Tomás LüdersEl resto y los populismos de “izquierda” y “derecha”

Tomás Lüders01/01/2024
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Abusando de lo dicho por Ernesto Laclau, se viene insistiendo que tanto de Cristina Fernández de Kirchner como ahora Javier Milei son líderes populistas. Esto es, maximalistas que, apoyados la mayoría popular, son capaces de llevarse puestos los procedimientos para concentrar poder en el nombre fines que reducen las mediaciones institucionales a estorbo. Ignorando que la teoría del filósofo argentino era una teoría formalista y no contendista, lo que supone una gran mayoría de analistas es que una fue y el otro es un líder que hizo y hace valer el apoyo popular a sus principios por sobre el sistema de equilibrios de poder.

El problema de esta perspectiva generalizada entre analistas, y también muchos votantes, detractores o adherentes a una u otra personalidad, es el creer que, más allá del excepcional (en el sentido literal de la palabra) liderazgo que encabezó y constituyó lo que se llamó kirchnerismo y encabeza lo que ahora se llama la Libertad Avanza, hay algo trascendental al juego de intereses que contraponen una Argentina Corporativa frente a una Argentina neoliberal –ambas a su vez orbitadas por satélites con capacidad de amoldarse más o menos ventajosamente a una u otra–. Es decir asumen como revolucionarios o cuasi revolucionarios los cambios propuestos.

Las recíprocas acusaciones, “colectivista” como insulto y “liberal” como insulto refuerzan, a partir del juego de las simetrías inversas, la creencia de la tropa propia de que se disputan ideales y no intereses. Dos concepciones opuestas sobre cómo de beneficiar a las respectivas mayorías y no dos modelos distintos de acumulación de poder y dinero.

Ahora bien, volviendo sobre lo dicho en el primer párrafo, no debe descartarse en lo absoluto la posibilidad de que tanto Cristina Fernández como Javier Milei sean en algún punto sujetos genuinamente convencidos de la efectividad de su propia gestualidad maximalista. Cabe la misma presuposición para otros actores de sus respectivos elencos de gobierno y, como ya se dijo, para los adherentes del llamado “llano”.

Pero hay que tener en cuenta que lo que una líder entiende que generó en materia de derechos y el otro propone hacer por su parte y en sentido inverso en nombre de sus abstractos derechos –polaridad que podríamos reducir a la vieja dicotomía “igualdad versus libertad–, no son más que un resto que sus respectivos esquemas de gobierno deben producir para tener legitimidad ante los votantes. El error es creer que el verdadero resto son las negociaciones con las corporaciones, tanto las “nacionales” que profitan de las regulaciones que Milei promete demoler con su mega DNU como las “liberales” que se pretende beneficiar con los cambios. No, el excedente siempre es lo que puede llegar a salir bien para las mayorías.

Esa es la astucia de la ideológica de los poderes fácticos (empresarios y elencos burocráticos) que se enmarcan tras este tipo de liderazgos. Suponiendo, claro, que los resultados del último gobierno kirchnerista hayan generado un resto “bueno” para las mayorías y lo mismo para cómo puedan llegar a salir las cosas a partir de ahora. No sin pruebas evidentes sobre el pasado y dudas bastante bien fundadas sobre el futuro, uno debe permitirse sospechar sobre la cantidad y calidad de las sobras del festín generadas y a generar.

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