El 9 de febrero Venado Tuerto será la sede de un evento pugilístico de trascendencia continental. El local Elías “Macho” Araujo, rufinense radicado en Venado, campeón latino ligero, pondrá en juego su título frente al cordobés y campeón argentino, Elías “El Heredero” Clavero. Es un buen momento para hablar de box.
Del box se ha dicho de todo, desde que es la “ciencia del aporrearse” hasta que es el último escenario para la épica guerrera… y también el lugar en donde dos tipos se fajan para que alguien haga mucho dinero con apuestas arregladas.
Lo cierto es que el pugilato es un arte. Tiene ciencia, pero puesta al servicio de un arte que se expresa con trompadas. También es un negocio, pero seamos honestos, vivimos en un mundo-mercado. ¿Qué escapa a las garras de éste? En todo caso, y más allá de las sospechas, en qué lugar del sagrado capitalismo dos contendientes se enfrentan en condiciones más o menos justas. En el box, sin dudas hay todavía más equidad que en cualquier otro escenario.
Es cierto, es un arte violento. Pero es uno de los pocos lugares, si no el único, en donde la violencia se subordina a la belleza, o mejor dicho, está puesta ahí para ser bella. Porque, seamos honestos, lo que tenemos sobre el ring no son solo dos tipos dándose tortazos, así como así: no gana el más violento, sino el que sabe conducir su fuerza con mayo habilidad, y eso resulta siempre en belleza –Nota: el mismo mundo que criticó el box despiadadamente es el mundo que ahora alumbra esperpentos muy legales y mediáticos en donde dos tipos se fajan, ahí sí, sin guantes, tirándose patadas, haciéndose llaves… –
Es cierto también, el box viene de los submundos. Fue y es escalera para quienes nacieron en lo bajo. Algunos la subieron a partir del ring, otros, de formas menos nobles, siendo de los que arreglan las cosas tras bambalinas. Pero seamos sinceros, todo lo que pasa sobre esta tierra tiene innobles orígenes, Kubrick lo dejó claro cuando puso a un mono a hacer volar un hueso. ¿O qué es una Corona –no las del box, sino las hechas para gente con “sangre azul”– sino una herencia nacida de la guerra, los arreglos políticos y las peores transfugadas? Del pacífico capitalismo mejor ni aclarar.
Lo cierto es que el box no oculta sus manchas porque, y lo repetimos, hace de lo sucio un arte, le pone reglas. No oculta su violencia bajo sonrisas sobre-adaptadas, como la de los dibujitos infantiles actuales, en donde hasta los malos son políticamente correctos. No pretende que el bicho humano sea otra cosa. Sabe que en él hay nobleza y miseria, y el box las dialectiza. Las vuelve una. Por eso los contendientes pueden abrazarse después de haberse golpeado durante más de una hora. Porque lo hicieron con reglas, y lo hicieron bellamente, o al menos lo intentaron.
Así las cosas, el hecho de que este 9 de febrero tengamos a nuestro campeón ligero, a Elías el Macho, frente a un cordobés, del departamento de Río Cuarto, poniendo en juego cada uno ellos los títulos que alcanzaron con nobles golpes es un espectáculo que uno no puede perderse. Es, después de todo, el último escenario en donde manda la épica, y nada más.
(TL)