Tomás LüdersOpinión: Etiquetas y cuestiones

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Por Tomás Lüders

Aunque ya resulta insoportable, seguimos viviendo en un apresurado intercambio de etiquetas ideológicas. La riña simbólica es, ¿paradójicamente?, más intensa entre quienes recorríamos hasta no hace tanto trayectorias políticas cercanas. Las fronteras se han movido a partir de 2003, y Argentina ofrece a los académicos la mejor prueba de que la política es binaria, y los argumentos de uno y otro lado no buscan el convencimiento del adversario sino el refuerzo de las posiciones propias.

Quienes se sienten interpelados por el Gobierno deben creer en el relato completo. Es raro, pero es la primera vez que escucho en el discurso de un/a mandatario/a utilizar las categorías teóricas con las que se analizan sus textos: el enunciador Cristina habla de “construcción del relato” y no “de la historia”. No creo igualmente que lo haga para relativizar su versión de las cosas.

Del otro lado, un más heterogéneo grupo anti-k no tiene representación clara en el desvencijado campo político. Aunque también se dice progre, el rescate de ciertos valores liberal-republicanos lo asocia a veces a argumentos de la “diabólica derecha”, y está a merced de la chicana fácil: “gorilas”. Pululan en busca de emisarios verbales, pero solo encuentran refugio en algunos textos de ciertos medios que se olvidaron de su contrato de objetividad y muestran los dientes en cada nota.

El primer bando dice que la próxima plesbicitación de octubre equivale a una verdadera reconstrucción de la conciencia popular.

El otro habla de ese electorado como una suerte de mayoría silenciosa nixoniana. Los votos son los mismos que los del 95, dice. Quieren el plasma en cuotas y solo discuten sobre el pubis de Cinthia Fernández, la temperatura pasional de Messi y el último modelo del último producto.

Cada bando dice de sí mismo que grita en caliente porque define la verdad de la cosa. No se da cuenta de que su juego discursivo no pasa por lo verdadero o lo falso, ni lo bueno o lo malo. Pasa por definir amigos y enemigos. Atrás quedan las cuestiones.

Hablando del bolsillo
Las cifras de la macro y la economía doméstica revelan –dudas sobre el Indec elididas de la memoria- que las cosas están mejor, o como le gusta decir al Gobierno, “mejor que nunca”. Boom de consumo, boom de la construcción, boom de crecimiento… ¿boom sojero?

El sector contrera explica entonces: “las mayorías silenciosas, votan con el bolsillo”. "No ven más allá de la pantalla del LCD". La afirmación “Tinelli estupidiza” es parte de una tangente argumentativa en la que se enroscan militantes del partido obrero y presidentes de las sociedades rurales.

Para el otro, la Patria Socialperonista ya llegó, y el infierno, tal como lo definió el Dante K, quedó atrás. No importa que se festeje el dato en un acto en el que La Cámpora tiene que aplaudir a De Mendiguren. La antes denostada patria contratista y prebendataria, aunque conserve todo el staff, ahora es parte del bloque histórico revolucionario. A la bestia le acarician la cabeza y la llaman “burguesía nacional”.

Se pudo leer hace poco que se ha incrementado en paralelo el número de villas miserias y de shoppings centers. Las primeras son acercamientos no-legales a los segundos. El dato suena demasiado a lo que pasaba durante el menemato.

Caminando por cualquier centro de cualquier ciudad grande se percibe que el número de personas que viven de reciclar los desperdicios del otro no disminuye (acá el basural sigue en ardiendo de tanto en tanto). En cualquier café de Rosario o Mendoza, los pibes pidiendo monedas no te dejan enojar con o por los titulares de Clarín. La mejora en los ingresos de los de más abajo no los ha elevado mucho de la categoría de los excluidos. La miseria trasciende el llenar el buche. ¿Ésta es la subjetividad popular que estamos construyendo entre todos?

En otra nota, de esas raras crónicas que van más allá de la chicana, se leía que mientras disminuye su calidad, la salud pública y la educación continúan bien descentralizadas, bien arrojadas por el Estado Nacional a provincias de cajas pobres. Como la cosa es al revés del tango el (gobernador) que llora no mama… al menos si el llanto se refleja en Clarín o La Nación. El besamanos sigue funcionando perfecto, los tomógrafos, no.

Los pobres han aprendido bien que el único campo en el que pueden jugar es el clientelar. Mientras tanto, las herramientas de integración sarmientinas, reformistas o peronistas son anacronismos en los discursos de ciertos dirigentes progresistas -convengamos que éstos tampoco chillan mucho para no asustar al llamado voto de centro-. Desde los márgenes también se percibe que el único valor social universal es la diferenciación material. Porque no lo ignoran, se gastan lo poco que se les redistribuye en comprar en cuotas el gadget de moda  y no en comprarle los apuntes al pibe. ¿Quién puede culparlos?… Ah, sí, “la gente”, que también compra lo mismo, en cuotas –pero sin interés-.

Mientras tanto, a pesar de que no disminuye el empleo en negro, los unicatos gremiales siguen hablando en nombre de la “clase obrera”, y entre tranza y tranza evitan que sus afiliados deban deambular por la salud pública hecha pedazos.

Otro dato: aumenta el número de condóminos cerrados y los agentes de la seguridad privada superan a los de la policía. Estos últimos controlan la vida bucólica amurallada al lado de las villas. Los "incluidos", los que sí tienen el bolsillo muy bien aunque se quejen en voz alta, sólo piden que el Estado sea una carga lo más leve posible. Exigirán a lo sumo eficiencia en el control: que la miseria no moleste, y afee lo menos posible el viaje al shopping.

 

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