El paísIdentidad recuperada

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Después del porrazo inicial con Arabia Saudita y el sufrido triunfo frente a México, la Selección Argentina necesitaba una actuación convincente que le permitiera obtener una victoria (necesaria para clasificar sin andar con la calculadora en la mano) y ganar confianza de cara a los play off. Y lo logró.

Por lo que se había visto, el rival era el ideal para la recuperación, porque más allá de las cualidades del pobre Lewandowski, Polonia lucía como un equipo técnicamente rudimentario e incapaz de lastimar a nuestro combinado. Pero las dudas estaban planteadas en lo que pudiera ofrecer el equipo de Scaloni.

Con el antecedente cercano del choque con México, donde recién consiguió soltarse después del gol de Messi, ahora se esperaba una continuidad del juego exhibido en el final de aquel duelo.

El DT se guardó los pergaminos previos de los jugadores y metió mano en el equipo. Enzo Fernández, un pibe de 21 años que jugó con mucha naturalidad cuando se calzó la camiseta de River y que no necesitó adaptación al fútbol europeo, también mostró carácter para entrar en un Mundial y ganarse la titularidad con un puñado de minutos como antecedente en la Selección.

Aunque Lautaro Martínez llegó como el ‘9’ indiscutible en este equipo, no tuvo buenas presentaciones en el arranque del torneo y Scaloni se la jugó por Julián Álvarez, en parte pensando en las características del rival. Y le salió bien.

También fue haciendo retoques en la defensa en cada uno de los partidos y parece haber encontrado en Alexis MacAllister el mejor reemplazo para Gio Lo Celso, el ausente ilustre de este equipo. Por supuesto, está Di María encarando siempre para adelante y está el 10 que –aún con altibajos- siempre es imprescindible, incluso errando un penal que el VAR (injustamente) había otorgado.

Los mundiales nunca te ofrecen un camino fácil. El último buen recuerdo es Brasil 2014, pero se necesitó sufrir en el trayecto para vencer en el final a Irán y a Suiza. Y los penales con los holandeses. Más atrás en el tiempo, aquel equipo de Maradona en 2010 avanzaba a paso firme hasta que se comió un peludo histórico contra Alemania en cuartos de final. Nada es definitivo en estos torneos, y una sola jugada cambia el rumbo.

A propósito de Diego, cómo no pensar en aquel repechaje de 1993 ahora que se viene Australia. Aunque estaba en las banderas, hay un lugar vacío en la tribuna que nadie va a cubrir.

Imposible olvidarlo en aquella platea del Monumental sufriendo con los cinco goles de Colombia en las Eliminatorias, invitando al Coco Basile a pedirle que vuelva a calzarse la 10 para llegar al Mundial de Estados Unidos. Todos los caminos conducen a Diego, siempre.

Quizás, ese Dios pagano use su mano (una vez más) para ayudar a que exista algo de justicia divina y el otro 10, el heredero, logre finalmente su premio merecido. Por este camino, con esta identidad recuperada, el sueño adquiere forma de oportunidad.

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