Tomás LüdersElecciones en Santa Fe, democracia bajo cero en el país

Tomás Lüders30/06/2025
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La victoria del oficialismo provincial en el 80 por ciento de las localidades santafesinas puede llegar a volverse un triunfo pírrico. Y no por la alerta que fue su derrota en Rosario en manos del rejunte de la hasta ahora esperanzadora Ciudad Futura con lo más rancio del peronismo (rejunte que, por suerte, no se produjo en nuestra ciudad, donde CF se mantuvo en la vereda opuesta al alguna vez imbatible justicialismo venadense).

Lo de Monteverde-plus PJ en la ciudad más grande de la provincia suma algo de vapor a las nubes oscuras que pueden llegar a formarse en el horizonte de este Frente que, vale resaltarlo, aún no tiene rival provincial a la vista (Paradojas de la Historia: un Frente que nació como el hijo conservador de aquel Progresista que supo fundar Hermes Binner).

Sí, retiene la mayoría de los cargos y el total control del Estado, el provincial y casi todos los locales como el de nuestro Venado. Sí, los números parecen también aquí avasallantes; no por nada Chiarella y los suyos se quedaron con cuatro de las cinco bancas en juego. Sí, quizá la metáfora de los nubarrones parezca exagerada, dado que la oposición “por izquierda” se mantiene pero no crece territorialmente (de nuevo: que, al menos por ahora, es un fenómeno rosarino, no provincial). Sí, la elección de los Libertarios fue bastante digna, pero está lejos de mostrarlos como una alternativa aún más derechista a la de Unidos, dado el prácticamente nulo armado territorial del actual presidente.

Lo cierto es que la gran ganadora fue el ausentismo. Esa Nada a la que es metafísicamente paradójico ponerle porcentajes y que es mayor a la de 2001. Pero la diferencia con el ausentismo de aquel entonces no es solo numérica: aquella derivó en un intenso e interclasista “que se vayan todos”. Las principales derivas de ese movimiento, tan desorganizado como heterogéneo, por si es necesario repasarlas, son claras: la minoritaria pulsión socialdemócrata que alojaba muere con el abrazo de Carrió a Macri −y su paralela e incomprensible distancia con el Socialismo Santafesino−.  Pero, más importante aún, con el fortísimo declive de su mayor y consolidado producto: su ala “Nacional y popular”, que se autoboicoteó con el gobierno interruptus de Alberto Fernández.

¿Qué lectura hacer entonces de lo que sucede?

El gran Leviatán redistribucionista que supo ser el kirchnerismo aún mantiene un fuerte ascendiente en los sectores más pauperizados de la sociedad. Pero casi todo se concentra el bastión del tercer cordón del Gran Buenos Aires. La “renovación” de Kicillof −tan agarrada a y por el aparato justicialista como sucede aquí con la ciudadela-Monteverde− es aún apenas un brote, cuyos resultados están por verse. En primer lugar, porque el propio peronismo aún continúa hegemonizado por Cristina Fernández, quien a pesar de su prisión domiciliaria, logra mantener la digitación de candidaturas y adhesiones. Pero, y esto es lo novedoso, no solo por el control clánico de la familia Kirchner sobre el que supo ser el principal y casi imbatible partido nacional, sino por la partición de su base popular. Sí, aún mantiene su base y techo: una adhesión del 30 por ciento del padrón; con algo así con un 20 por ciento de apoyos de los sectores más marginados y un 10 por ciento de una minoría intensa más ideológica que es pluriclasista.

Pero como ya destacamos en otras oportunidades siguiendo a Pablo Semán, la “clase baja” se dividió: algo inesperado para los partidos tradicionales (sobre todo el peronista) pero evidente para quienes, como Semán, trabajan sobre el terreno. Ahí está la división rencorosa del “laburante” frente al “quedado planero” (una realidad que tiene tanto de imaginario como de fáctico).

También claro, se dividió el voto más conservador, más heterogéneamente repartido, que retenía Mauricio Macri: otro que aspiraba al control clánico, en este caso de la centro-derecha o directamente, la derecha.

La respuesta entonces es la defraudación ciudadana que canaliza Milei y su minoría, mayormente joven, que se politizó inclinándose fuertemente hacia una resentida ultra-derecha. Vale también aclararlo, no es que frente a esta novedosa politización juvenil no existieran incels reacionarios como Agustín Laje, viejos derechistas o monjes negros como Santiago Caputo y otros esperando agazapados para salir del closet procesista.

Pero, nuevamente, y como van demostrando los sondeos de opinión pública, el apoyo politizado a Milei es minoritario. La mayoría de la adhesión a un Gobierno que se dice libertar pero sostiene monopolios empresariales es pasiva. De ahí la bajísima asistencia a las urnas. De ahí el alerta provincial para el todavía imbatible Frente que encabeza el gobernador Maximiliano “Mr. Recortes por Derecha” Pullaro.

Es una mayoría que no ve otra opción frente la defraudación total que generó una clase política que hizo todo lo posible para que la sociedad le diera la espalda. Por eso los muchos se conforman con una baja de la inflación generada a un costo descomunal y tolera brutales recortes en áreas sensibles como las jubilaciones y los servicios básicos del estado. Quizá, entonces, esa Nada ausentista no esté tan vacía.

Eso sí, con mayor o menor billetera, con mayor o menor piedad distributiva, desde el año 89 para aquí, todos los que controlaron y controlan al Aparato de Estado siguieron manteniendo al concentrado e ineficiente capitalismo argentino.

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