Tomás LüdersMilei, candidato extremo, ¿votantes extremistas?

Tomás Lüders25/05/2023
Compartir esta noticia
Share on Facebook
Facebook
Tweet about this on Twitter
Twitter

La vieja sociedad salarial de empleo estable ha desaparecido después del decenio kirchnerista, que sostuvo la ilusión de que se podía sostener un país sin cuidar las variables macroeconómicas, solo sostenido en un boom de los commodities que resultó demasiado transitorio. El Estado siguió creciendo, pero de manera inversamente proporcional parece decaer la calidad de sus prestaciones. El votante de Javier Mieli, mayoritariamente de perfil joven, no necesariamente odia al Estado, simplemente lo ve ajeno. Ha crecido con el relato de que el Estado todo lo soluciona mientras se ha adaptado como pudo a las nuevas condiciones de subsistencia. Siente que el dinero no le alcanza y que cada logro es suyo propio. Identifica entonces como enemigo a lo que Milei denomina “la casta”, apelativo efectivo porque si una parte de la clase política ha quedado asociada a una sociedad estadocéntrica que ya no funciona, la otra que prometió reformas y “emprendedeurismo” para todos, solo profundizó la crisis y no terminó de despegarse de prácticas patrimonialistas.

 

Esta semana pude escuchar los resultados de un estudio de opinión hecho sobre las propuestas del candidato “libertario” Javier Milei. Buscando medir el nivel de “extremismo” de los votantes, el trabajo de la encuestadora categorizaba para los seleccionados a esas propuestas simplemente en dos: “delirantes” y “debatibles”. Entre otras cosas, la investigación expresaba que había un mayoritario rechazo al “mercado de órganos” y que no había una ferviente aprobación al enunciado que sostiene que todo lo público debe ser relevado por el mercado.

Ahora bien, se pierden de vista varias cosas desde las miradas descriptivistas que suelen tener este tipo de estudios: primero, que Milei se define antes que por lo que no es que por lo que efectivamente dice ser. Tal como puede leerse entre las líneas de lo que establece el estudio –aunque sus realizadores no lo lleguen a interpretar–, simplemente Milei funciona porque logra que se lo defina por oposición a lo que llama “casta”. Por eso son muchos los que lo votan aunque no apoyen ciegamente la dolarización y otro tipo de medidas que le confieren al mercado un poder mágico para solucionarlo todo del que carecería lo público. Entonces, frente a una clase política incapaz de los menores consensos, que se muestra más propensa a quedar bien con el electorado y patear irremediablemente para adelante cualquier medida antipática, difícilmente –aunque nos choque la figura del candidato autoproclamado “libertario”– pueda juzgarse lisa y llanamente a sus votantes de “locos radicales” o “lúmpenes sin conciencia de clase”, tal como repetidamente viene haciendo el progresismo bien pensante.

En segundo lugar, estamos en una época de extremos, de frustraciones, que cruzan toda la sociedad, no solo al votante de Milei: basta ver cómo ante los fracasos de su nuevo gobierno, el kirchnerismo se encierra cada vez más en sus rasgos identitarios más autocomplacientes, generando eso que el sociólogo Pablo Semán llama “complejo de secta grande”. Para los kirchneristas, aunque en los términos inversos, todo lo malo que pasa es “culpa de los otros”.

Por eso, aunque el enunciador-Milei quizá “haya ido demasiado lejos” con ciertas declaraciones, encarna por otro lado al representante de esas frustraciones e iras…. Y hoy a los indignados se los deja hablar sin censura.

Según estudios cuanti y cualitativos, el votante promedio de Milei es el joven de clase trabajadora que percibe que la clase política gestada en los últimos 20 años no puede responder a sus demandas o las obstaculiza.

 

Las cosas ya no son lo que eran

En una entrevista reciente, el ya citado Semán  hace una semblanza muy clara respecto del imaginario que predomina en los votantes de Milei, sobre todo en los jóvenes de clase trabajadora: la noción de que ni el Estado ni las viejas formas de protección social del trabajo los ayudan. No necesariamente se oponen a ella desde una ideología bien definida, mucho menos la lectura más o menos sistemática de los textos clásicos del ultraliberalismo que de tanto en tanto cita Milei (Hayek, Rand, Mises…).

No son en su mayoría, como suele estigmatizar cierta izquierda, jóvenes pobres que se han comprado ideas rectoras funcionales a los ricos. Simplemente son nuevas generaciones que han aprendido a arreglárselas como pueden y han aprendido que las regulaciones estatales del mundo del trabajo –en materia de derechos, pero también impositiva– los han protegido poco y nada (son extraños a ella) e incluso perciben que obstaculizan su progreso. “Quieren que los dejen hacer sin obstáculos”, dice Semán: la ausencia de protección del estado es para ellos algo natural, porque no crecieron beneficiándose del contrato igualitarista de la vieja sociedad laboral fundada por el peronismo. En este sentido, se parecen más a los viejos inmigrantes de principios del siglo XX que a los obreros del 45… aunque tengan que actuar en condiciones mucho peores.

Semán dice que tienen una mentalidad “mejorista” –que es anterior al énfasis y el éxtasis por la desregulación laboral macrista–, simplemente piensan que la única forma de salir a flote es a través del esfuerzo individual. La percepción, debo decir de mi parte, se me hace menos injusta cuando ya hace tiempo que el modelo mercado-internista reinagurado por el kirchnerismo con el boom de los commodities de la primera década de este siglo ha quedado atrás hace ya demasiado tiempo.

No son entonces liberales doctrinarios como fueron quienes empezaron a construir la figura de Milei, son simplemente la generación que ve extraña a ellos el viejo contrato del estado laboralista-peronista y más nuevo postulado que dice que el “Estado te Cuida”… aunque no te esfuerces por cuidarte a vos mismo (el joven trabajador “mejorista”, dice Semán, sabe que él no es un “quedado”, como suelen ser algunos de sus vecinos).

¿Pensarán que la salud y la educación pública deben ser eliminadas? Probablemente no, pero simplemente no la valoran como la valoran las viejas generaciones, tanto porque se han visto en la necesidad de pagarse una prepaga y de educarse en escuelas y terciarios privados “accesibles”.

En conclusión…

Pensemos lo que pensemos de Milei (y quien escribe esto está lejos de tener una opinión favorable) hay que dejar de establecer una relación directa entre cada cosa que dice el candidato libertario y el fenómeno de adhesión a su candidatura. Su éxito pasa por aquello a lo que él cuestiona. La mayoría de sus votantes ha aprendido “arreglárselas por su cuenta” y siente que padece, antes que verse beneficiado por, un Estado que se resiste a mejorar.

https://www.venado24.com.ar/archivos24/uploads/2019/07/ESTEVEZ-BANNER-WEB-OKEY.gif