Arte y espectáculosCulturaLisandro Gallo: llegar tan lejos como el circo lo lleve

Juan Miserere03/01/2020
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La ciudad de Lille, zona fría y nublosa del norte francés, cerca de la frontera con Bélgica, es la misma que vio fracasar hace un par de años a Marcelo Bielsa al frente del equipo local y que hoy alberga los sueños de circo del venadense Lisandro Gallo.

Hace un año y medio, ese flaquito y chiquito que hemos visto volar por el aire en distintos espectáculos en nuestra ciudad, decidió que debía atravesar el Atlántico para obtener la formación que le permita llegar a lo más alto en la profesión que eligió. Y en eso anda dentro del Centre Regional des Arts du Cirque, donde pasa la mayor parte del día con un riguroso entrenamiento.

Al principio costó un poco, estaba el cagazo de irse para allá, pero después todo se encaminó y hace más de un año que estoy ahí, haciendo una formación profesional en circo, especializándome como acróbata aunque trabajando las demás ramas como teatro y danza”, cuenta ahora desde su ciudad natal, donde vino a pasar las fiestas en familia.

Desde chico Lisandro Gallo tuvo en claro lo que quería. Entre Venado y Rosario estuvo en los últimos años formando la compañía Del Trampolín al Pavimento con Luca Di Pizio y Luis Massasso, y anteriormente el trío hizo temporadas de vacaciones de invierno junto a Gretel Folmer, el Mago Beto y Vanina Lumbia.

Después de dos años de formación en circo en Rosario, decidió que quería seguir creciendo y “tanto en Argentina como en Sudamérica es complicado encontrar escuelas de alto nivel. Empecé a investigar y las mejores escuelas de circo contemporáneo están en Francia y la zona, un poco Italia, Bélgica y Alemania”.

El arte del esfuerzo

Con la información y la convicción de perseguir su sueño, Lisandro armó el bolso junto a su novia Ana, que es contorsionista, y allá fueron. “Tuve que hacer audiciones para ver si quedaba elegido, tomé vuelo y primero planifiqué el viaje por tres meses y por suerte me tomaron en una de las escuelas que era mi preferida. Me volví, hice la visa de estudiante y partí para instalarme”, repasa ahora.

El cambio cultural fue grande y los primeros días resultaron difíciles: “Sobre todo el idioma porque llegué sin entender nada de francés, al principio te volvés con dolor de cabeza a tu casa por el esfuerzo que hacés para entender algo, pero es un lugar donde va mucha gente de todo el mundo y contemplan la situación. Después me acomodé y hoy ya entiendo y hablo de corrido, casi perfecto”, remarca.

La escuela de circo exige un esfuerzo muy grande, tanto es así que a Lisandro le queda muy poco para hacer el resto del día. Las clases son de lunes a viernes de 8.15 hasta las 12.30, una pequeña pausa para el almuerzo y retoman a las 14 para terminar a las 17 o a las 19, según el día.

Es una dedicación completa, entonces aprovechamos los fines de semana y las vacaciones del verano para hacer nuestras cosas, laburar un poco y juntar dinero para tirar en el año. Además el Estado te da una ayuda por ser estudiante para pagar el alquiler, a pesar de no tener la ciudadanía europea”, valora.

La escuela de circo en Lille.

Crecer, volar

El artista venadense afirma que en este tiempo de formación europea ya nota cambios importantes en su forma de trabajar: “Uno llega con mucha hambre de información, y te encontrás con otra exigencia en el entrenamiento, al principio te duele todo, pero después cada vez cuesta menos, agarré el ritmo y voy sumando elementos nuevos como la improvisación y el clown, cuestiones que acá no trabajamos tan a fondo y las considero necesarias para el circo”.

De todos modos, al principio tuvo que apoyarse en sus orígenes y trabajó en los semáforos de las esquinas de Lille, donde “hay buena onda, la policía no te saca y la gente aporta”. Luego hicieron una pequeña temporada de verano con shows en la calle o en los bares y estuvieron en Suiza al lado de un lago -de esos que se usan para postales- recorriendo la costa. Además desde la misma escuela le dan algunos trabajos los sábados en fiestas infantiles.

Por ahora, mientras disfruta sus últimos días en Venado Tuerto, fija su objetivo en completar el año y medio de formación que le queda en la escuela. Después se verá qué depara el destino. “Lo que más me gustaría es trabajar allá porque se valora más la actividad, hay más compañías, más festivales y más público. El sueño de máxima sería llegar al Cirque du Soleil, porque sería una experiencia única, pero hay un montón de compañías increíbles que no son tan conocidas pero tienen un nivel excelente”, sentencia.

Por ahora, sabe que en un par de días le espera el frío del norte francés para lo que queda de invierno y seguir persiguiendo de cerca sus sueños de circo, volando bien alto para tocarlos con las manos.

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