Arte y espectáculosCulturaMúsicaLos Redondos en Venado: treinta años de un maldito hermoso día

Juan Miserere10/07/2020
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Patricio Rey y sus Redonditos de Ricota, la banda más grande y convocante de la historia del rock nacional, una vez tocó en Venado Tuerto. Este hecho, que a la distancia parece inverosímil, despegado de la realidad, ocurrió hace exactos treinta años, el 8 de julio de 1990.

Esa fecha, que las efemérides le reservan a la final del Mundial de Italia que Argentina perdió con Alemania, es la que vio desembarcar al Indio, Skay y compañía en el viejo gimnasio del Club Jorge Newbery, donde hoy luce un moderno edificio, para un recital que dejó muchas anécdotas, algunas historias que la memoria intenta reconstruir y una pequeña polémica: ¿cuánta gente hubo realmente esa noche?

Los Redondos todavía no eran todo lo que fueron después, en ese momento estaban presentando su cuarto disco, “Bang! Bang! Estás liquidado”, que contenía algunos posteriores clásicos inoxidables como “Nuestro amo juega al esclavo” o “Esa estrella era mi lujo”. En aquellos tiempos, la banda todavía realizaba una gran cantidad de actuaciones en vivo, tanto es así que el tour de presentación del disco incluyó treinta fechas entre el ’89 y ’90, año que cerraron con nueve actuaciones en Obras Sanitarias, parte del despegue definitivo de la formación surgida en La Plata.

La producción del show en Venado Tuerto estuvo a cargo de gente de Rosario, que organizó dos días antes la presentación en el estadio Sportivo América, pero el nexo local fue Walter Carugno, quien relata el origen del arribo ricotero a Venado: “Junto a Cristian Barucca fuimos un par de veces a verlos a Buenos Aires, yo tenía apenas 21 años pero logré contactar a gente que producía el show de los Redondos en Rosario, y mágicamente me dijeron que hablaban con Poli (la Negra Poli, emblemática manager de Los Redondos) a ver qué onda. Yo les dije que ponía el lugar y hacía la difusión, y así arrancó todo”.

El mencionado Barucca acredita la historia: “Yo los había visto en la presentación de Bang Bang… en Constitución, donde estuve hablando en el hall de entrada con Enrique Symns y éramos 300 personas. Al tiempo, se dio que tocaban en Rosario y con unas personas conocidas se pudo hacer el enganche para que tocaran acá en Venado”.

El desembarco

Aquel 8 de julio fue un día gris y lluvioso en Venado Tuerto. Mientras el penal convertido por Andreas Brehme dilapidaba los sueños de título de la Selección Argentina, aquella de Maradona puteando a los tanos que silbaban el himno, la de los goles de Cani, los penales de Goyco y el bidón de Branco; la ciudad lucía casi desierta y unos pocos estaban atentos a lo que sucedería esa noche.

Carugno afirma que Los Redondos llegaron a la 1 de la tarde al Club Jorge Newbery con un colectivo que transportaba a los músicos y los equipos, en una calle Belgrano que todavía corría hacia Rivadavia. La prueba de sonido estaba prevista para las 18.

Los Redondos en 1990, en un show previo al de Venado Tuerto (Foto: Redondos Subtitulados)

Agustín Althabe ya era entonces muy fan de la banda, por eso compró rápidamente la anticipada en Musicomanía y esperó el día del show con ansiedad. “Yo tenía el dato de que iban a venir temprano, así que me fui a la sala de videojuegos que estaba en Belgrano e Iturraspe a esperar que llegue el micro, que estacionó frente al club y vi bajar a toda la troupe. En ese mismo momento me fui a mi casa que estaba a cuatro cuadras, agarré una máquina de fotos y me fui con un amigo, entramos al hall donde estaban almorzando, esperé un rato y me acuerdo que el Indio estaba dando una nota”.

