Tomás LüdersIdentidad y malestar de la cultura: una “solución” por la vía del goce

Tomás Lüders10/03/2022
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La hipocondría, hoy también agregaríamos la somatizacion, parafraseando al historiador de la cultura Peter Brown, se expresaba en la sociedad clásica como producto de los humores del propio cuerpo. Con la llegada del primer cristianismo sobre la sociedad clásica tardía, los hombres y mujeres tendieron a negar que la enfermedad brotara de ellos mismos; la defensa contra los demonios les preocupaba más que los desórdenes íntimos de su constitución corporal, dice el historiador irlandés en su ya clásico El mundo de la Antigüedad tardía (N de A: libro de prosa clara y exquisita, muy recomendable y del que solo conseguíamos algunos fragmentos digitales del original en inglés, pero por fortuna recientemente disponible en español).

Sobrediagnóstico y exorcismo

Quizá no hablemos hoy de demonios (aunque que los hay los hay, quién niega el desinterés de la industria alimentaria por nuestra salud) pero cuánto calma hacernos creer que es un agente externo el solo causante del propio malestar o del ser cercano: después de todo, por ejemplo, así empezó el antivacunismo (“no tengo nada que ver con el autismo de mi hijo”) y la construcción del sobrepeso, la celiaquía y el cáncer como fenómenos identiarios.

La respuesta, claro, nunca es la demonización simbólica de ese Otro Malvado, y la calma chicha de una identidad que refuerza al reclamante en el mero narcisismo de la superioridad moral supuesta o más o menos justificada (algo de lo que en esta fecha ciertos feminismos de época podrían tomar nota, pues tanto énfasis en la antagonización, si no está epilogada por el trabajo por una agenda concreta y la obtención de ciertos consensos, solo resta en eso, una “política” del reconocimiento en el rencor sin progreso efectivo alguno).

Es la construcción de políticas apuntalada por la investigación basada diagnósticos certeros de causas y responsabilidades –que no excluyen en lo absoluto la sanción legal a quien efectivamente produce un perjuicio por dolo, omisión o lisa y llana malevolencia– lo que define las soluciones allí donde son posibles. Pero también, cuando estas soluciones no son alcanzables por la acción pública, también la asunción de lo que nos tocó sin que podamos achacárselo a alguien concreto, así como la más difícil aceptación de lo trágico que no puede ser resuelto por avance alguno y, Dios, Alá o la Pachamama lo permita, la asunción de la propia responsabilidad sobre ciertas cosas que se padecen.

Después de todo, la industria que posiblemente nos afecta, tomó nota y ya nos vende un producto a medida de nuestro padecer-identidad. Sabe que se goza con eso y que hoy puede comercializarse una camiseta o hasta un jabón en polvo y shampoo para cada reclamo. La góndola es infinita, como parecen serlo las identidades dolientes de la época.

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