Arte y espectáculosCultura“El Laboratorio”, un documental venadense sobre un bar que cierra pero sigue vivo

Juan Miserere23/08/2020
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Mucho se ha dicho y escrito sobre el valor que tienen los bares en la construcción de vínculos e identidad social en nuestro país. Desde la poesía de Celedonio Flores a la mesa de los galanes de Fontanarrosa, grandes autores han hecho un culto de esas “escuelas de todas las cosas”, como bien reflejaba Discepolo en Cafetín de Buenos Aires.

Más cerca de nuestra cotidianidad, y aún peleándole al progreso que prefiere los negocios inmobiliarios por encima del sentimiento que transmiten cuatro paredes, los viejos bares de barrio tratan de resistir. Conociendo esa realidad, allá por 2016 Polo Donatti tuvo la idea de registrar los últimos días de “El Laboratorio”, un reducto que estaba ubicado enfrente del viejo Hospital Gutiérrez, más precisamente de la morgue judicial, que reunía a obreros y changarines al encuentro de un trago y ciertos vestigios de la ruralidad de estas pampas. Comidas compartidas y amistad.

Hoy “El Laboratorio” es un cortometraje documental de 23 minutos, que será estrenado en los próximos meses y es un viaje sin escalas a la emoción. “Es una experiencia vivencial y cinematográfica que tuvimos con Eduardo Correa Luna. Cuando nos enteramos que un bar emblemático de barrio de Venado Tuerto cerraba, fuimos con la cámara para filmar cómo era ese lugar, con esa gente y la comunidad que se junta ahí. Son las últimas cuatro semanas antes del cierre, viviendo el destierro y el desapego de no saber si el bar se iba a mudar y adónde”, cuenta Donatti desde su rol de director.

El cortometraje cuenta además con el aporte de Leo Genovese, quien desde Nueva York le puso música original a la obra y se convirtió en un propagador del material por aquellas tierras.

La casa de los encontrados

El proyecto surgió de ver que había muchos bares de barrio, de obreros, que iban cerrando ante el boom inmobiliario, y cuando vimos que le tocaba a El Laboratorio decidimos ir a registrarlo”, repasa el director.

La filmación se produjo sin un guión preestablecido, donde en realidad lo más difícil fue ganarse la confianza de los parroquianos. “Yo no era cliente del lugar, y cuando entré por primera vez me miraban como diciendo ‘quién sos y qué estás buscando’. Después les conté que yo había tenido un bar y la cuestión de lugares emblemáticos que han ido cerrando, como el Quitapenas y El Califa. Ahí se abrieron a la cámara, algo que llevó su tiempo y su aprendizaje colectivo, nosotros compartiendo la misma vida que ellos, sus comidas y bebidas típicas”, cuenta Donatti.

Los propios habitantes del bar le fueron dando peso al documental: “Está El Torta que es el dueño, la Carmencita con una taba, un afilador, una interpretación en guitarra del Triki, que es el ayudante del Torta y ganó un concurso barrial de cantores con un tema propio que pudimos registrar”, enumera.

Lo singular de este lugar es que no es un bar clásico, sino que “quedan reflejados retratos rurales, alguno de los entrevistados describió a El Laboratorio como la casa de los encontrados, que comparten una comida, un trago y transitan la vida de esa manera”.

Folk Movie

Sin spoilear demasiado, en la película se cuenta que al principio el bar se llamaba El Corralito porque empezó en el 2001 y “el chiste era que volvían tarde a la casa o que se quedaban sin plata porque los había agarrado el corralito”.

Ese es uno de los tantos elementos que reflejan “el humor, la amistad y el tránsito sociocultural border de trabajadores que pasan por un lugar y confraternizan, generando una atmósfera que no teníamos guionada”. Otro momento épico: la receta de la liebre al chocolate, porque en El Laboratorio siempre la parrilla o el disco estaban dispuestos para cocinar y compartir, ya sea un peludo o un cordero.

Es una muestra del interior rural de la Argentina, es una película folk. Inauguramos el folk movie”, arriesga Polo, agregando que “inmortalizamos un lugar que ya no existe de una época que tampoco existe y no sabemos si volverá a hacerlo”.

Sin distanciamiento

Caprichoso, el destino quiso que el estreno de la película justamente se vaya a producir en plena pandemia: “Había un relato social que hablaba de la necesidad de encontrarse, de los bares y el vínculo humano. Todo esto que se hace tan visible ahora”, expone el director.

Por eso “la película tiene un fuerte vínculo con lo que estamos viviendo hoy, donde se están cerrando los bares y donde la gente se vincula desde el distanciamiento social. Por suerte pudimos tener un registro de cómo se vivía prepandemia en un bar de barrio. Y es hermoso porque emociona desde la sencillez, quienes dieron su entrevista abrieron el corazón para contar de qué se trataba esa comunidad en la que a veces llegaban a ser 20 o 30 personas”.

Tiempo de estreno

Además de músico y gestor cultural desde distintos espacios, Donatti es egresado de la Escuela Provincial de Arte N°3 de Venado Tuerto en Audiovisuales, mientras que Correa Luna es un reconocido fotógrafo que después de dar vueltas por muchos lugares, hoy está residiendo y creando en nuestra ciudad. Ellos dos le dan forma -a partir de la experiencia de El Laboratorio- a La Elegancia Cine, una productora de contenidos audiovisuales con la que ya realizaron un par de videoclips de La Sasasa.

Pero la gran apuesta es el estreno de este corto, que se proyectará por primera vez en el FLEC Birri, el Festival Latinoamericano de Escuelas de Cine que tendrá su segunda edición este año, será online por razones obvias y habrá una sección especial donde se presentará el documental. En principio será en octubre. “La idea es hacerlo también de manera presencial, pero no están habilitados los cines, por lo tanto no tenemos fecha ni lugar”, aclara el director.

El Laboratorio ya se está anotando a diferentes festivales internacionales de cine, en Guadalajara, Arequipa, Irán, y en concursos y convocatorias. “Para nosotros lo interesante es que se vea y transite por ese circuito para hacer el círculo completo de la realización hasta la distribución de una película, que en Venado Tuerto no estamos tan acostumbrados”, destacó.

En paralelo, los realizadores están embarcados en la búsqueda de apoyo económico: “Tenemos una respuesta favorable de la Secretaría de Territorialidad y Desarrollo Cultural de la Municipalidad y algunas empresas que van a darnos una mano. La película se costeó a puro documental vieja escuela, lo más visceral fue filmar ese hecho que estaba ocurriendo”.

El estreno será el momento adecuado para brindar a la salud de los boliches perdidos que, pese a todo, no mueren.

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