Tomás LüdersMenem hoy y el grotesco político

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Por Tomás Lüders


Una declaración de Menem ponderando a la presidenta, siempre con cierta tibieza o al menos lejos de la retórica plagada de los grandilocuentes elogios personales de la mayoría de los referentes kirchneristas, es un título que no deja de rebotar en los diferentes medios. Incluyendo éste.

El hecho en sí mismo es, sin embargo, un dato menor que sólo es noticiable por lo grotesco: quien ahora elogia a la presidenta es quien lideró el gobierno que impulsó las reformas “neoliberales” de los 90s (aunque más que de neoliberalismo, lo acertado sería hablar de apertura y re-regulación concentradora de la economía a “a lo PJ”). Es sin embargo también, un casi-cadáver político.

Pero por otra parte, las declaraciones hechas por Menem desde su lejano lugar en el mundo son un índice que permite leerse como una huella del pragmatismo sin principios que anima al grueso de la política argentina.

Pragmatismo que, claro está, no se limita al kirchnerismo dirigencial –también otra debe ser la perspectiva a la hora de analizar los principios de gran parte de su militancia-. Solo que para el caso de este articulado nacional, la evidencia resulta más escandalosa, ya que a diferencia de otros dirigentes de los partidos tradicionales, Néstor Kirchner y Cristina Fernández armaron desde el vértice del poder estatal un discurso basado en una fuerte dicotomía moral entre quienes supuestamente responden al pueblo (a los desfavorecidos) y quienes harían lo opuesto: el tiempo y territorio en  el que los que estos “malvados” mandaban a sus anchas había sido no otro que los “neoliberales 90s”.

Sin que se lo mencionara demasiado, Menem era aludido como el factótum político del despojo popular. La retórica refundacionalista tampoco es potestad exclusiva del Kirchnerismo -Menem también decía llegar para refundar el país, aunque terminó haciendo bastantes peores cosas por él-, pero el nivel actual de antagonismo, planteado por otra parte por quienes hasta poco antes de asumir el control del Gobierno Nacional no podían ser definidos de otra forma que como dirigentes tradicionales del justicialismo provincial, resulta una marca de estilo propio.

Menem por otro lado también hablaba de pueblo y principios, pero detrás de su pobre articulado discursivo, no se podía dejar de visualizar cierto giño cómplice con el cinismo de la época.

No obstante, para el dispositivo enunciativo montado en vertical por los K, convino siempre evitar hacer demasiados nombres -Menem de hecho aparece muy pocas veces mencionado con nombre y apellido en los sucesivos rechazos a las dirigencias "del pasado"-. Y es que siempre había dirigentes de aquel tiempo ("el infierno") que podían volver a ponerse en circulación; ahora, claro está, para colaborar en la “redistribución a favor de las masas”. También fue siempre mejor no dar detalles en medio de tanta revisión, dada la necesidad de pasar por alto las "manchas" en los propios currículums K… -la suciedad definida, claro, de acuerdo a los propios argumentos usados para criticar ad hominem al adversario-.

Con el propio Menem del lado del bien, el argumento sigue siendo parafraseado casi sin alterar y hasta el cansancio por los diferentes integrantes del armado nacional. Lo que sonaría a cinismo puro, si no generara tanta creencia.

 

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