Tomás LüdersHiperculturalismo y falsa tolerancia

Tomás Lüders14/11/2022
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¿Por qué Occidente es la avanzada del pluriculturalismo, de la tolerancia a todo, incluso quizá, hasta de la tolerancia a la intolerancia? Porque a pesar del comienzo de su decadencia geopolítica, no deja de reafirmar su lugar de enunciación. En una aparente paradoja, si se permite más pluralismo es porque más se reafirma en su lugar de Gran Asignador de la Verdad.  En su aparente relativización de sí mismo más se siente dueño de la Razón, más se siente el dueño de la dirección de la Historia.

Obviamente, esta yuxtaposición y hasta superposición de elementos diversos pretende anular los conflictos de lo distinto, superficializa las diferencias en “diversidades” y no sabe cómo resolver los inevitables conflictos de lo distinto: ¿cómo conciliar el feminismo y la diversidad de elecciones sexuales con la defensa de un islam que se muestra misógino y homofóbico? El progresista occidentalista –disfrazado de antropólogo cultural en camisa hawaiana- tratará de reducir lo segundo, lo tipificará como diferente desde sus valores ultra tolerantes que no son los del fundamentalismo islámico. Pero que tampoco son los suyos, porque, reiterándonos, para actuar como asignador de lugares en el mundo global hay que seguir autopercibiéndose el centro del mundo, aunque la geopolítica vaya diciendo algo diferente para las patrias europeas y estadounidenses.

Según cita Byung-Chul Han en su libro Hiperculturalidad, Heidegger decía que la diversidad de proyectos, de posibilidades, reducían las posibilidades de que emergiera un verdadero proyecto para el sujeto (el Dasain, en su terminología). Sin ánimos de refutar a Heidegger, tarea que nos excede, desde este texto suponemos que el collage cultural que intenta montar occidente no lleva a la dictadura de lo Uno que temía el pensador alemán, en donde todo vale igual y se superpone sin historia ni jerarquías, lleva, por el contrario, a un resurgir de los fundamentalismo e intolerencias, incluso en la propia casa; ver si no lo que está aconteciendo con las elecciones europeas y lo que acontenció en EE.UU con Trump.

Habrá que investigar desde qué lugar los gestores culturales y sus escuchas de clase media alta se permiten afirmar que la cumbia villera y sus derivados tras la fusión con el hip hop, como reggeatón, el trapp, el rkt, demás subgéneros no se corresponde en realidad con una verdadera condescendencia. Solo los oídos de quien está seguro de ser el Sujeto (blanco, educado, occidental..) se permiten escuchar géneros diversos, a los que sabe inferiores, porque se asume dueño de una superioridad que no permitirá la “contaminación”.

Lo mismo puede afirmarse de la tolerancia al relativismo moral. Toda moral, para el occidental y el occidental periférico palermitano, es tolerada porque es Él y no el otro, quien define los límites de lo aceptable, aunque, como ya dijimos, sin poder evitar los conflictos de las distintas culturas a las que intenta meter en casilleros de su museo interactivo digital. Ellas, como viene ya pasando, se resisten a su musefiacación cool, porque, al igual que La Cultura Occidental, se perciben frente a la diferencia como la Única Cultura auténtica. Solo que en lugar de la vía de la tolerancia que le asigna a cada uno un lugar en este pastiche global cuya trama supone controlar, las diferencias chocan mortalmente entre sí.

El juego de la tolerancia cultural (y moral) no es entonces más que el juego del antropólogo europeo de antaño reactualizado en hipster e intelectual universitario progresista. Puede probar, experimentar y dar a conocer al resto porque se siente seguro de su pertenencia a un estamento superior. Sabe, que no es parte de ese resto.

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