Por Marcelo Boyle
Pasadas las elecciones municipales y provinciales en Santa Fe, resulta imprescindible abordar el elefante en la sala: la alarmante y sostenida baja participación del electorado. Este indicador no solo debería funcionar como un llamado de atención a la dirigencia política, sino también interpelar a todos los ciudadanos santafesinos que apostamos, desde hace décadas, por la construcción colectiva de una democracia sólida.
Si bien el sistema democrático no se agota en las jornadas electorales, estas constituyen su expresión más visible y, en muchos sentidos, su termómetro más inmediato. Podrían ensayarse múltiples hipótesis sobre por qué casi la mitad del padrón no acudió a votar: desde factores coyunturales como el clima o la desinformación sobre los cargos en disputa, hasta causas estructurales como el descreimiento político, la apatía social, la ausencia de sanciones reales o el declive global de los regímenes democráticos. No obstante, reducir el fenómeno a una única causa sería simplificar en exceso una problemática compleja. Por eso, más que quedarnos en el diagnóstico, urge promover acciones concretas para revertir esta tendencia.
Con esa premisa, cabe preguntarse: ¿cómo podemos reenamorarnos de la democracia? A nivel local, es posible impulsar una serie de acciones que contribuyan a devolverle sentido práctico a la vida democrática e involucren a sectores sociales hoy desvinculados de la esfera pública.
Una primera iniciativa que proponemos es el relanzamiento del sitio web del Concejo Municipal y de sus perfiles en redes sociales. Este espacio digital, adecuadamente actualizado, permitiría difundir la agenda de proyectos, transmitir las sesiones en vivo y habilitar canales para que los ciudadanos puedan realizar preguntas en tiempo real. Esta transparencia, más que una estrategia comunicacional, constituiría un puente de interacción que acerca la política al ciudadano y reduce la sensación de distancia.
En segundo lugar, resultaría conveniente que, al menos una vez por mes, el Concejo sesione en plazas o centros vecinales de distintos barrios de la ciudad. Esta modalidad permitiría a los vecinos conocer personalmente a sus representantes, participar del debate público y auditar en forma directa el proceso deliberativo. Sería aconsejable que esta iniciativa se realice obligatoriamente cuando un proyecto involucrará o afectará directamente a un barrio en particular.
Un paso más ambicioso, aunque con precedentes exitosos en otras ciudades latinoamericanas, es la ejecución de presupuestos participativos. Destinar un porcentaje del presupuesto municipal a proyectos elegidos por votación ciudadana convierte a cada habitante en un actor directo de las prioridades comunitarias. Así, donde hoy se perciben decisiones ajenas, mañana podrá decirse: “Esta ciclovía, esta escuela, este plan de arbolado, lo decidimos juntos”.
En cuarto lugar, podrían habilitarse “horas de despacho abierto” en el Concejo, al estilo universitario, para que quien lo desee presente su proyecto o plantee su inquietud directamente a su edil.
Asimismo, podría realizarse un breve taller bimensual sobre “cómo presentar iniciativas ciudadanas” o un buzón digital y físico de ideas —siguiendo el exitoso ejemplo de los “Buzones de la Vida”.
Estas propuestas no buscan desechar lo que ya funciona, sino sumarse a iniciativas valiosas como “Concejales por un día” o la presencia continua de ediles y funcionarios en los eventos comunitarios como “Venite al parque” o el “Paseo de emprendedores”. Acciones que, con un poco más de difusión, pueden multiplicar su impacto y reforzar el vínculo entre representantes y vecinos.
Reenamorarnos de la democracia implica menos retórica y más acción: dotar a la ciudadanía de herramientas reales para opinar, decidir y fiscalizar. Solo así volveremos a sentir que la democracia no es solo un derecho, sino un proyecto común, y como tal, una responsabilidad compartida que debemos defender de los frentes de tormenta que la amenazan.
*Abogado. Mg. en Administración y Políticas Públicas. Consultor Empresarial y Gubernamental. Investigador en Políticas Públicas