Cristian Barucca también anduvo por ahí: “El día del recital estuvimos en el Jorge Newbery cuando llegó el colectivo con el sonido y estuvimos dando una mano bajando algunos equipos de la banda durante la tarde”.

Mientras que Andrés Ibargüen rememora: “Estuvimos en el comedor con una banda de amigos y después de la prueba de sonido el batero (Walter Sidotti) se vino a nuestra mesa y tomamos unos buenos tragos”.

El documento

El que parece tener recuerdos más nítidos de aquella tarde es Althabe, que se dio el gusto de charlar con el Indio: “Yo había visto a Los Redondos varias veces en Buenos Aires, mis hermanas estudiaban en La Plata y sus novios eran fanáticos de la banda, por eso cuando tocaban ellos iban y me llevaban”, contextualiza.

Con apenas 16 años, el venadense estuvo tiempo antes en dos fechas consecutivas en el club Atenas de La Plata. La primera transcurrió con normalidad, pero en la segunda “la policía tiró gas lacrimógeno que entró por la ventana del gimnasio y estuvo complicado porque la gente se enardeció y se puso violenta. Con mi cuñado nos fuimos porque yo era chico”.

Ahora Althabe está en el Jorge Newbery frente al Indio en la fría tarde venadense y le cuenta esa historia: “Le pregunté si habían seguido tocando en ese show porque estuve y me fui. Me paró en seco y me dijo: ‘¿Qué? ¿Te fuiste cagón?’. Eso me impactó mucho. Después me contó que siguieron tocando y que había sido la mejor parte del show”.

Fue en ese momento en que logró retratarse junto a Solari, en lo que constituye el único registro fotográfico que se puede hallar (al menos por ahora) de aquel día. Ni siquiera los medios locales parecieron registrar demasiado el acontecimiento. El periódico La Ciudad no menciona ni una palabra en las ediciones previas sobre el recital, y en el número posterior sólo hace mención al masivo “festejo” de los hinchas en el centro por el subcampeonato de la Selección.

Yo le pedí la foto y cuando la revelé le hice un marco y me la guardé. Ahora me tiembla la mano al recordarlo. Después estuve charlando un rato con Semilla (Bucciarelli, el bajista)”, agrega Agustín Althabe, quien tal vez tenga la única foto junto al Indio de aquel día.

 Los Redondos en el depto

Después de la prueba de sonido tenía que llevarlos a algún lado, y como no estaba prevista la contratación de un hotel, los llevé al departamento de mi viejo que no estaba, por lo tanto estuvieron unas horas ahí”, relata Walter Carugno.

Para fanáticos y coleccionistas, el dato es que la banda a pleno descansó unas horas en el 2° A del edificio ubicado en Balcarce 908, esquina con Marconi, frente al Hotel Bahú. “Walter Sidotti y Semilla descansaban en lo que era mi pieza. Poli con Skay en la de mis viejos y el Indio andaba correteando por el departamento porque le había agarrado la adrenalina previa al show”, recuerda Carugno como si fuera hoy.

Es más, agrega otro dato de color: “Fuimos caminando bajo la llovizna por Marconi con Skay y (el saxofonista) Sergio Dawi hasta la pizzería Nuevo Horizonte, que estaba frente a la Municipalidad (ahora está la panadería Libertad), volvimos y armaron la lista de temas, hicieron cinco copias. Una me quedó de recuerdo y después la regalé”, añade el anfitrión.

En esas horas, hubo un momento donde todos estaban mirando algún programa de televisión de las repetidoras de Canal 3 y Canal 5, lo único que existía en esa época. Y también recuerda que en un momento Poli pidió agua caliente y sacó un frasco con guaraná en polvo que utilizaban como energizante, aunque para esa hora ya ni hacía falta.

