Mauro CamillatoOpiniónDomingo de elecciones: a pesar de todo, “Che pibe, vení votá”

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Corría 1982, ya había pasado la guerra de Malvinas y los argentinos nos preparábamos para votar por primera vez en mucho tiempo. Mucho de nosotros (en esa época estaba atravesando los últimos años del secundario) no teníamos demasiado recuerdo sobre la última vez que se había votado. Recuerdo la bronca que mascullaba por tener menos de 18 y por ende quedar afuera de poder ir a sufragar por primera vez en la vida. Es que no sabíamos si esa iba a ser una única oportunidad, y en todo caso no nos imaginábamos que posteriormente íbamos a vivir tantos años seguidos de democracia en nuestro país.

En ese contexto en plena efervescencia de lo que se llamaba rock nacional (en ese mismo año se desarrolló el histórico festival BA rock, que va a representar un antes y después de este género musical), Raúl Porchetto estrenaba su tema “Çhé pibe, vení votá”. Allí a pesar de lo irónico de su letra y de remarcar que el voto era impuesto con la misma autoridad de quien te manda a la guerra, llamaba a la juventud a participar de la democracia que se avecinaba

“Con cuerpo y mente joven
siempre que acates decisiones
en un buen rol podrás actuar
en la emergencia nacional
la juventud es primordial
Ché Pibe, vení votá”

Lo cierto que la sola idea de poder ir a votar era todo un desafío y en todo caso provocaba sentimientos contradictorios, sobre todo por el desconocimiento de lo que se venía y hasta por la ignorancia de una generación anterior que nunca creyó demasiado en la democracia.

Así mientras el histórico músico de la voz aflautada nos llamaba a votar, aparecía para nosotros la figura de un político que empezaba a tener un fuerte protagonismo y nos decía que “con la democracia se come se educa y se cura”. Qué más pedir para un país que venía de atravesar el periodo más oscuro de su historia y en donde el sentimiento de injusticia imperaba.

37 años después los argentinos, ya con varias elecciones seguidas “bajó el lomo” volvemos a votar en un marco de escasa expectativa.

De hecho, en nuestro mundo más cercano, en Venado Tuerto, casi ni existió el clima de campaña. No hay grandes carteles, ni tapiales pintados, poco repartija de votos y prácticamente nulo recorrido de militantes. Es más la mayoría de los partidos tendrán, por ausencia de voluntarios, serias dificultades para realizar la fiscalización de las mesas. Quizás en algo tuvo que ver lo señalado en columna anterior, esto es: la inexistencia de dirigentes locales que participen en las estructura partidarias nacionales.

Así como describió Tomás Lüders, nos encaminamos hacía unas “elecciones de la grieta al palo y el desencanto”, con la triste convicción de gran parte del electorado de que gane quien gane, no va a cambiar mucho la realidad. Tan es así que ni siquiera los candidatos se animaron a realizar demasiadas promesas que, por lo menos, ilusionaran un poco.

De todos modos la única manera de intentar cambiar las cosas es seguir insistiendo en votar, por eso como sostenía Porchetto en esa ya vieja canción: “Çhé pibe, vení votá”.

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