tienen que ser asamblearias. Pero voy a decir mi parecer.

Sé lo desgastante que es dar clases en el secundario, y a veces también en el nivel superior. Por el primario no pasé, pero me imagino que lo de las "blancas palomitas" es ahora más mito que nunca. Veo la crisis de las vocaciones, veo la falta de fe de los chicos en la educación. Veo que no nos ven más como referentes. Entiendo por qué muchos compañeros, a los cincuentitanto no aguanten más. Y la verdad es que quién soy yo para pedirles heroísmo.

Siento cada día lo que está pasando con los chicos, con los chicos que la van contra ellos mismos y contra nosotros, y con los papás de los chicos, que nos desautorizan, que nos tratan de fracasados, de incapaces y de no ser quienes para decirles nada a sus hijos. Veo que cuando pasa más arriba, la cosa se vuelve violencia simbólica. Hay papás (e hijos) que te arrojan la diferencia social en la cara. Peor todavía, hay directivos que acatan sumisos frente al pedido del cliente. Es peor cuando pasa más abajo, con la falta de recursos simbólicos convirtiéndose en piñas y palos contra nosotros, contra ellos, contra el mundo que les parece una mierda.

Y en ese marco nosotros, gritando que nos queremos jubilar antes, porque no nos bancamos más esto.  Porque nosotros también dejamos de creer en esto.

Pienso en cómo este paro expresa, arroja esa falta de fe en ellos y en… nosotros mismos (la gente que no está no entiende y no me importa lo que deje dicho en el contestador de la radio). Pienso que ya no tenemos cabeza, manos y piernas para intentar. Vuelvo a pensar en los chicos, en los que ya no creen en nada y en los que todavía nos quieren creer, al menos escuchar. Pero nosotros ya dejamos de estar ahí dos veces por semana, porque gritamos, que no (los) aguantamos más.

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