El paísLa pelota hecha patria

Juan Miserere13/12/2022
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De manera llamativa, el Mundial genera una pasión única incluso –o especialmente- en quienes durante tres años y medio se muestran casi indiferentes al fútbol. Sin embargo, llega este torneo y proliferan las camisetas de la Selección, y aquellas o aquellos que no se inmutan con este juego, de repente son barrabravas. Es que no se trata del fútbol, la identificación pasa por otro lugar: es la pelota hecha patria, aunque estemos más acostumbrados a sentir que es la patria la que está hecha pelota.

Por primera vez, Argentina ganó un partido con holgura, le sobraron varios minutos al trámite en una instancia siempre complicada como las semifinales, donde llegan los mejores. Croacia es un gran equipo que quedó reducido a la mínima expresión después del gol de penal, porque a partir de ese momento los de celeste y blanco se adueñaron del juego.

Verlo a este Lionel Messi es conmovedor. En el que quizás pueda ser su último Mundial (¿será el último?) disfruta del juego pero con un compromiso colectivo enorme. Sacó chapa de líder, aunque le costó casi 15 años de carrera mostrar un carácter que hace un tiempo tenía guardado. Empezó a exhibir gestos maradonianos (¿qué mirá’ bobo?), que a algunos escandaliza y que a la mayoría nos vuelven locos.

Espontáneo festejo en las calles venadenses.

No sale nunca de la cancha, incluso en contra de lo que sería más recomendable. Ni siquiera cuando el resultado ya es inamovible, ni siquiera cuando parece tocado físicamente, como ocurrió en este duelo ante Croacia. Se enciende y gambetea, encara con pelota dominada, deja en ridículo a un defensor extraordinario como Gvardiol y termina metiendo la asistencia para el tercer gol. Sigue batiendo récords: es un jugador de otro tiempo, el que más partidos jugó en la historia de los mundiales, el que más goles hizo con la camiseta de Batistuta, de Kempes, de Diego, de Stábile. Un genio fuera de época, sin edad, que ahora va por su logro más anhelado, el que sin dudas se merece.

Que quede claro: no había Argentina campeón en México 86 sin Diego, no habría una Argentina finalista en Qatar sin Lio. Ponen en duda la esencia de un deporte colectivo, porque sobresalen tanto del resto que dejan en claro que el fútbol siempre se reserva un lugar para los genios.

Y, como si fuera poco, hoy apareció en todo su esplendor un nene con la cara llena de acné. Julián Alvarez, que se presumía un distinto en River y que empezó con buen pie en la elite de la Premier League, está jugando un Mundial descomunal. Le hicieron un penal (el cuarto que le cobran a la Selección, éste el más claro de todos) que permitió abrir un partido que venía enredado y después le hizo un homenaje al Matador de Bell Ville llevándose croatas a la rastra y definiendo después de un par de rebotes favorables. Y para cerrar su faena, recibió la asistencia mágica para liquidar la historia.

La gente sale a las calles, festeja, se abraza. La pelota hecha patria, con la misma desmesura que a veces muestra Dibu Martínez, pero con una ilusión que ofrece las mismas garantías que Otamendi en defensa. Que el domingo sea lo que tenga que ser, pero que nadie cuestione la felicidad colectiva que generan estos pibes con el don de jugar bien a la pelota.

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