Tomás LüdersCovid: se puede, pero no se puede

Tomás Lüders22/05/2021
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En el Desierto de lo Real Slavoj Žižek afirma que el capitalismo estimula el frenesí de actividad para negar lo acontecimental.

En otras palabras, ante el absurdo de un sistema que se orienta hacia la reproducción del capital como fin en sí mismo –la producción en exceso alejada de la meta de satisfacer  necesidades–, gobiernos, empresas y demás estructuras burocráticas sobreabundan en gestos y puestas en escena ligadas a enmascarar el vacío existencial que genera la lógica de la producción por la producción misma.

Todo aparece hecho a medida en el terreno del consumo y todo ahora se presenta como resultado de objetivos individuales en el terreno de la acción. Una ultra ritualización para simular al sujeto intencional en el marco de una estructuración (si es que cabe hablar de “estructura” para este capitalismo de plataformas) cada vez más impersonal.

Las organizaciones públicas y privadas se llenan entonces de talleres y cursos permanentes para hacer más rápido más de lo mismo: aunque venga empaquetado diferente y con nuevos colores, se trata de un nuevo upgrade para comprender el último upgrade.

Es lo que Byung Chul-Han llama “sociedad de rendimiento” en la que el sujeto, un subproducto de flujos de reproducción de capital y planillas cada vez más numerosos y abstractos, se ve llevado a imaginarizarse a sí mismo como centro de este fluir permanente de datos en que ha devenido el mundo: “sí, se puede”, decía por acá un slogan de campaña que mal traducía a otro que venía de allá, como “just do it” o “impossible is nothing” rezan todavía los de las principales marcas de zapatillas. No piense, no busque otro sentido que el hacer lo que hay que hacer de la mejor forma.

Así, dice Han, el sujeto, en un mundo de “amos” que no están o son meros lugares de paso de indicaciones que vienen de no se sabe dónde, se encierra en la dicotomía del “ganador” o “perdedor”. Ya no hay lugar para el “obediente” o “desobediente” porque la cosa no se mide en órdenes y restricciones sino en estímulos para la productividad y habilitaciones para hacer más y más. ¿Hacer más de qué y para qué? Ah, eso hay que preguntarlo en la gerencia, seguro le mostrarán una planilla de objetivos.

Después, claro, la consecuencia del sujeto ultra-motivado no es el encuentro con el deseo, que se aplasta en innumerable cantidad de cambios y nuevas metas, sino el sujeto melancolizado, deprimido, desorientado. En una paradoja que no es tal resulta que el deseo se encontraba con mayor facilidad en el mundo de prohibiciones y restricciones de ataño. Ahora que se nos invita a hacer y gozar en continuado (como cuando uno se atora de series por streaming) es cuando menos nos encontramos con el propio deseo y el propio sentido. Los por qué ya no flotan detrás del Rey porque ya no hay tal, solo hay millones de posibilidades a seguir hacia quién sabe dónde. Solemos decirle “el éxito”.

Vale preguntarse entonces qué sucede con este frenesí de hacer por hacer en el marco de la pandemia. Porque acá estamos, empleados de grandes empresas, pero también profesionales de la docencia y otras actividades atravesadas por la lógica de la innovación por la innovación misma. Padeciendo los “sí, se puede” y las contramarchas cuando no, claro que no se puede, porque el Acontecimiento Pandemia está ahí, es bien real.

Si se me permite una nota personal que seguro puedo hacer extensiva a millones de colegas, los docentes hemos visto este año más dificultades que nunca para hacer nuestra tarea. Pero ya no por el covid. No al menos en aquellas instituciones que cuentan con alumnos con “conectividad”, es decir, las privadas y las públicas de los centros de las ciudades más grandes. No, nos hemos visto desbordados por los idas y vueltas, por las marchas y contra marchas, por cursos, cursillos, aperturas y cierres. Se nos pide rendir más para hacer mejor lo que habíamos logrado establecer con mucho esfuerzo en un inédito 2020. Y claro, terminamos mareados, haciendo de todo para terminar logrando nada.

Porque en este mundo de sujetos sin intención es el sujeto de la demanda (el consumidor, el vecino, el “mapadre” que exige ¡aula ya!) el que aparece como semblante del Amo que no existe.

Y entonces acá estamos hoy, recibiendo el cuarto comunicado de la Provincia, uno desdiciendo al otro y el otro al anterior para volver sobre el primer punto (o eso creo, porque francamente no hay capacidad de absorber tanta marcha y contramarcha). Porque el Acontecimiento Covid está ahí y no, no se puede. Y, sin embargo, hay que hacer como que sí, se puede. Entonces, cuando se hace evidente que es imposible, ahí aparecen en el whatsapp los nuevos pdf (para los docentes, pero también para todos los demás) teniendo que admitir que no casi queriendo decirlo como un “sí”. Un “no” en el mundo del “sí a todo”, un “no” que hay que encontrar en enormes perífrasis que marean, confunden, justo ahora que estamos todos tan desorientados y asustados.

Pero si no hay sujeto abajo tampoco pretendamos encontrarlo arriba. Arriba, arriba se dedican a leer posteos y a medir algoritmos (más ahora que no pueden pasar a tocar el timbre para tomar mate). No se trata de liderar, se trata de ver cómo se llega a las elecciones con la menor cantidad de “no” posible en la tierra atravesada por el virus y una nueva crisis económica.

¡Que no se note el Agujero de lo Real…. seguro ya mandan del ministerio y la gerencia un curso motivacional o una charla TED!

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