Mauro CamillatoOpiniónA un año del primer caso y a la espera de la segunda ola: los contrastes de la pandemia en Venado Tuerto

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El último jueves 25 de marzo se cumplió un año de la confirmación oficial del primer caso de coronavirus en Venado Tuerto. Aquel día fue el jefe regional de Epidemiología, Daniel Agostinelli, quien informó que Ana González inauguró la ola de contagio en nuestra ciudad. Dicha mujer de 72 años había regresado de la Ciudad de Buenos Aires donde había acudido para despedir a su hijo que, junto con una delegación de 20 personas que integraban una compañía de bailarines, volvían a Alemania.

En dicha oportunidad, el jefe regional de Epidemiología aceptó: “Es una situación que estábamos esperando, sabíamos que en algún momento esto podía ocurrir“. Cabe recordar que el maldito bicho había llegado a la Argentina 22 días antes.

Ana González y su hijo Marcelo Soria. Éste último dirige la compañía alemana de bailarines denominada Tango Chocolate.

Sin embargo, a pesar del sinceramiento de Agostinelli, luego de conocido el primer caso una parte de la población y la clase dirigencial local (esa clase dirigencial que siempre está atenta a los sentires de los ciudadanos) entraron en pánico. Encima tres días después trascendió que la pareja de la mujer, Ricardo Bravo, fue el segundo caso de coronavirus en Venado Tuerto.

Así las cosas, el pánico se transformó en una persecución punitivista hacía la pareja infectada.

De hecho, rápidamente vecinos indignados denunciaron en las redes sociales (“las redes sociales dan el derecho de hablar a legiones de idiotas”, dijo Umberto Eco) que ambos rompieron la cuarentena. Por supuesto, esto provocó que el fiscal, Horacio Puyrredón definiera ordenar imputar a Bravo por haber infringido el artículo 202 del Código Penal. Dicho artículo sostiene que: “Será reprimido con reclusión o prisión de tres a quince años, el que propagaré una enfermedad peligrosa y contagiosa para las personas”.

Y hasta el propio intendente, Leonel Chiarella se sumó al tema destacando en las redes sociales (¡otra vez las redes!) “(…) Como intendente de la ciudad creo que estas conductas deben ser penadas (…)”.

Pocos días después en audiencia remota realizada desde los Tribunales de Venado Tuerto, el juez de la Investigación Penal Preparatoria (IPP), Benjamín Révori definió imputar al segundo contagiado por el delito de propagación de una enfermedad peligrosa y contagios, dictándole ese mismo día la prisión preventiva domiciliaria.

Lo cierto es que, luego se comprobó que ninguno de los dos primeros infectados provocó nuevos contagios. Sin embargo, tuvieron que permanecer seis meses en prisión domiciliaria.

Recién el 24 de febrero último la justicia definió levantarle las causas penales a Ana y Ricardo. “Estuvimos seis meses encerrados con dos patrulleros parados frente a mi casa.  Ese tiempo fue una eternidad para nosotros, caminábamos por las paredes”, reflexionó Ricardo en nota difundida en VerTV ese mismo día. También agregó que necesitaron de la ayuda de familiares y amigos para poder subsistir en ese periodo.

Ricardo Bravo, el segundo contagiado, trabaja limpiando vidrios en comercios. estuvo seis meses en prisión domiciliaria junto a su pareja

Un año después, según los datos de la Municipalidad de Venado Tuerto hasta hoy (domingo 28 de marzo), la pandemia sumó 6.494 infectados y 159 muertes.  De Ana y Ricardo muy pocos se acuerdan solo fueron los primeros dos de una larga lista.

Esperando la segunda ola

Mientras tanto, en todo este año transcurrido los contagios no pararon, aunque hayan mermado en los últimos meses. Pero, según la mayoría de los epidemiólogos la segunda ola está a la vuelta de la esquina. Tan así es que en los grandes centros urbanos del país los casos ya comenzaron a subir de manera exponencial.

Pero además la preocupación crece si se mira lo que está sucediendo en los países limítrofes, sobre todo por el avance de la nueva cepa brasileña (considerada mucho más contagiosa que la cepa original).  Así hoy las noticias señalan que Chile empezó este sábado una estricta cuarentena ante un fuerte rebrote de la enfermedad. Brasil, en tanto, enfrenta el peor cuadro, con hospitales colapsados, cementerios trabajando fuera de turno y los contagios que se acercan a los 100.000 diarios y las muertes por arriba de las 3.000.  A su vez, el gobierno de Uruguay resolvió suspender las clases presenciales hasta la Semana Santa inclusive y cerrar las oficinas estatales y cancelar los espectáculos públicos hasta el 12 de abril, entre otras medidas. Situación idéntica se reproducen en otros países de Latinoamérica, que hoy es el centro de la epidemia a nivel mundial.

La preocupación por la llegada de la cepa brasileña crece día a día

O sea, insistimos la segunda ola está a la vuelta de la esquina. Sin embargo, por ahora el pánico desapareció. Solo alcanza con realizar un recorrido por la ciudad para comprobar cómo se dejaron de lado gran parte de las medidas de prevención. Y es más, aquellos mismos dirigentes que se contagiaron del pánico al comienzo de la pandemia, hoy apoyan mayores libertades y hasta piden por el regreso a clases presenciales.

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