Uno de los pocos amigos de Walter que pudo acceder al lugar fue Cristian Barucca: “Cuando voy al departamento me llevé una terrible sorpresa porque me encontré a toda la banda. Para un ricotero de 19 años abrir la puerta y encontrarse con el Indio, Skay, la Negra Poli que estaba ahí… Fue un antes y después para mí poder estrecharles la mano a ellos”.

El show

La modestia de la producción hizo que tuvieran que pedir prestado los autos a algunos amigos para volver a llevar a los músicos al estadio cuando se acercaba la hora del show. El tiempo transcurrido genera algunas diferencias sobre los modelos de los autos que pasearon a Los Redondos por las calles venadenses: “Llamé a dos amigos y vinieron con sus autos, un Renault 4L y un Dodge 1500 para ir hasta el Newbery, y entramos por la puerta lateral por Iturraspe para ir directo al escenario”, repasa Carugno.

Otros recuerdan que también fueron transportados en un Falcon amarillo propiedad de Sergio Manzini, pero lo que es seguro es que la Renoleta modelo 70 fue conducida por su dueño: el exintendente José Freyre, que entonces era un adolescente, como prácticamente todos los protagonistas de esta historia.

Los recuerdos sobre el show propiamente dicho no son demasiados: “Fue genial, fueron más de dos horas que se pasaron volando”, afirma Carugno.

Ibargüen aporta otro dato que fue ratificado por otros espectadores: en el pogo el hoy profe Ezequiel Debonis estaba con un brazo enyesado y desparramaba gente.

Gustavo “Corto” Mestre cuenta que él también formó parte de la organización con el Inglés Ratcliffe y que estuvieron a cargo del buffet que se armó en el club, que atendieron ellos dos “con mi viejo, un tío mío y Franky Baviera”. Aunque Cristian Barucca registra que el despacho de bebidas estaba a cargo de Gabriel Petinon, que entonces tenía el bar Slide (en Rivadavia y San Martín), donde Carugno recuerda haber ido caminando como si nada después del show. En fin… pasaron 30 años.

Otro episodio que sólo algunos tienen presente es que cedió una tribuna. Lo recuerda Carugno y lo ratifica José Luis Peppino, otro que estuvo esa noche mezclado entre el público: “Me acuerdo que se cayó la tribuna y no mucho más. La tribuna estaba a la derecha, se entraba por la puerta ancha de calle Belgrano y estaba la tribuna de madera con tablones que se hundió o se corrió de lugar por el peso de la gente, no se lastimó nadie porque se amortiguaron”. Hay quienes afirman que ese hecho en realidad ocurrió en un recital de los Ratones Paranoicos, en el mismo lugar.

Tapa de Bang! Bang! Estás liquidado, disco que presentaron durante 1989 y 1990.

Yo estuve ahí

Como suele ocurrir con los grandes acontecimientos históricos, parece que hay más gente que dice haber estado ese día en el viejo gimnasio del Club Jorge Newbery, que aquellos que verdaderamente escucharon en vivo la presentación de “Bang! Bang!”. “Si fueron todos los que dicen llenaban una cancha, y éramos 250 a lo sumo”, sentencia Bebo Rébora, otro que estuvo esa noche.

Saber a ciencia cierta cuánta gente vio a Los Redondos en Venado Tuerto hoy es tarea imposible. El paso del tiempo suele ser impiadoso con la memoria, y cada uno tiene registros diferentes. “El gimnasio del Club Jorge Newbery era muy grande, pero en mi memoria tengo registro de que había 400 o 500 personas. Recuerdo que hubo gente de Firmat, que tuvieron que irse porque hubo alguna gresca, y había gente de Buenos Aires que ya los seguía”, sostiene Carugno.

El Corto Mestre aporta: “Se vendieron unos 600 tickets o menos, muy poca gente hubo y los pibes de Rosario que hicieron la producción perdieron plata ese día porque necesitaban unas mil personas para salir hechos”. Mientras que Ibargüen afirma: “Por ser Los Redondos, el gimnasio no estaba que explotaba. Capaz que había 400 personas, había claros con espacios sin gente”.

Para Agustín Althabe “el recital fue espectacular, creo que había poco más de 200 personas, pero eran las que tenían que estar en el recital en Venado Tuerto”; mientras que el recuerdo de Barucca es incluso más lapidario: “Éramos muy poquitos, en las gradas habría 20 o 30 personas sentadas. Y abajo del escenario seríamos 50 o 70 bailando y en el pogo. Pasó mucho tiempo y yo estaba muy atento a lo que pasaba en el escenario, pero creo que éramos cien personas en total”.

El souvenir

Los registros del show parecen vivir sólo en la memoria de quienes estuvieron esa noche. Si bien hay un audio circulando supuestamente de la prueba de sonido de esa noche, más de uno duda de la veracidad. Sí existió una grabación de aire del recital: Bebo Rébora asegura que la había realizado Alejandro Ibargüen, que eran dos temas y que alguna vez los escuchó. Pero esa cinta hoy es inhallable.

También hay otra historia: “En el final del recital me colgué de un caño que salía de una estructura de madera y quedé a un metro del Indio y le pedí la toalla con la que se secaba el sudor, que me la dio”, narra Andrés Ibargüen.

Tiempo después, pasó a manos de Agustín Althabe: “La toalla era un cuadrado más chico que un repasador, ‘Farol’ me la regaló un par de años después del recital, me acuerdo que la llevó a mi casa”. El gesto obedeció a que “él era súper fanático de Los Redondos y lo iba a apreciar más”, agrega Ibargüen. Lamentablemente, ese trozo de tela se perdió entre el deterioro del paso de los años y algunas mudanzas.

En tanto, Charly Aragón todavía conserva la púa con la que tocó esa noche el bajista ricotero: “Cuando el recital terminó, me fui al colectivo donde estaban todos Los Redondos y lo ubico a Semilla y le digo que tengo una banda y que hacíamos temas de ellos. Le digo: ‘Semilla, una púa Master’ y él saca una y me la da. La usé un montón de veces y la tengo en la billetera como algo que me trajo suerte siempre”, contó.

La púa que conserva Charly Aragón.

Contrastes

Ver a Los Redondos fue algo único, un recuerdo que me acompaña al día de hoy”, sostiene Barucca. Para Gustavo Mestre “fue un día especial e histórico por lo que vino después y lo que generó esa banda”.

En tanto, Rébora recordó: “A la tarde miré la final de Argentina-Alemania, perdimos y fue una tristeza como pocas. El día estaba horrible, una llovizna y humedad que te mataba, pero una hora después partí para el recital con poco ánimo. Venía de verlos el viernes en el Sportivo América lleno y cuando voy llegando al club en la esquina se empieza a juntar gente que venía de todos lados con banderas argentinas”.

Bebo afirma que apareció la barra del Peki en el Falcon con toda la hinchada de Rivadavia y “fueron dos horas de fiesta, la gente no paraba de cantar, pero en la hora del recital ya casi no quedaba nadie y fue muy loco ver al Indio y a Skay en un 4L. Después el recital estuvo genial, eran los comienzos del pogo más grande del mundo. Pero ese contraste de ese día me parece vivirlo todavía, fue genial haber estado ahí”.

En la misma línea, Althabe imagina: “Si hubiésemos ganado el Mundial, se hubiese llenado de gente que estaría de fiesta. En esa época, de acá de Venado éramos muy pocos los que habíamos viajado a ver a la banda. Después el fenómeno creció y ya sabemos todo lo que representa”.

En definitiva, hace treinta años se escribió una página gloriosa de la historia musical de la ciudad, aunque sólo unos pocos adelantados parecieron enterarse.

 

Impecable testigo de caricias

Que se esfumaron cuando dejó la guardia

(…) Maldición, va a ser un día hermoso

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